Rafael Vega de los Reyes, “Gitanillo de Triana”, Antonio Mejías, “Bienvenida” Manuel Rodríguez, “Manolete”, y Luís Miguel González “Dominguín”
Don Domingo Dominguín, su padre, solía decirle a Luís Miguel:
“Hay que torear al lado de Manolete, porque un triunfo a su lado es más triunfo.”
70 AÑOS DE UNA
GRAN CORRIDA DE TOROS.
José María Sánchez Martínez-Rivero.
A 19 de Septiembre de 2016, en
Collado-Villalba
En este mes de septiembre se
cumplen 70 años de la GRAN CORRIDA DE TOROS –así se anunciaba en el programa de
mano- que se celebró en Madrid –Plaza de Las Ventas-, el día 19 de septiembre
de 1946. La corrida la organizó la Diputación Provincial de Madrid. El objetivo
de la misma era recaudar fondos con destino al Hospital Provincial de la
capital. El cartel anunciador decía:
“Un toro de la ganadería
de don Fermín Bohórquez con divisa verde y encarnada que será rejoneado por el
Excmo. Sr. don Álvaro de Domecq -sobresaliente Manuel Vargas, El Coli- y ocho
toros con divisa azul celeste, blanca y grana, de la acreditada ganadería de
don Carlos Núñez, de Sevilla.
Espadas: Rafael Vega de
los Reyes, “Gitanillo de Triana”, Manuel Rodríguez, “Manolete”, Antonio Mejías,
“Bienvenida” y Luís Miguel González “Dominguín”. La corrida dará comienzo a las
cuatro y media de la tarde.”
El resultado
artístico de esta corrida fue extraordinario tanto para los toreros como para
el ganadero.
Se cortaron en total 7 orejas. Repartidas así: rejoneador
don Álvaro Domecq, una; Gitanillo de Triana, una; Manolete, dos; Luís Miguel
Dominguín, tres. Los toros de don Carlos Núñez estuvieron muy bien presentados
y fueron bravos.
Que salgan buenos los ocho toros
reseñados por don Carlos Núñez Manso –a la sazón propietario del hierro- es
tener un conocimiento exacto de lo que tenía en su casa y demostrarlo, eligiendo bien a los que
saltaron al ruedo de las Ventas en ese año de 1946. El mejor fue el octavo que
le correspondió a Luís Miguel Dominguín.
Como los
aficionados saben Manolete no toreó en España durante 1946; pero siempre, o
casi siempre, solía torear la llamada “Beneficencia” y se contó con su concurso
para esta ocasión. El diestro de Córdoba lo hizo sin cobrar honorarios igual
que sus compañeros. Solo su nombre bastaba para llenar la plaza y, además, era
la única corrida que torearía en España y quizá la última de su bagaje taurino.
Todos sabemos que no fue así y que los fuertes compromisos le hicieron vestirse
de luces al año siguiente, 1947. Más le hubiera valido no hacerlo. ¡Pero así es
el destino!
En principio la
corrida se organizó con un rejoneador y tres matadores. Así lo esperaba y sabía
la afición. Pero, en el firmamento taurino había surgido una nueva estrella:
Luís Miguel Dominguín con el que no se contó en principio.
Don Domingo
Dominguín, su padre, solía decirle a Luís Miguel:
“Hay que torear al lado de
Manolete, porque un triunfo a su lado es más triunfo.”
El Marqués de
la Valdavia, Presidente de la Diputación, confecciona –como siempre- el cartel.
El padre de Luís Miguel –taurino de pro-, ha tratado por todos los medios
legales y de amistad con el Marqués, que su hijo toree esa corrida. Todas las
conversaciones y ruegos son inútiles. Don Mariano se niega a aumentar la
corrida con otro torero.
Pepe Dominguín,
hermano de Luís Miguel, relata la génesis final para incluir en la corrida a su
hermano. Lo describe en su libro “Mi gente”, de Editorial PIESA, 1979:
“Luis
Miguel –le dice mi padre-, vete al despacho del marqués y dile que tú toreas
gratis la corrida de Beneficencia, que no le costará ni un duro más incluirte
en el cartel, y si es necesario se pagan los dos toros de nuestro bolsillo.
Como la corrida es benéfica no creo que se oponga... la gente no lo vería bien.
