Colombo*
Just One More Thing
(Sólo una cosa más)
Me dice un amigo que gusta de otear con sus prismáticos la Plaza entera, que ya hace más de cuatro días que no se ve a Donsimón aparecer por el burladero en el que unas letras blancas pintadas sobre rojo inglés forman la palabra EMPRESA. Esto puede deberse a variadas circunstancias, de las que las más plausibles serían o que Donsimón tenga algo mejor que hacer que ir a ver la Feria que él mismo y su pandilla han perpetrado o bien que sienta tanta vergüenza de lo que va saliendo por los chiqueros que haya decidido irse a ver las corridas por la TV y así disfrutar con el conglomerado de ruedas de molino, medias verdades interesadas y sandeces con las que los pelmazos comentaristas atosigan al inerme espectador.
La cosa es que no vemos a Donsimón de Plaza1 por Plaza1, que lo mismo se ha echado al monte a reseñar él mismo las corridas que van a venir, si ya no se fía de nadie, o acaso ande en un cursillo para ir tomando acento mejicano en previsión de lo que quizás pase a final de temporada. En cualquier caso él ha dejado en el susodicho burladero, como su más fiel y dócil capataz, al rubio torero Curro Vázquez, que defiende el honor mancillado de Plaza1 con fiereza y vehemencia, faltaría más. Ayer mismo, sin ir más lejos, en el patio del desolladero, fue sentir al veterano cronista Juan Miguel Núñez decir a un entrevistador lo que todos los aficionados decimos en todos los corrillos, lo de cómo estamos ya hartos de la birria de corridas que llevamos, la pésima presentación, las escaleras ganaderas, la blandenguería agropecuaria y saltar Curro sobre él cuan pantera de Sumatra a quitarle la voz, la opinión y, si se llega a terciar, los dientes. Parece mentira, tener que ver a un hombre que se trata con cosmopolitas como Amón, pura cultura, usando esos modos tabernarios, esa barriobajera respuesta a la disensión que tantísimo avergonzaría al periodista si acaso los usase en el patio del desolladero del Metropolitan Opera House o en el de La Fenice por defender el honor del tenor Juan Diego Florez, pongamos por caso.
El caso es que entre cosas relacionadas con los dineros que no fluyen como se esperaba, cosa que me importa un bledo, y con el pésimo resultado que se lleva obteniendo en las corridas que llevamos ya pasadas, que son prácticamente una cuarta parte de la Feria, deben de estar los nervios más que a flor de piel en las covachuelas de Plaza1, y eso que hoy la novillada de El Montecillo, anunciada en el programa oficial de la Empresa simplemente como Montecillo, que le han birlado a don Paco Medina el artículo, ha dejado a la parte ganadera en bastante mejor lugar que lo que han hecho las de los días precedentes. Los Montecillo se han burlado a modo de la cosa ganadera que les ha precedido, porque han sacado genio, casta, picante e interés. Yo, lo digo con absoluta sinceridad, no creo que un buen hombre que se gasta sus cuartos en comprarse vacas de Juan Pedro esté buscando este comportamiento y menos aún el reguero de sangre de torero que los de El Montecillo han dejado en Las Ventas en sus últimas cuatro o cinco apariciones, pero lo cierto es que ahora esperamos a los productos de don Paco Medina con cierto interés, pues de ninguna manera tren consigo la bobería inane que se desprende de su origen. De los seis de El Montecillo el más complicado, a gran distancia de los demás, fue el sexto, Mensajero, número 10; hubo dos de buena nota, el cuarto, Ratonero, número 36, y el quinto, Ilustrado, número, 33, pero el resto del encierro se movió al menos en el límite del aprobado, lo cual no quiere decir que diesen facilidades a los que iban a acabar matándolos. Si además añadimos que el encierro fue bastante parejo en presencia y romana, pues ya tenemos una interesante y variada tarde de toros.
Para la lidia y muerte a estoque de los de El Montecillo, las cabezas pensantes de Plaza1 contrataron a Jesús Enrique Colombo, de San Cristóbal, Venezuela, nuevo en esta Plaza, Pablo Aguado y Rafael Serna.
