Tan solo dos Santacolomas de La Quinta apenas dieron oportunidad de triunfar a Alberto Aguilar y a Javier Jiménez mientras David Galván caía herido y lesionado en plena faena al segundo de la muy desaplacible, ventosa y cuasi invernal tarde. Los fallos con la espada y los avisos por alargar demasiado las faenas de muleta contribuyeron a extralimitar la duración del primer festejo de esta feria que hacía la número 70 de su historia.
Desapacible, sin brillo y con un matador herido, David Galván, en el arranque del 70 aniversario de la feria
J.A. del Moral · 12/05/2017
Madrid. Plaza de Las Ventas. Jueves 11 de mayo de 2017. Primera de feria. Tarde nublada, muy fría y ventosa con algo más de un tercio de entrada.
Seis toros de La Quinta, bajos de hechuras con exageradas cornamentas. Salvo el que abrió plaza y el que hizo cuarto que terminaron embistiendo con claridad por el pitón izquierdo, deslucidos en distintos grados los demás.
Alberto Aguilar (turquesa y oro): Estocada casi entera y dos descabellos, aviso y silencio. Dos pinchazos, casi entera trasera tendida y seis descabellos, aviso y silencio. Por la cogida de David Galván (nazareno y oro) en pleno trasteo muleteril, también mató al segundo de la tarde de cuatro pinchazos, media tendida y tres descabellos, silencio.
Javier Jiménez (cobalto y oro): Dos pinchazos hondos, otro pinchazo y un cuarto hondo, aviso y silencio. Estocada trasera, aviso, leve petición y ovación. Seis pinchazos y media estocada, aviso y silencio.
En banderillas sobresalió Abraham Neiro.
Parte facultativo de la cogida de David Galván: Puntazo corrido en un muslo, conmoción y probable fractura del codo izquierdo, de pronóstico reservado que le impide continuar la lidia.
Obligado a cambiar de localidad tras varios años en la delantera alta del 2, me despido de mis vecinos durante varios años y saludo a los que me acompañen en la delantera del palco 28 que son colegas. Ya vi muchísimas corridas durante no sé cuantos años en la delantera del palco 2. Así que estoy acostumbrado aunque me da pena no poder intercambiar opiniones con mis vecinos del 2. Además, este invierno me operaron de cataratas y ya puedo ver donde caen las estocadas tras no pocos años preguntando por ello a quienes estaban a mi lado.
En mi peregrinar por distintas localidades en La Ventas, tiro de recuerdos. Empecé yendo muy niño con mi padre, generalmente en tendido de sombra. En San Isidro nos gustaban el 8 y el 9. Siendo ya estudiante de bachillerato me fui a la andanada del 3. Más adelante, cuando estaba en la Universidad, me aboné dos años en esa andanada. Los pagué vendiendo mi sangre que, por entonces, era un buen agarradero para los que no teníamos otro remedio. Luego me aboné durante no sé cuantas ferias en la delantera de andanada del tendido 8 pegado al 9. Una gran localidad. Conviví con los aficionados más exigentes y no sé si decir también que más entendidos de la plaza. Desde luego que presumían de ello y, demasiadas veces, a gritos. Los del 7, empezaron con su habitual murga un poco después. Y desde que empecé a ejercer la crítica en Radio España de Madrid hasta que se fue Chopera, ocupé dos sitios y, a veces, tres en la delantera del Palco 2. También buena localidad. Allí seguí por propia voluntad, los años en que dirigí el Programa “Sol y Sombra” en Telemadrid. Me ofrecieron bajarme a una delantera baja de sombra. No dudé un segundo en contestar “Y cuando me echen, ¿a donde me llevarán”? Los Lozano me trataron bien aunque en distintos sitios de los tendido bajos 1 y 2 de sombra. Y cuando llegó José Antonio Chopera me situaron en donde he estado muy a gusto hasta este año mientras ellos duraron. Tanto con José Antonio como con Manuel, tuve y mantengo una sincera y recíproca amistad.
En este peregrinar, de vez en cuando bajaba a los mejores sitios de sombra y hasta al callejón. Generalmente, en festejos de lujo. El rabo de Palomo lo vi en uno de estos asientos junto a mi padre.
También soy muy amigo de Simón Casas desde hace muchísimo tiempo. Yo le vi por primera vez cuando se tiró de espontáneo en plena faena de Antonio Ordoñez en la plaza de Nimes, feria de la Vendimia de 1968. Uffff, qué viejos somos ya.
Y aquí me tienen en plena aunque bien tenida vejez desde ayer mismo en la delantera del palco 28 como ya he dicho. Veré mejor la suerte de varas que en medio del tendido 2. Algo es algo. Creo que muchos compañeros han protestado y les han mantenido en donde estaban. Yo, no.
