Nada ha rodado a favor desde que comenzó su organización, empezando por la fecha, que no parece la más idónea. Diciembre no es un mes muy taurino, con muchos toreros descansando después de la temporada y otros haciendo campaña americana, con la gente renuente a salir del calor del hogar para sentarse en el frío banco de una plaza. Además, ese mismo día Valencia celebra su tradicional maratón con las calles del centro de la ciudad cortadas a la circulación. De hecho, los corredores estarán pasando por delante del coso durante el horario del festejo.
Tampoco se ha puesto de cara la contratación de las figuras, que han puesto mil y una excusas para declinar su participación: compromisos al otro lado del Atlántico, viajes, vacaciones, familia… Así las cosas, cerrar un cartel con los nombres más sonoros del escalafón actual ha sido misión imposible.
Por todo ello, adquiere mayor mérito el trabajo empresarial y el compromiso que han adquirido quienes han accedido a hacer el paseíllo por la causa. La combinación anunciada tiene gran atractivo para los más aficionados. El elenco ganadero es de primer orden, y conjuga nombres de toreros que estuvieron en las ferias con los que ahora quieren abrirse paso, los que buscan el arte con quienes son todo valor.
Pero, con todo el respeto, admiración y agradecimiento que merecen quienes han dado el sí quiero al festival, el cartel no es el que necesitaban los damnificados, ni Valencia, ni la Tauromaquia. Ha faltado sensibilidad con los canarios que lo han perdido todo, con una plaza que lleva cerrada prácticamente dos temporadas y también con el toreo, tan vilipendiado en los últimos tiempos.
Un buen amigo y gran defensor de los toros me preguntaba si era el momento de organizar una gran manifestación. Evidentemente que lo es. A los ataques ya habituales que sufre el sector, ahora hay que sumar la más que probable aprobación de dos nuevas leyes que pueden repercutir muy negativamente en el devenir de la tauromaquia: la de Seguridad Ciudadana y la de Protección Animal.
La primera, entre otros puntos, permitiría que las manifestaciones espontáneas no tengan que ser comunicadas previamente, y no hay que ser muy inteligente para vaticinar el gran número de concentraciones que se formarán a las puertas de los cosos taurinos con los consiguientes problemas de seguridad que ello puede conllevar. La segunda anuncia que no se podrá grabar imágenes de animales en espectáculos que les causen daño o la muerte, y aunque se asegura que, de momento, no va con la tauromaquia, no sería de extrañar que pronto Canal Toros y las televisiones autonómicas que retransmiten corridas sufrieran la prohibición de hacerlo. Por todo ello, es necesario movilizarse antes de que sea demasiado tarde.
Pero, por otra parte, uno se pregunta qué medidas han tomado los profesionales del toreo ante tales ataques, y la respuesta es que poco más que colgar unos tweets y algún Tik Tok. El momento de manifestarse era ahora, participando en el festival de forma masiva, como matadores o abriendo la puerta de los toriles, haciendo un quite, picando, banderilleando, muleteando… Consiguiendo que el cartel tuviese un atractivo tan irresistible que las localidades se quedaran escasas.
Ese era el mejor argumento para defender el toreo en tiempos convulsos. Pero, una vez más, han prevalecido estrategias personales y ha faltado voluntad y compromiso. El momento de hacerse notar con hechos era el festival.
No hay comentarios:
Publicar un comentario