Además, el público está deseando verte torear con Manolete. Esto es definitivo
para el éxito económico que se persigue.
La
prensa te apoyaría y al marqués se le hará muy cuesta arriba el decir que no,
por muchas presiones que tenga... No sería ni político ni popular... Además, ya
puestos a ello, si te dice que no, fuérzale haciendo un donativo en metálico
que no pueda despreciar; torear gratis y encima darle cincuenta mil pesetas.
Hijo, a nadie le amarga un dulce, y como va decir que no, si el dinero de esta
corrida –cuanto más mejor- va a ser para obras de beneficencia... El público no
vería con agrado que se prescindiera del donativo y de tu presencia. ¡Manos a
la obra ahora mismo! ...
“¡Pero
hombre, Luís Miguel –dijo el marqués-, ya no puedo...!" En la calle aunque
no han salido los carteles oficiales, se sabe quien torea la corrida. Además,
habría que contar con los otros toreros, que den la conformidad y no va a ser
fácil... Otra cosa, aumentar con dos toros el espectáculo, me parecen muchos
toros, añadió diplomáticamente. Claro que nadie duda de la importancia de tu
nombre en los carteles, tan desinteresadamente y por ende un donativo de ...”
“Cien
mil pesetas –cortó Luís Miguel-. Cien mil pesetas y yo me pago todos los gastos
aparte, incluyendo lo que pueden valer los toros.”
¡La
espada y la pared! Pobre don Mariano, no pudo negarse. Únicamente pidió unas
horas para recabar la aprobación de los demás toreros. Los demás toreros no
podían decir que no, ni vetar la actuación de Luís Miguel, so pena de
evidenciar una postura demasiado drástica cara a la opinión. “Y los toreros”,
cogidos en el cepo de la habilidad del “cateto de Quismondo”, dieron su
aprobación.”
Manuel
Rodríguez, Manolete, era un torero de un pundonor y de una responsabilidad que
rayaba en lo infinito. El día 18 ya estaba en Madrid, hospedándose en el hotel
Reina Victoria, habitación 220. Le acompaña, entre otros, su sobrino Rafael
Lagartijo de 14 años. Demostración de la responsabilidad que el cordobés había
contraído al torear esa corrida, es la conversación que nos refiere Lagartijo
en la noche del día 18 al 19:
“No, aquella noche no me
dejó dormir. Estaba preocupado, me decía:
- Niño la culpa la tengo yo, porque no estoy
preparado; este año había decidido no torear; pero claro, surgen las cosas y no
hay más remedio que afrontarlas.
Se
levantaba:
-Niño, enciende la luz.
Se
asomaba a la plaza de Santa Ana, se acostaba, se volvía a levantar..., total
que no durmió en toda la noche pensando en la responsabilidad que había
adquirido. Yo no hacía más que decirle:
-Pero tito, si tú esto lo haces como el que
está tomando café.
Me
respondía:
-Que no, niño, que luego sale cada toro de una
manera, y yo tengo una responsabilidad muy grande..., yo no puedo escurrirme ni
un momento siquiera. Yo tengo que cuidar todos los detalles, y tengo que estar
muy concentrado. Y por eso no duermo. No es que tenga miedo, no; no duermo por
la responsabilidad tan grande que tengo hoy, pues quiero seguir siendo quien
soy.
Así
toda la noche.”
Llegada la hora de la corrida, expectación máxima. La
responsabilidad de Manolete y su pundonor le hicieron ver al público que él no
había venido a cumplir; sino a triunfar. Así fue.
En el ruedo el toro de nombre “Buquejo”, número 19, negro, que
le corresponde al cordobés en segundo lugar. Toro difícil; pero esta vez el
Monstruo demostró quien era y tras capotearlo con su técnica especial consiguió
lucirse.
El toro recibió cuatro puyazos. Nada destacable en quites. Faena
de muleta extraordinaria. En la estadística de la corrida que incluía el
programa de mano –archivo del autor- se anota INMENSO. Gran estocada. Dos
orejas.
