Digámoslo con el mayor de los respetos porque el toreo no es un juego de niños sino un ejercicio que requiere extremas facultades físicas, una mente clara como el agua, una destreza en consonancia con las dos condiciones anteriores y, por supuesto, valor a raudales porque basta que falle una sola de estas virtudes, para que el solo hecho de ponerse delante de un toro y, aún más, de un toro con toda la barba por presencia y potencia como varios de los de ayer de Victoriano del Río, la proeza ronda el suicidio. Lo que para quien firma esta crónica quedó ayer demostrado es que Pepín Liria no está en condiciones para reaparecer a estas alturas de su vida. Y aún menos en esta plaza y feria de San Fermín en Pamplona. Ayer tarde, además, en el palco presidencial no había “nenas”. Había un señor vestido de frac y chistera que se las sabía todas y creo que no necesitaba que le asesorara nadie. Pero los hechos fueron que Liria estuvo a merced de un torazo descomunal con toda la barba intacta para nada fácil y que expuso su vida sin estar ni de lejos preparado para afrontar la apuesta. Hablo en serio y en absoluto llevado por los explicables sentimentalismos que ayer desbordaron a la inmensa mayoría del público presente en la plaza. Y menos mal que el terrible percance sufrido por Pepín no llegó a mayores…
Torear no es suicidarse. De ninguna manera. Torear es poder y superar cualquier contingencia que presenten las reses de lidia con el mayor dominio de la situación y la la mayor belleza posibles. Y eso ayer no fue ni de lejos lo que le ocurrió con Liria. Lo que pasó fue que por la trágica cogida que, además, no fue fortuita sino explicable dada la incontrolada entrega del torero, el sentimentalismo de los espectadores y los recuerdos de lo que Pepín fue en esta plaza y en las demás durante su heroica carrera, brotaron en cascada incontrolable y que la presidencia no se dejó llevar por la situación. Concedió a Liria la primera oreja por obligación estrictamente reglamentaria. Pero se negó con toda la razón de su parte a conceder la segunda e hizo lo que debió hacer. Así de simple y así de claro. Puede que de haber presidido el festejo alguna de las señoras o señoritas que hemos padecido en esta feria, otra hubiera sido la decisión del palco llevado por la presión ambiental. Pero eso no es en absoluto lo que debiera ser siempre.
Además, ayer tampoco quien presidió accedió a conceder otra oreja a El Juli tras matar de una muy defectuosa estocada al quito toro de la tarde, a cuenta de una buena aunque excesivamente larga faena, principal razón del fallo a espadas del gran maestro que ayer no lo fue tanto como suele. Y es que al segundo de Victoriano de El Rio, nada grato, El Juli no lo quiso ni ver. Sin duda no esperaba que los toros de ayer dieran el juego que dieron. ¿O no?
Mas, ¿qué decir sobre la segunda y última actuación de Ginés Marín en esta feria a las que vino por su triunfal actuación del año pasado? Pues que no tuvo suerte con los dos toros de su lote ni anduvo como debió y esperamos que esté. ¿Qué le está pasando este año a Marín que no parece ni su sombra?… Que las cosas se le han puesto muy cuesta arriba y no está siendo capaz de resolverlas. En fin…
Éxito trágico sentimental de Pepín Liria, El Juli por debajo
de sí mismo y eclipse de Gines Marín
Pamplona. Plaza Monumental. Jueves, 12 de julio de 2018. Octava de feria. Tarde calurosa con casi lleno.
Seis toros de Victoriano del Río y un sobrero de Cortés (del mismo encaste y dueño) tras devolución del muy débil sexto. No dieron el juego esperado. Nada fáciles salvo el mejor del envío que hizo quinto.
Pepín Liria (blanco y oro): Estocada que hace guardia y descabello, aviso y silencio. Estocada, oreja con fuerte petición de la segunda y bronca al presidente por no concederla.
