"Barberillo" de Alcurrucén con el que triunfó Ginés Marín
Uno, en su modestia, espera los toros de Alcurrucén, los de Cuadri, los de Victorino, los de Adolfo y los de Miura… Y lamenta que no repitan los de Fuente Ymbro. Uno es así de raro en sus gustos.
Ni sí ni no, ni blanco ni negro
Paco Mora
Irregular corrida de Pereda, en la que ha brillado por su ausencia la procedencia del encaste Núñez. Algunos hasta tuvieron momentos que parecía que podían ser de triunfo. Pero enseguida desmentían los detalles que hicieron abrigar ilusiones. En general, corrida con más dificultades que virtudes. Gonzalo Caballero recuerda, salvando todas las distancias y diferencias, a aquel Chicuelo II de Albacete que puso Las Ventas boca abajo en varias ocasiones. Y es que Caballero, también justo de estatura física, tiene, como aquel albaceteño, un corazón grande.
En su primero ha tratado de mostrarse sereno y mesurado, pese a la tormenta que, por circunstancias muy íntimas, llevaba dentro, pero en el último de la tarde ha explosionado en el torero valiente y entregado ya conocido en el ruedo venteño, y ha dado una vuelta al ruedo casi tan valiosa como el trofeo auricular, que con un poco más de generosidad del palco hubiera paseado por el anillo entre las ovaciones de un público agradecido a su esfuerzo. A él se debe la estocada de la tarde, en el tercero, y tampoco en el sexto ha andado mal con la tizona. Hay que darle cancha y esperarlo porque puede ser un torero de interés popular. Aunque esto sería pedirle peras al olmo de la furia economicista que impera hoy por hoy en el ámbito empresarial taurino…
Fandiño ha luchado desde su panoplia de posibilidades con la rudeza de las embestidas de sus dos adversarios en una corrida difícil que ha embestido en demasiadas ocasiones a gañafones. El de Orduña ha salvado su tarde con dignidad. El burgalés Morenito de Aranda continúa componiendo bien la figura, pero sin acabar de darle profundidad a un toreo que queda como helado en el tiempo del flash fotográfico. Una tarde más a la espera de la comparecencia de los reyes del momento taurino (Ponce, Morante, Manzanares, Talavante y Perera). Aunque no sea más que para intentar destronarlos. Lo malo es que con los príncipes (Roca Rey, López Simón y Cayetano, por ejemplo), tampoco el exigente e irritado público madrileño está muy por la labor. Uno, en su modestia, espera los toros de Alcurrucén, los de Cuadri, los de Victorino, los de Adolfo y los de Miura… Y lamenta que no repitan los de Fuente Ymbro. Uno es así de raro en sus gustos.
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