José Luís de Córdoba, en su libro “Manolete en el recuerdo”,
editado en 1997 por Publicaciones Obra Social y Cultural Caja Sur, escribió:
“Más la faena cumbre vino en su segundo, un toro en
toda la extensión de la palabra, enmorrillado, de preciosa estampa. A los
primeros capotazos de David, dobló bien el de Núñez. En el público, entonces,
se produjo un regocijado movimiento. Se esperaba la faena del maestro. Y al
público, precisamente, la brindaba. Con una ovación de gala correspondía la
plaza a la deferencia del torero. De dos partes de compone el trasteo. La
reseña –aparte- da cuenta del número de muletazos empleados. Nosotros, en este juicio,
solo podemos registrar la emoción de los tendidos, que nos contagió a todos.
Pero hemos de señalar para la historia, que Manolete no comenzó con sus
inconfundibles estatuarios. Inició la faena con la izquierda y por naturales. Y
tras los naturales templados y mandones, los pases en redondo, las manoletinas
y toda la gama de su clásico toreo.
Manolete
dio al toro una doblada maravillosa y quedó ante el bicho en postura arrogante,
con una rodilla en tierra, mientras en el público estallaba una ovación
clamorosísima. Levantose Manolete y después de otra serie de manoletinas
terminó con su característico juego de muñeca. Una gran estocada dio fin al
astado mientras el bicho se debatía entre los estertores de la muerte,
resistiéndose a la entrega, se poblaba la plaza de pañuelos blancos,
solicitando para el matador los máximos apéndices.
Obtenidos
estos, el cordobés dio dos vueltas al ruedo entre el clamor de los aplausos y
entre una lluvia intensa de flores y prendas de vestir. Triunfo excepcional de
Manolete en la primera plaza del mundo. Triunfo que será histórico, sin duda.”
El maestro K-HITO escribió de esta corrida:
“En el otro el gesto. No se le iba a ir a Manolete
así como así. Brindó al público y de primeras tomó la flámula con la zurda. Se
arrancó el de don Carlos Núñez desde lejos y el torero aguantó la arrancada con
su impavidez característica. Acababa de jugarse todo; pero no importa. Continuó
al natural, rematando con el de pecho, y hubo luego molinetes y manoletinas de
clase extra. Una faena de Manolete, pero no de las mejores. Ni mucho menos.
Matando, sí, bordó la suerte.
El entusiasmo del público fue desmesurado. Algo de
tipo sentimental se mezclaba en aquellas ovaciones ensordecedoras, algo
inefable, como la infinita tristeza de las despedidas.
El Monstruo se va. El público español con esa
intuición de la masa, cree que no ha de verlo más en nuestro ruedos. Y aquél
flamear de pañuelos no era solo una petición de máximos honores para el coloso,
sino el adiós reiterado, hondo y sentido, a la nave que leva anclas y abandona
esta tierra hispana tan pródiga, tan generosa, tan amante de los suyos.”
La parte final de esta crónica
lleva a pensar que Manolete no torearía más en España y que don Ricardo García
había pactado con el entorno de Manolete
preparar al público para esa retirada en 1946.
Ramón Capdevila, de la misma
corrida, reseñó en el periódico “Arriba”:
“El toro estaba fuerte. Poco empleado en las
sangrías cabeceaba en la muleta. La muleta a la izquierda y a la derecha luego
se angustiaba y, a veces, restallaba en la estrechez que el diestro pretendía
imponer, rebasando los límites de sus mejores días. ¿Es que iba a cuartearse la
estructura, la arquitectura de la obra? No. El de Córdoba no es torero que ceje
en el trance como el del día de hoy.
Ahí está frente al toro. Contra el toro. Si el
toreo por bajo no ha podido atemperarse al nuevo canon, la franela va ahora a
rimarse con los derrotes sobre corta y media embestida. Las manoletinas vuelan,
más aéreas y rítmicas, más ceñidas y quietas que nunca. Una vez y otra vez. En
la
enorme bahía crepuscular del ruedo. Manolete semeja
un peñasco festoneado de veriles de líneas de sonda, que el toro dibuja y
estrecha entorno al diestro –con el trazo concéntrico de la pezuña
intermitente- igual que en las cartas marinas se puntean las zonas de
profundidades. Lo mismo que en los mapas orográficos se circuyen los vértices
de triangulación de alturas. Sí. Manolete es un vértice. Y un hombre y la
espada del hombre va lenta y segura hacía el vértice del animal vencido, que
rueda al mismo tiempo que los enconos entregados ante la limpia puesta en juego
de una vida de artista.”
