Aunque lo más llamativo del festejo fue que David Mora escuchó los tres avisos mientras intentaba descabellar al quinto toro – se contaron 16 golpes 16 – y pese a algunos pasajes muy vistosos de Diego Urdiales con el primer toro, especialmente con el capote y en el arranque diestro de su faena, mas las muchas ganas de José Garrido en el recibo del tercer toro y con el sexto al que lanceó muy apretado y enjundioso en el recibo como en los buenos quites que también hizo en sus turnos, además de los dos extraordinarios pares de banderillas a cargo del más ovacionado de la tarde, Ángel Otero, en el segundo toro, la corrida de El Pilar falló estrepitosamente por su enormidad y nulo fondo.
Otro corridón infumable
J.A. del Moral · 14/05/2017
Madrid. Plaza de Las Ventas. Sábado 13 de mayo de 2017. Tercera de feria. Tarde fría y ventosa con cielo variable y casi lleno.
Seis toros de El Pilar, de enormes hechuras y abundante cornamenta en su mayoría – el más pesado quinto fue menos aparatoso de cabeza que sus hermanos – y de mal juego en general salvo brevemente en la muleta por el lado derecho el primero y otro tanto en sus principios el sexto. Los demás, impracticables en distintos grados por lo que huyó incesantemente el segundo que intentó saltar al callejón tres veces, inválidos tercero y cuarto, como también muy flojo el tercero.
Diego Urdiales (marino muy obscuro y oro): Pinchazo, estocada algo atravesada y cuatro descabellos, aviso y silencio. Estocada habilidosa, silencio.
David Mora (rosa y oro): Pinchazo, otro hondo y tres descabellos, silencio. Estocada corta y dieciséis descabellos, tres avisos antes de morir el animal de un puntillazo ejecutado desde la tronera de un burladero y gran bronca que se reprodujo al abandonar la plaza el matador.
José Garrido (morado y oro): Estocada trasera, silencio. Estocada caída, palmas con saludos.
Llevamos vistas tres sufridas corridas y salvo el toro de El Ventorrillo que le correspondió a Morenito de Aranda en quinto lugar, los demás no permitieron en triunfo de los actuantes salvo en momentos muy contados durante la lidia. Y las gentes se preguntan: ¿merece la pena traer un ganado tan enorme, todo lo hermoso y espectacular que parezcan estas reses dignas de ser expuestas en museos de ciencias naturales, pero prácticamente inviables para hacer el toreo como actualmente se exige? Mi opinión es que no, aunque sé perfectamente que sería muy difícil por no decir imposible bajar el listón, sobre todo en cuanto al imponente tamaño de las reses. Llevo toda mi vida viendo toros en todo el mundo y afirmo que prefiero los toros que se lidiaban hace y muchos años. Desde luego más pequeños pero también mucho mejores en juego que los que vemos ahora en muchas plazas de primera y en varias de segunda.
Sí. Ya sé que algunos de estos gigantes embisten con nobleza y con celo. Pero son los menos. Recuerdo cuando cada vez que se anunciaba un toro con 500 kilos de peso la gente se admiraba y no digamos si pesaban más. Ahora 500 kilos apenas impresionan porque lo normal es que pesen bastante más. Incuso me atrevo a decir que estamos viendo toros que se anuncian en la tablilla con más de quinientos kilos y pesan mucho más. Ni se atreven a decirlo abiertamente.
Bueno, pues con esta grandullona materia prima, estamos viendo y sufriendo demasiadas tardes en las que domina el aburrimiento. No hace tanto tiempo que los matadores de toros se limitaban a machetear con la muleta y a matar pronto cada vez que un toro no daba oportunidad de triunfar. Pero ahora no. Ahora se eternizan en intentar que los toros duren aunque no duren nada en porfías todo lo meritorias que se quiera, pero la mayoría de las veces infructuosas y hasta desesperantes.
La corrida de El Pilar que se lidió ayer en Las Ventas, fue un buen ejemplo de lo acabo de decir aunque hubo momentos, fases, periodos casi siempre cortos en los que los actuantes – ayer tanto Diego Urdiales como José Garrido además de la brillantísima intervención con las banderillas de Ángel Otero – no pudieron completar con limpieza cuanto se propusieron. No digamos David Mora que fue el menos favorecido en el sorteo y el que tuvo menos oportunidades de triunfar.
Empezando por David Mora, lo acontecido ayer fue tristísimo porque en un solo año pasó del gran triunfo al mayor de los fracasos. Le quedan otras dos corridas en esta feria y, supongo, que con algún toro pueda desquitarse del disgustazo que padeció mientras se eternizaba con el descabello. Cuestión que cabe achacar al propio matador porque nunca se debe descabellar tras una sola estocada defectuosa e ineficaz. Y bien que lo pagó tanto mientras intentaba una y otra y otra vez acabar con el animal, como después teniendo que soportar dos monumentales broncas. Por otra parte, tampoco anduvo fino David al torear mientras el quinto toro se dejó por el lado derecho, reconociendo que lo metió en la muleta hasta completar algunos redondos aceptables pero, estéticamente, horribles. Ya le dije en Sevilla que tiene que corregir de una vez por todas esa manera de llevar la muleta desde una postura corporal demasiado doblada porque él mismo, a veces, consigue hacerlo derecho. Le hemos visto así en no pocas ocasiones. Recordar como más cercanas las gloriosas faenas de su reaparición en Vista Alegre y la del año pasado en La Ventas, como demostraciones fehacientes de lo que este torero puede hacer.
Diego Urdiales, tan querido y admirado en Madrid como en Bilbao y en su Logroño, al menos pudo expresarse con notable belleza y sentimiento en su recibo por verónicas y en la primera parte de su faena con la mano derecha al primer toro de la tarde hasta que se acabó el poco carbón que tuvo. Claro que, también cabe achacar la decadente faena a cambiar de mano para dar naturales cuando el toro no se dejaba por ese pitón. Cuando volvió al lado derecho el animal ya no valía para nada, aparte lo difícil que se puso para entrarlo a matar. Luego, con el cuarto, los muy breves intentos de lucirse le vinieron bien para poder matarlo pronto y bien.
Quizá y sin quizá quien ayer puso mayor empeño en triunfar fue el más joven José Garrido que no perdió ninguna ocasión de lucirse con el capote tanto en los quites que hizo en sus turnos como en el muy emotivo recibo por lances rodilla en tierra al tercero que no dio para más y en el saludo al sexto toro por delantales ceñidísimos que remató con media de rodillas. La breve bondad de este toro también la aprovechó Urdiales en su quite por verónicas y el mismo Garrido en la primera parte de su faena mientras toreó por redondos ganando siempre un paso tras cada pase, lo que le permitió ligar los muletazos pese a lo mucho que le tardeó el toro. Y no así cuando toreó al natural quedándose descruzado y, por ello, deslucido y hasta protestado. Claro que el toro por el pitón izquierdo no fue tan proclive como el derecho. También a Garrido le pasó lo de Urdiales en su faena al primer toro por cambiar de mano antes de exprimir al animal por donde mejor fue. Cuando volvió al mejor pitón, el toro ya se había venido abajo por completo.
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