El más joven, pero a la vez el más antiguo y por tanto cabeza del cartel, llenó la tarde. No solo con su cuajo torero, también con su coraje, aplomo y sentimiento. Capaz y generoso en todo; a la verónica, en los quites, en las banderillas, a diestra y siniestra con la muleta y sobre todo en las tremendas estocadas con que rodó a sus tan distintos montecillos.
Maduro Colombo
La duodécima corrida de San Isidro tuvo un nombre, Jesús Enrique Colombo. Debutaba en Las Ventas, en feria máxima y ante dieciocho mil espectadores. No le pesó tal compromiso al tachirense. Con la serenidad de un curtido veterano tomó el ruedo y se puso por encima de toda circunstancia desplegando su fresca tauromaquia en los tres tercios.
Desde hace cuatro años, cuando le conocí toreando triunfalmente sin caballos en las pre ferias de Manizales y Cali pronto me desarmó del escepticismo suspicaz reactivo a los entusiastas encomios con que paisanos suyos, amigos míos, me lo habían anticipado. Tenían razón, me obligó a pensar pronto, probando tener esas cosas que no se adquieren. Carácter, serenidad en el apremio, y el gusto del valor.
Sus proporcionadas hechuras que calzan tan bien el traje de luces contestan aquello de que además de ser, hay que parecer. Este hijo de torero, ha complementado su bagaje innato con el buen aprendizaje. Las escuelas de San Cristóbal y Madrid y una carrera novilleril sin premuras le permitieron llegar al examen de la primera plaza del mundo como se debe llegar. Así.
El acompasado vaivén de su capa, el aire sevillano de codos arriba en las chicuelinas. Sus alegres y eficaces repentismos en el segundo tercio. El parar, templar, mandar, cargar y ligar de su muleta y el tan honorable uso de la espada, le hicieron ganar alta nota hoy en Madrid. Si su señoría D. Javier Cano Seijo no le quiso conceder lo furiosamente pedido por los que pagan, tendrá sus buenas razones, las respeto y doy por hecho que las mantendrá cuando vengan las figuras.
Pero el pelo es lo de menos, lo de más es el respeto y la ilusión con que lo despidió el jurado supremo, la afición de Madrid.
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