TOROS DE HNOS. GARCÍA-JIMÉNEZ Y OLGA JIMÉNEZ PARA SEBASTIÁN CASTELLA, J.M. MANZANARES Y LÓPEZ SIMÓN.
COKTELERÍA TAURINA
Para que el espectáculo taurino de esta tarde en Sevilla en el que se encartelaban tres figuras de lo más alto del escalafón hubo necesidad de agitar la coktelera con los siguientes ingredientes.
Elección de un ganado de procedencia “juan pedro” enmarcado en el medio toro moderno.
Presentar a reconocimiento las reses anunciadas de dos hierros de Matilla con escaso trapÍo intentando que la autoridad trague.
La autoridad responde rechazando tres toros del ganado anunciado más otro de Sampedro y otro más de Parladé.
La corrida se completa con cuatro animales de Matilla más dos remiendos de Hnos. Sampedro.
Los seis toros lucían aparatosas testas desarmonicos con su estructura terciada, excepto el segundo, de trapio impresionante del hierro de Olga Jiménez.
Respondiendo al comportamiento del medio toro actual, ni que decir que todas las varas fueron un simulacro y que por supuesto no se ejecutó ningún quite.
Con estos cuidados argumentos taurinos, los seis toros, con más o menos fuerza y dificultad sirvieron para la muleta. Otra cosa fue la respuesta de los matadores.
Castella en su primero nos obsequia con su acostumbrada tauromaquia de “estética desviada”. Compone la figura. Tira del toro para fuera. Abusa del pico. Encandila a la gente y logra dos orejas de pueblo. Con una hubiera bastado de sobra.
El cuarto, de nombre Despierto I de Hnos Sampedro, llega a la muleta sin picar y haciendo honor a su nombre. Saca casta y problemas en su embestida. Castella no puede con el morlaco. La banda ayuda con el pasodoble Puerta Grande, pero la labor deslucida del diestro se diluye y falla a espadas. Hubiera sido un despropósito su salida por la Puerta del Principe.
El primero de Manzanares es suave y noble en la muleta. Manzanares tira de su repertorio del toreo en línea y desviado que nos tiene acostumbrado. No conecta con la gente y recibe un aviso.
En el quinto la historia fue muy distinta. Comienza con los resabios de su repertorio, pero en mitad de faena intercala un cambio de mano que merecía una escultura. A partir de ahí toreo de verdad, en redondo como mandan los cánones. La gente en pié. La emoción cala en los aficionados. Así debiera ser siempre. Mata a la segunda. Oreja con petición de la segunda que el presidente con buen criterio no concede.
Suso y Blazquez saludan en banderillas.
López Simón sortea dos toros nobles y manejables a los que administra infinidad de pases sin temple, dando tirones de la pañosa, y con nula profundidad. Debe colocarse adecuadamente, adelantar la mano y templar las embestidas. Defraudó, en una palabra.
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