Recibe Colombo a su primero con más ganas que tino y en seguida pasa el animal a la jurisdicción de Andrés Nieto, que va tocado con un castoreño como de plástico blanco, que ese sombrero no ha visto un castor ni en fotografía, y es que uno no puede dejar de fijarse en otra cosa que en el falso castoreño y casi se nos pasa lo poco que se emplea el animal en la cosa del jaco y en lo poco amante de la vara que es. Luego Colombo pone banderillas a gran velocidad, de nuevo con más ganas que tino, y pone en marcha un trasteo voluntarioso, pero basado en los principios deleznables del neotoreo en cuanto a llevar al toro por las afueras y demás cucamonas. Lo que más vale de la faena es la disposición y el ánimo del novillero, que finaliza su trasteo a base de cercanías, en esos medios pases de proximidad que tan poco nos gustan. Su segundo atiende por Ratonero. Lo recibe con unos estéticos lances a la verónica. La parte de la equitación corre a cargo de Gustavo Martos, que no brilló a gran altura. Se echa el novillo con fuerza a la primera vara recibiendo lo suyo y en la segunda recibe el ya tradicional lanzazo trasero y de nuevo Colombo banderillea. El primer par es comprometido para él, pues el novillo le acosa con celo y le saca de la Plaza por vía de olivo, pero Colombo, que ha estado en novillero toda la tarde, vuelve a la carga y clava un par al cuarteo con rabia y luego medio par al quiebro, recibiendo la cálida ovación de una Plaza que está un poco harta de ver a tantos novilleros que parecen matadores de toros de veinte años de alternativa. Brinda al público su segundo, igual que brindó el primero, y comienza su trasteo en los medios para volver a dar la misma imagen que en su primero en cuanto a su estilo despegadillo, apurando las consabidas ventajas, pero con rabia novilleril y ganas de no dejar pasar la oportunidad con un enemigo que puso todo el picante en la faena. Remata su labor con unas ajustadísimas bernardinas. Deja cartel y se le puede volver a ver.
Pablo Aguado es torero al que debe dar gusto ver sin toro, con un carretón o con uno haciéndole de toro, pues se atisban bien sus finos modos, lo que pasa es que luego llega el novillo y lo descompone todo. Su primero, Sillero, número 41, le avisó en los lances de recibo y después durante la faena de muleta de que a la mínima se le comía. Por suerte no fue así, pero le pegó cuatro coladas que quitaban el hipo. Con eso ya le bastó al torero para orientarse en cuanto a que el tal Sillero no era de la condición estrictamente boba que él necesita y eso hizo que la cosa no saliese acorde a los intereses de Aguado, que despenó al novillo de bajonazo y estocada trasera caída. En la segunda parte del festejo Pablo Aguado sorteó a Ilustrado, al que llevó al caballo con un lucidísimo galleo por rogerinas y pese a lo mal que anduvo el cabalgador, el toro cumplió bien, empleándose atento en las dos varas. Aguado cita en el inicio de su trasteo con un ayudado por alto y el toro casi se lo lleva por delante en ese primer pase. Una vez recompuesto del susto plantea su faena de la manera contemporánea, la de todos los días, y ahí saca un redondo muy templado y mandón que queda aquí reseñado como la cima estética de la propuesta de Pablo Aguado. En el resto de la faena siempre pasa algo inconveniente, o le engancha la muleta, o le mira o se trompican ambos… Eso sirve para que el toro vaya desarrollando su casta y enterándose de que allí el que manda es él, y a partir de ese momento se cambian los papeles y es el de las cuatro patas el que se come al torero y no le deja estar. Pírrica victoria a los puntos para Ilustrado, que recibe una estocada baja.
Y Rafael Serna, que pagó un fuerte tributo de sangre el año pasado en Las Ventas con un novillo de Guadaira, volvió a sortear el más intratable de los novillos de la tarde, como ya casi viene siendo costumbre en él. Era éste el sexto, Mensajero, ante el cual el sevillano no quiso arriesgar un alamar y decidió rodear la fortaleza, asediarla desde el otro lado del río y cuando fue posible dejó en el interior de su anatomía una estocada tendida atravesada echándose fuera y luego unos cuantos descabellos, que lo mismo da si fueron dos o siete. En su primero, Zapateadoro, número 47, manejó toscamente el capote recibiendo la réplica de un alegre quite de Colombo y se empeñó en un trasteo que apenas llegó al tendido, pese a estar basado en el toreo más aburridamente contemporáneo que imaginar se pueda y que, según quien lo haga, tanto puede llegar a encandilar a los públicos. Tras dar una tanda sin escuchar un solo ole y luego otra igual, tomó la decisión de echarse a matar cobrando una estocada trasera caída.
Lo mismo que se dice una cosa, se dice otra y hoy el presidente señor Cano Seijo y su asesor Joselito Calderón defendieron la dignidad de la Plaza manteniendo el criterio y no sacando el trozo de sábana blanca a Colombo. Ahora lo que tocará será ponerles verdes.
El otro Colombo
Sólo otra cosa más
Madridistas de Leganés
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*Pepe Da Rosa
COLOMBO
Se busca que hay un caso y tiene tongo
Al teniente Colombo
El pobre tiene cara de aburrío
y llega con colilla y encogío
pregunta por el dueño de la casa
y luego que le cuenta lo que pasa
no queda convencío
Se pone a rastrear que no se fía
igual que un perro en una cacería
Se mete por el ojo de una aguja
Se fija en una simple tontería
Y da con el granuja
A mí que este Colombo me empepina
Me gusta, me entretiene, me domina
y pienso como muchos ciudadanos
pa verlo trabajar sin gabardina
Ya llegará el verano.
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