ABC, Manuel Sánchez del Arco:
“Ni un adjetivo. Manolete. Esto basta. Trajo a las
plazas las multitudes. Creó un estilo; una superhistoria del toreo, cuando la
historia parecía insuperable; nace con él. Claro que la mitología tiene sus
peligros. Y muy serios han sido los que ha tenido que salvar Manolete con su
gesto resonante de torear gratis.”
La apoteosis Dominguista vino, en el octavo toro, “Victorioso”
de nombre, sobre todo con la muleta, faena a la que le se le adjudicó el
calificativo de “Fantástica”, dominio, valor, desplantes etc. la culmina de
pinchazo y estocada. El público, entusiasmado, pide las dos orejas que la Presidencia
otorga.
Luís Miguel Dominguín obtuvo tres
orejas en Madrid al lado del “Monstruo de Córdoba”. Las previsiones se
cumplieron. El asalto al trono del toreo que Manolete dejaría en Linares, había
comenzado. Era cuestión de tiempo.
Antonio Bienvenida tuvo el peor
lote y no pudo dar la dimensión que le hubiera gustado. En su primero, un toro
que punteaba la muleta, no supo adaptarse al astado y lo pasaportó de estocada
y cuatro descabellos oyendo leves pitos. En su segundo, bien con el capote y en
banderillas. Faena de muleta perfectamente planteada y buena. Mató de pinchazo
y estocada siendo ovacionado.
Datos técnicos de la corrida:
Tras el sorteo el orden de lidia quedó así:
1º.-“Barrendero”, nº 14, negro entrepelao, de 437 kgs. para
rejones de Bohórquez.
Lidia ordinaria, ganadería de Carlos Núñez.
1º.- “Lamamuco”, nº 6, castaño, de 466 kgs.
2º.- “Trabado”, nº 48, negro entrepelao, 432 kgs.
3º.- “Sabandijo”, nº 17, cárdeno bragado, 437 kgs.
4º.- “Pachón”, nº 16, negro zaino, de 452 kgs.
5º.- “Grillito”, nº 54, negro bragado, de 430 kgs.
6º.- “Buquejo”, nº 19, negro bragado, de 500 kgs.
7º.- “Bragadito”, nº 39, negro zaino, de 439 kgs.
8º.- “Victorioso” nº 32, negro zaino, de 425kgs
Como sobrero el nº 31, “Pinturero”, negro zaino de la ganadería
de De Soto.
La corrida salió a un promedio de 467,62 kgs. en vivo.
¡Impensable en nuestros tiempos! Pero embistieron, fueron bravos y tenían el
peligro que todo toro tiene. ¡Ah, más movilidad que los de hoy, seguro! El
trapío nada tiene que ver con el peso.
Rejoneador: Don Álvaro Domecq actuó con la famosa yegua
“Espléndida” y puso magníficos rejones.
Pie a tierra mató de estocada y descabello: oreja. El toro fue bueno.
Gitanillo de Triana, de grana y oro; gran faena de muleta al
primero y al finalizar de una estocada se le otorgó una oreja. En su segundo no
se acopló con el toro matándolo de dos pinchazos, estocada y tres descabellos.
Silencio.
Manolete, de celeste y oro; en su primero bien con el capote y
muy bien con la muleta. Mató de pinchazo, estocada y descabello. Gran ovación.
En su segundo magnífico con el capote. Gran faena de muleta. Estocada. Dos
orejas.
Antonio Bienvenida, de grana y oro; en su primero no hubo nada
que destacar para cobrar una estocada y cuatro descabellos. Leves pitos. En su
segundo bien con el capote y con la muleta. Pinchazo y estocada. Palmas.
Luís Miguel Dominguín de blanco y oro. En su primero nada con el
capote. Con la muleta muy bien, mató de una estocada y tres descabellos. Oreja.
En su segundo gran faena de muleta que culmina de pinchazo y
estocada. Dos orejas.
Fue una corrida
excepcional. A este respecto conviene reseñar que el gran ganadero don Luís M.
Núñez Moreno de Guerra manifestó en cierta ocasión:
“Efemérides, como ganaderos, muy importante para
los Núñez, fue la corrida de la Beneficencia de 1946, pues fue Manolete quien
pidió la corrida a mi padre. Fue una efemérides porque Manolete estuvo inmenso
y los toros –los ocho- fueron bravos y nobles. Conservo el cartel de esa
corrida en mi salón con mucho cariño.”
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