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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 23 de septiembre de 2010

HEMEROTECA: Juan Belmonte "El IV Mito"


JUAN BELMONTE, “EL IV MITO”

 
A. Heredia / "El Ruedo"

Madrid, 18 de Octubre de 1.944,  nº 17
¡Dios mío el toreo!. ¿Hay algo más sublime y emocionante?. Llega al alma desde una mirada, cruza el intelecto en donde deja una clara y creativa luz de libertad a la vez que anula el pensamiento atroz de la vida cotidiana y nos remite a la esencia natural del ser humano con su historia.

Los amantes de las corridas de toros hemos llegado a un momento en que no aceptamos la imposición arbitraria, la reflexión artificiosa, ni la prohibición mafiosa. Las corridas de toros son la unión en un símbolo: la emoción, el héroe, la muerte y el Cielo. Son las mismas explicaciones que conservaron, defendieron y nos legaron las gentes de España y que demuestra con su tragedia, la salvación del toro de lidia. Todo lo demás, que cuente por ahí, no pasan de ser aforismos politicos.

- Usted, Juan, ¿Ha sido un mito en el toreo?.
- “Si lo dice usted en el sentido de fábula, no. Mi toreo fue real y mis cornadas han sido ciertas. También fueron verdad las cornadas de Manuel García, “El Espartero”, de Antonio Montes y las “majezas” que cuenta de Antonio Reverte, los tres son mitos del toreo., ¡menos mal que no estoy solo!, ya somos cuatro y puede que haya algo de cierto. Cuando buscan antecedentes a mi forma de hacer el toreo todo el mundo se orienta en el sentido de aquellos tres monstruos y se da el caso, que a ninguno los he visto torear. Cuando el toro de Miura, “Perdigón”, mató a “El Espartero”, él, tenía 28 años, el día 27 de Mayo de 1.894 y yo solamente dos. Cuando Antonio Reverte sufrió la fatal cornada del toro “Grillito”, de la ganadería de Ibarra, fue el 28 de Abril de 1.899, tenía once. Antonio Montes murió en Méjico a consecuencia de la herida que le causo el toro “Matajaca” de Topeyahualco, contaba 15 años y era por entonces, cuando empezaba a jugar al toro en el Altozano. Estos grandes toreros han contribuido de forma especial al sentido más dramático del toreo. Ellos si se lo merecen, son leyenda, yo todavía no. Según don Ramón María, me ha faltado morir en la plaza. Afortunadamente no ha sido así. 

Seguramente la analogía comparativa entre aquellos tres magníficos matadores y yo, se fundamenta en que, ninguno de los cuatro teníamos dotes físicos, hubimos de suplirlos y sustituir por la filosofía “espartana” de quedarnos quietos, obligar a los toros a pasar a fuerza de aguantar y llevarlos toreados. Las leyendas surgen, casi espontáneas, del pueblo, creían que estabamos a merced de los toros y esperaban con expectación la tragedia en cualquier lance. Para “El Espartero” y Montes llegó un mal día. Reverte murió en una mesa de operaciones a causa de aquella salvaje cornada. Y yo …. El mito es más selectivo. Se logra cuando el público asocia el riesgo eminente, aunque parece una paradoja, con una gran sensación de dominio, habilidad y arte de torear. Tenía la extraña seguridad de poder con los toros y al mismo tiempo que cualquiera me podía matar en un pase. José acentuaba tanto la primera sensación que, a nadie, se le podía ocurrir pensar en que corría realmente peligro en los terrenos que pisaba, los mismos que yo a dos dedos de la muerte. En el caso de Manuel García Cuesta, “El Espartero”, la leyenda ha acertado plenamente, después el público la ha dado más fuerza con sus fantasías. Pero por favor, ahora mismo soy ganadero. Me preocupa el precio del pienso y las sementeras del campo”. 

Juan Belmonte sonríe con un gesto ancho y triste que semeja una mueca. Nada que ver con la sonrisa triste de “El Espartero”, la cara larga, seria y grave de Antonio Montes, el “Sacristán de Triana” o la faz terrosa y verde de Reverte. Cuatro toreros que conocían los riesgos mejor que nadie y fueron a la muerte por fatalismo, por un criterio estoico en la interpretación trágica de sus vidas. Otras caras de la misma moneda y la contradicción son los alardes de seguridad de Curro “Cúchares”, los gestos de soberbia de “Guerrita”, las muecas desdeñosas de “Joselito” o las “espantás” de Rafael. Entre unas y otras formas de sentimiento hay una cohesión que llega a las gentes, entonces es cuando levantan en hombros a sus ídolos y los elevan a la categoría de mitos del toreo.
Remitido por Aquilino Sánchez Nodal.

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