Lástima, que el joven Jiménez de Espartinas haya pagado con sangre su amor propio y ansias de triunfo en el toro siguiente, último del festejo. Porque lo de Talavante ha sido un acontecimiento de esos que justifican por si solos una feria.
Fotografías de Andrew Moore
Gloria y tragedia
Paco Mora
La tarde se derrumbaba al irrumpir en el ruedo el quinto toro, un sobrero bis de Mayalde. El público iba desfilando hacia la salida desde la mitad de la corrida, en una de las más negativas imágenes que puede ofrecer un espectáculo taurino. La gente, y no solo los disconformes habituales, se había cansado de la flojera y mansedumbre de los desangelados pupilos de El Puerto de San Lorenzo. La corrida había comenzado mal. Al primero de la tarde, ya se lo tuvieron que llevar a los corrales, cogidito de la oreja, los sabios cabestros que lidera con mano maestra el gran Florito, que se había erigido en el triunfador de la corrida. Ni los más optimistas esperaban que aquel desaguisado se enderezara.
Pero hete aquí, que por arte de no se sabe qué extraña brujería, Alejandro Talavante en un minuto, lo que tardó en montar la muleta y enganchar al “mayalde”, con una aterciopelada suavidad, un mimo, una cadencia y un ritmo arcangélico, puso al público en pie enardecido por la belleza del toreo grande, el toreo eterno, ese que enerva los sentidos y le hace a uno sentirse orgulloso de ser aficionado a esta fiesta única. En unos escasos minutos, el aburrimiento, la irritación, la decepción y el desencanto, cedieron el paso al entusiasmo de una plaza que se había llenado hasta la bandera para presenciar la Corrida de la Prensa, y hasta ese momento se sentía asqueada de haberse dejado engañar una vez más.
¡Qué hermosura de toreo, con el que subyugó Talavante a quienes presenciaron la corrida “in situ” o por Canal-Toros! Una faena de esas que, dentro de treinta años, los que vivan presumirán recordándoles a sus nietos: “Yo vi a Talavante el día 19 de mayo de 2017, con el “mayalde” en Las Ventas”. Lo de menos fue el trofeo, que bien pudo ser doble si comparamos con otros que se han concedido en lo que llevamos del ciclo. Al fin y al cabo, las orejas solo son despojos, a veces con garrapatas…
Lástima, que el joven Jiménez de Espartinas haya pagado con sangre su amor propio y ansias de triunfo en el toro siguiente, último del festejo. Porque lo de Talavante ha sido un acontecimiento de esos que justifican por si solos una feria. Como el toro “Ratón” de Manolete, como el toro blanco -que no lo era- de Antoñete, como la célebre corrida de Victorino, como el “Cobradiezmos” de Sevilla del mismo ganadero, como aquel “Bastonito” que sitió con sus pitones a Rincón mirándole a los ojos, teniéndolo a su merced en la arena madrileña. Son hitos del toreo, a los que habrá que sumar el suceso protagonizado hoy en Las Ventas por este Magno Alejandro.
Castella, se ha mostrado solvente en sus dos toros, en una tarde en la que lo de Talavante lo ha borrado todo.
Posdata.- Simón Casas deberá estar pensando a estas alturas que Las Ventas tienen más miga de lo que se puede resolver con retóricos discursos entre barreras. De momento, su veedor -que no sé quién es ni me interesa saberlo- quizás haría bien en comenzar a gestionarse un puesto para vender el cupón de la ONCE.
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