- Ya no le hacen falta los partidos políticos.
- Es más: la doble obediencia se ha terminado.
- Macron ha sido pastoreado por Alain Minc, exconsejero de Caixabank y ahora de Abertis.
- Con Macron, el cristianismo en Francia afronta dos retos: Brigitte, que es una degenerada y la marginación jurídica de Émile Combes.
- La actualísima frase de Pío X: “Es preferible perder los bienes a perder el Bien”.
La masonería tendrá que tener cuidado con la introducción de Manuel Valls en las listas del nuevo partido (República en marcha) del novísimo presidente, Emmanuel Macron. Y es que los socialistas le llaman traidor y los macronistas le llaman aprovechado. Y ambos tienen razón y ambos, Macron y Valls, son masones.
Pero, encima, no se vayan a creer, Lolito Macron es un masón de última fila, pastoreado por el progresista más finolis al norte de los Pirineos: Alain Minc, consejero de Caixabank y ahora de Abertis.
Con un movimiento similar al Forza Italia de Berlusconi, o al 15M-Podemos de Pablo Iglesias, ajeno a un partido político, Macron, de obediencia Rothschild, es decir masonismo puro, ha logrado la Presidencia de Francia. El partido vendrá después y sólo por prescripción legal.
Veamos: el problema de los masones cuando entran en política sigue siendo la doble obediencia. Porque claro, cuando un masón se dedica a la cosa pública, ¿a quién sirve, al pueblo o a la logia? Y a quién obedece, ¿al Partido o al gran Maestre?
Hechos: nos cargamos el sistema de partidos y, por ende, del sistema democrático. Que, dicho sea de pago, nunca agradó mucho a la masonería por cuanto los Hijos de la Viuda siempre han sido muy elitistas.
¿Y ahora qué va a pasar con el cristianismo en Francia? Pues la Iglesia en Francia tiene dos problemas: Brigitte y Comes.
La esposa de Emmanuel Macron es una degenerada. Se nos vende como una gran historia de amor pero lo cierto es que es una señora que a sus 39 años flirtea con un adolescente de 15. La tal señora tiene hijos mayores que su marido pero por él abandona a su esposo. Una historia muy vieja, naturalmente, pero lo nuevo no es la historia de Brigitte sino el hecho de que se nos vende como una preciosa historia de amor. Se nos pone como ejemplo. Esto es lo más peligroso.
Con Macron y Valls, el segundo problema al que se enfrenta la Iglesia en Francia se llama Émile Combes, seminarista que no puede ordenarse por ser ultramontano y que como todo rebotado se convierte en un tipo con muy mala leche.
Es el fulano que deja a la Iglesia sin personalidad jurídica y crea las llamadas asociaciones cultuales -no culturales- que administran los bienes la iglesia y, que, por el mismo precio, nombran al párroco. San Pío X se niega a reconocerlas y el amigo Combes lo tiene claro: si usted no las reconoce la Iglesia perderá todos sus bienes, lo que hará muy difícil su labor evangelizadora.
Respuesta del Papa Pío X. “Es preferible perder los bienes a perder el Bien”.
Y en efecto, la Iglesia pierde todos los bienes. Con la III república, desde 1905 hasta 1913, la progresía re-expolia a la Iglesia. Hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial se subastan, por segunda vez en un siglo, los bienes de las iglesias.
Pero Combes no pudo terminar su tarea por un asunto que no es nuevo en la España de hoy: corrupción. Surge la crisis de las fichas, un fichero donde se descubre que sus cargos los reciben de la masonería, no del Estado.
Estos son los dos peligros de la Francia de Macron. Por lo demás, una pobre marioneta de fuerzas más poderosas.
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