La penúltima en deslizar una vileza dialéctica, absolutamente innecesaria, tan injusta como estúpida, contra Francisco Franco, ha sido Isabel Díaz Ayuso, la Cenicienta del PP a la que el Príncipe tolili de Génova le ha enviado a los enanitos de Blancanieves para que le envenenen las manzanas y le pinchen las ruedas de su carroza presidencial en las cocheras de la Puerta del Sol. La pobre Cenicienta que, como la Zarzamora, llora que llora a todas horas entre bambalinas mientras le pasa la bayeta a las deposiciones de Pablo Casado, acaba de adornarse en la vanguardia oligofrénica del Me Too Antifranquista afirmando que el autoritarismo de Pedro Sánchez es superior al de Franco.
Esta chica, devenida Cenicienta de Pablo Casado, a la que yo voté (no me arrepiento pero no lo volveré a hacer) confunde Autoridad con autoritarismo, en la misma medida que confunde el régimen que a ella le echa de comer con una Democracia como Dios, Pericles y Montesquieu mandan. El autoritarismo es la bastardía con la que gobiernan los que carecen de Autoridad por muchos votos que tengan. La Autoridad que emanaba de Franco desde que era cadete no necesitaba de gestos, maneras y ademanes autoritarios; se imponía por sí misma incluso cuando estuvo confinado en el ostracismo por el autoritarismo criminal del Frente Popular con la cobarde complicidad de tus abuelitos ideológicos de la CEDA, Isabelita. Franco era la encarnación de la Autoridad que genera orden, prosperidad y progreso. Pedro Sánchez y tu principito genovés son dos caricaturas autoritarias que, además de risa y asco, no generan más que desorden, inseguridad, inestabilidad y pobreza, mucha pobreza. Autoritarismo es lo que Pablo Casado está haciendo contigo, Isabelita, mona, porque un enano con mando y sin Autoridad siempre gobierna con autoritarismo que es, entre otras muchas cosas, contra lo que Franco se alzó el 18 de julio de 1936 para izar su fecunda Autoridad sobre el criminal autoritarismo de la II República. ¡Hala, guapa! a seguir pasándole la bayeta al enano genovés que te ha relegado al papel de Cenicienta en Madrid, del que ni la autoridad de tus votos te va a redimir. La culpa, claro, será de Franco, que es el bálsamo con el que se alivian todos los tontos genéticos y sobrevenidos que adoráis a las urnas como los aztecas adoraban al dios de la lluvia. Urnas en las que, la próxima vez, yo me orinaré tal y como el General Patton meó sobre las aguas del Rin, en abril de 1945, al llegar con su III Ejército a esa frontera fluvial alemana. Una meada llena de Autoridad.
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