Sangre de figura
Empuñando la oreja del toro que le hirió Talavantese fue a la enfermería. Sangrante y maltrecho lo había lidiado en medio del reconocimiento mayoritario que obviaba todo, la celeridad, el trompicón inicial con perdida de la muleta y al final hasta la estocada delantera y desprendida que dio paso a la tempestuosa petición de oreja. D. Trinidad López-Pastor Expósito por supuesto la concedió. Sino ahí pasa algo.
Omitiendo la cornada, si es que se pudiera omitir. Para mí, había estado superior con el bravo y ovacionado segundo. Una faena redonda, de más exigencia, mando, poso y sintaxis, la cual firmó con gran estocada. No le pidieron nada, y la ovación sonó a disculpa. Demostración de que la cogida no se puede quitar del balance de la tarde.
Y tiene que ser así, porque hubo mucho significado en ella y más en la forma como el torero reaccionó tragándosela. Es imposible no aceptar que resulta reivindicador para el toreo, ver hoy una figura en este plan tan estoico. Diciendo aquí estoy. Tachando suspicacias con su propia sangre.
Cierto, el hierro Núñez del Cuvillo es ganadería casi exclusiva de los VIP. También lo es que el segundo y el tercero pesaban casi lo mismo que tres de los utreros de anteayer, que todos eran cuatreños y que algunos blandearon. Quizá eso instigó al purismo torista, nostálgico del buen reglamento de la edad de plata, con los 550 kilos mínimos y los cinco años cumplidos. Quizá eso explicó su hostilidad con el encierro y el intento de desguazar la corrida entera sin reconocer mérito alguno. Pero quizá también a esas cosas fue que contestó el gesto del torero.
El preconcepto englobó todo. Los toros protestados, las correctas lidias de Bautista y hasta su estocada recibiendo al cuarto, que no fueron valoradas, y a Roca Rey que se prodigó con el capote y arrastrando la muleta ligó tandas meritísimas, tal vez las mejores, le ningunearon unos de manera rara mientras los otros callaban. Bueno, cada quien tiene derecho a su opinión, pero también todos lo tienen a la objetividad.
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