El Juli (marino y oro): Dos pinchazos y dos descabellos, silencio. Estocada muy trasera caída y descabello, aviso, petición de oreja y ovación con saludos.
Ginés Marín (ceniza y oro): Dos pinchazos y estocada, aviso y silencio. Estocada, silencio.
Bien a caballo el gran picador José Antonio Barroso. En banderillas destacó Álvaro Montes. Y en un par suelto, Antonio Manuel Punta.
La historia de Pepín Liria es triunfalmente ancha y larga. Lo fue mientras duró su meritísima carrera y, sobre todo, en esta plaza de Pamplona que fue suya. Este año decidió reaparecer para conmemorar el 25 aniversario de su alternativa. Está en su derecho de hacerlo aunque, como vimos ayer, no en plenitud de facultades aunque entipado. O sea, aun joven por fuera pero no por dentro. ¿Entonces?. Pues que comparecer en Pamplona fue una temeridad. Claro que la corrida de Victoriano del Río, aunque tremebunda por su aspecto, no dio el juego esperado. Suele suceder aunque no tenga explicación y además también sucede lo mismo en Madrid por San Isidro, que la corrida premiada por su gran juego en la temporada anterior, pega el petardo en la siguiente. Se cumplió el fatal presagio con la de ayer. Y la mayor víctima fue precisamente Pepín Liria pese a resultar el único triunfador del festejo. Triunfador ciertamente circunstancial a cuenta de lo que acabamos de escribir en la entradilla de esta crónica y no vamos a insistir. y es que para mi, lo ocurrido con Liria fue algo lamentabilísimo por mucho que fuera celebrado. No se equivoque Pepín. Lo de ayer fue un trágico aunque triunfal espejismo por mucho que pusiera a la plaza boca abajo con el general coreo de !!!Pepín, Pepin, Pepín…¡¡¡ que, por cierto, no lo oímos y nos chocó tras deshacerse el paseíllo o durante el mismo. Crueldades de la vida. Tuvo que pasar lo que pasó para que el coreo resucitara. !Que ingrata y caprichosa es¡
Ya con el primer toro pudimos apreciar que Liria no estaba preparado para el reto aunque por su buen aspecto lo hizo parecer, como también por su actitud en el recibo del animal con dos limpias largas cambiadas de rodillas que enlazó un lance a la verónica, tres chucuelinas y media de rosillas con la plaza echando humo. Fuerte ovación al brindar al público su primera faena que sucedió velozmente, enganchada y con desarmes hasta matar de estocada trasera y algo atravesada que necesitó del descabello. Y de la ovación de arranque pasamos al silencio. Aluego vino lo que vino que ya hemos descrito y analizado.
Me decepcionó El Juli. La nada fácil corrida aunque su segundo toro fue el único potable del envío, fue ocasión pintiparada para que don Julián hiciera una gran exhibición de su reconocida maestría. Pero con el segundo toro no le vimos nada animado ni animoso limitándose a cubrir el expediente y fatal con la espada. Media puñalada trapera, otra media muy trasera atravesada y dos descabellos. Increíble. Luego con el mejor quinto El Juli logró que cambiara la decoración. Por fin apareció el gran maestro corrector de defectos que enseguida solucionó. Hasta se relajó al natural. Pero por querer apurar las cosas, se pasó de faena – craso error – , se descolgó de cuello el toro como suele suceder en los mismo casos y el espadazo resultó tan defectuoso como ineficaz hasta necesitar del descabello. El presidente, ya quedó dicho, se negó a conceder el trofeo, por cierto solicitado sin mayoría ni entusiasmo.
No quiero alarmar a nadie con Ginés Marín pero lleva un añito – estamos en la mitad de la temporada – muy decepcionante. ¿Qué le ocurre, qué le pasa…?. Será el propio Marín quien tenga que explicarlo y, luego, resolverlo. Porque tal como está, su estrella tan bien lograda podría desaparecer en un santiamén.
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