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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 12 de mayo de 2015

LOS INVITADOS / por Antolín Castro


Gonzalo Caballero fue cogido durante su faena
-Fotografía de Andrew Moore-

"...Pues bien, esos invitados, esa asistencia de personas diversas -casi siempre bajo la ignorancia completa-, desvirtúan bastante los festejos, dándose la circunstancia de aplaudir lo de menor importancia e ignorar aquello que tiene mayor fundamento..."

LOS INVITADOS


S.I.15.- Primera novillada de la Feria. Así viene siendo los tres primeros lunes de cada San Isidro.

A las mismas suelen acudir muchos invitados de los abonados que, quizá por descansar algunos días, eligen las novilladas para no acudir. Censurable esa actitud se mire por donde se mire, aunque cada cual es muy libre de elegir que días quedarse en casa. Los novilleros, además de ser la cantera para el futuro, están menos vistos que los que torean todos los días, esos que nos sabemos de memoria.

Pues bien, esos invitados, esa asistencia de personas diversas -casi siempre bajo la ignorancia completa-, desvirtúan bastante los festejos, dándose la circunstancia de aplaudir lo de menor importancia e ignorar aquello que tiene mayor fundamento. Como quiera que en la plaza se dan cita unos y otros: aficionados de a diario junto a los citados invitados, el comportamiento del conjunto de la plaza difiere de lo que podríamos llamar normal. Algo así sucede también cuando la plaza se abarrota de gente de paso que viene a ver solamente a las figuras. 

Los novillos de El Parralejo ‘se dejaron’ como se dice ahora, pero les faltó, como también se dice, transmisión. En esas los novilleros, con toda su voluntad a cuestas, intentaron convencer al personal asistente de las distintas aptitudes de cada uno, aunque no parece que levantaran pasiones.

Gonzalo Caballero, hecho a sangre y fuego, como toda su carrera, fue el que llegó más lejos, cortó un apéndice y le pidieron otro en el novillo anterior, y hoy una vez más su tesón le llevó a no irse con las manos vacías. Para conseguir lo logrado tuvo que ser zarandeado brutalmente al pasarse el astado por detrás y entrar a matar sin muleta, saliendo tremendamente volteado y dolorido.

Consiguió lo que vino a buscar y, es evidente, que no pasó desapercibido en los tendidos. Su valor, su entrega, y las decisiones que tomó en la tarde terminaron por llamar la atención del público. Aplicó la máxima de que lo peor es que nadie hable de ti. Con él, un día más, no va el pasar desapercibido. 

Se presentaba en Madrid Fernando Rey y fue desplegar su capote y bien parecía que otro rey se había hecho presente este año en San Isidro. Lo maneja con soltura y buen gusto y así lo ha mostrado toda la tarde. Con la muleta la cosa bajó, aunque también los novillos colaboraron para que bajara el tono, pero nos ha parecido que tiene buenas maneras.

Entre uno y otro, Francisco José Espada, quien repite en esta feria y fue el triunfador de su escalafón en el pasado San Isidro, ni se le vieron las buenas maneras ni la decisión de ir a por todas. Todo quedó en buena técnica y oficio. Poco para que los aficionados y los invitados le prestaran mayor atención.

Tarde con detalles a considerar por parte de los novilleros, que son eso, novilleros, y digno de análisis el comportamiento de los asistentes, si bien en ese cruce de unos aquí y otros en las antípodas en conocimientos y sensibilidad, es mejor dejarlo para un tratado más en profundidad. O no, simplemente dejarlo. Los invitados no es un tema preferente a estudio en el mundo taurino. Por mucho que sea esa la pretensión de muchos, que las plazas las llenen gentes de esa condición.

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