Salvo que los festejos resulten aburridos o infumables, seguiré contando las corridas a mi modo. Un buen titular y tratando de acercarles a mi personal sinceridad, mediante argumentos técnicos, sin olvidar los dramáticos de modo que, si han visto la corrida, puedan descubrir aspectos que no vieron. Y si no la vieron, que les queden los recuerdos como si la hubieran visto. Lo que sí les aseguro es que si yo me emociono escribiendo, muchos de ustedes, también se emocionarán… O se cabrearán… Como tantos ayer al ver pintarrajeados los monumentos que hay delante de la plaza. Los antitaurinos no tienen remedio. A ver si cazan a los autores de este intolerable ultraje. Y perdonen este largo prólogo que se debe a la invernal tarde que sufrimos ayer y a lo poco interesante que resultó la corrida que pareció no terminar.
La ganadería de La Quinta es uno de los poquísimos agarraderos que nos quedan en la decadencia del encaste Santacoloma. Por eso, cuando se lidian, vamos a verla con interés y bajo el síndrome del recuerdo de los muchos toros de Buendía que hemos gozado durante muchos años hasta que, lastimosamente, desaparecieron.
Viendo salir uno tras otro los lidiados ayer, les aseguro que si no se hubieran exhibido sus pesos, nadie hubiera podido imaginar que por kilos distaban hacia abajo de la mayoría de los toros que se lidian actualmente. Por presentación, la corrida la tuvo sobrada. Y por cornamentas, sobradísima. Pero lo importante son los comportamientos.
Nos animamos en este aspecto con el que abrió plaza que resultó muy noble por el lado izquierdo. Pitón que por su manejabilidad en mayor o menor grado fue el que marcó el festejo. Alberto Aguilar se templó en su recibo con el capote. Fue mal picado aunque permitió a David Galván que se luciera en su quite. El toro pareció haberse indo abajo en los prolegómenos de la faena de muleta. Pero cuando Aguilar se dispuso a torear por naturales tras tantear con la derecha, vimos que su embestida por ese lado era larga y hasta cadenciosa. No me expliqué por eso que Alberto cambiara de mano tan pronto. Una manía generalizada actualmente por muchos toreros que lo hacen así en vez de exprimir al animal por su mejor lado. Estos cambios de mano suelen deparar la contrariedad que supone encontrase después con el mejor lado estropeado. A todo ello y al rajarse pronto el toro, se debió lo declinante de esta primera faena.
La decoración cambió por completo con el segundo toro que fue manso en su incansable huir de todo además de muy peligroso. El gaditano David Galván pudo comprobarlo enseguida al quedarse corto rebañando cuando no venciéndose. Una prenda, vamos. Poco tiempo tardó en resultar cogido aparatosamente, cayendo a la arena conmocionado. Las asistencias le llevaron a la enfermería. Y Alberto Simón lo mató muy mal de sucesivas agresiones con los aceros. Por este accidente, la corrida se convirtió en un mano a mano incompleto porque lo que se dice torear solamente lo pudo hacer con el también manso cuarto de la tarde que viajó con la cara muy alta y colándose por el pitón derecho y se dejó brevemente por el izquierdo permitiendo dos naturales cosidos y varios de uno en uno sin mayor relieve. ¿Por qué se dispuso luego en insistir por el derecho? Se eternizó Aguilar con los aceros.
Lo mismo que Javier Jiménez al intentar matar al tercero tras mostrarse muy valiente con la muleta hasta sacar más de lo que tuvo el animal.
Jiménez tuvo que matar dos toros seguidos, quinto y sexto. Desconcertada y desordenada resultó la lidia en el primer tercio del quinto que, a pesar de todo y de esperar además de perseguir en banderillas, resultó uno de los dos mejores para la muleta aunque solamente por el lado izquierdo. La indudable voluntad y valentía del sevillano, depararon una faena muy estimable aunque estropeada por intentar torear también por el peor lado. Si no lo hubiera hecho, la petición de oreja que hubo tras matar al animal habría sido más numerosa y, quien sabe, si finalmente premiada. Parte de culpa la tuvo el que falló con la puntilla levantando al toro tras la estocada del matador. Qué manía hacerlo por delante en vez de por detrás… Javier escuchó la única ovación de la tarde.
El concierto de estribos del sexto al ser picado, fue el prólogo de lo que vino después en la muleta. El animal se abrió y punteó por alto en cada embestida y no hubo manera de que no lo hiciera así por los dos pitones. Jiménez, además, falló estrepitosamente con la espada.
Más que salir, huímos ateridos de la plaza.
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