Y fue en su segundo, el del indulto, donde toreó a placer, puro sentimiento y abandono en una faena muy bien estructurada en la que, por ambas manos, diestra y siniestra, Curro Díaz nos ofreció todo un recital, todo ello sin desmerecer prólogos y epílogos que, todos tuvieron una belleza extraordinaria.
Los toreros lucieron vestidos de la época de Felipe V porque, según reza la leyenda, dicho rey, pasaba muchas temporadas en Cazalla de la Sierra para curarse la depresión que sufría que, en ocasiones, como dicen rayaba en la esquizofrenia. No me gustaron dichos atuendos porque los toreros, como se sabe, deben de vestirse de toreros, lo demás son zarandajas al uso.
Tras lo visto en dicho pueblo, pensar que los toreros llamados figuras huyan despavoridos al ver el nombre de Ricardo Gallardo en cualquier esquina, es para morirnos de la risa. Entre los artistas actuales, solo Finito de Córdoba y el propio Curro Díaz se enfrentan a dichos bicornes sin rubor alguno. Y digo lo de huir porque en las últimas corridas que ha lidiado Ricardo Gallardo, aquella casta que le definía a sus toros como ejemplarizantes, todo ha quedado en un esbozo pasajero.
No voy a entrar en detalles al respecto del resultado final de cada ejemplar que se lidió y mucho menos en torno al indulto que me pareció pura broma. Era un pueblo, sí señor, con una plaza de tercera pero que, el resultado al que aludo sirvió para engañar a los chicos que mataron la corrida puesto que, a tenor del premio recibido, todos tenían derecho a creer que eran Antonio Ordóñez que había vuelto a la tierra, craso error porque ante dichos animalitos, todos estaban obligados a bordar el toreo y, como hizo Curro Díaz, a poner todo lo que a los toros les faltaba que no era otra cosa que la casta y la fuerza, suplidos éstos con el arte por parte de los diestros que, como digo, solo Curro Díaz estuvo a la altura de las circunstancias.
Me quedo, como es preceptivo, con la torería de Curro Díaz, un caudal de creatividad se mire por donde se mire. Si en su primero estuvo fantástico ante un animal con las fuerzas muy justas, toda la emoción que le faltaba al toro la tuvo que poner Curro con su arte y, a fe que lo consiguió. Y fue en su segundo, el del indulto, donde toreó a placer, puro sentimiento y abandono en una faena muy bien estructurada en la que, por ambas manos, diestra y siniestra, Curro Díaz nos ofreció todo un recital, todo ello sin desmerecer prólogos y epílogos que, todos tuvieron una belleza extraordinaria.
Y tuvo mucho encanto aquello porque ese toro Malicioso de nombre, en los primeros tercios así lo demostró porque parecía un malaje sin pase alguno. Sin embargo, el toro nos engañó a todos y cuando llegó a la jurisdicción de Curro Díaz, ya muleta en mano, el artista de Linares desgranó pasajes por ambas manos que no se lo creía ni él; ni nosotros tampoco, sencillamente por todo lo que el toro había apuntado con anterioridad que no era otra cosa que pura mansedumbre y nulas ganas de embestir, hasta el punto de que con el capote Curro Díaz no pudo ni siquiera dar un lance.
Un toro con ese tranco le hace falta a Curro Díaz pero en una plaza de relevancia, eso sí, con la casta y emoción que tantas veces nos ha embelesado Ricardo Gallardo con sus toros. Claro que, el destino es cruel y caprichoso y, sin que nadie lo pueda pronosticar, el toro adecuado para hacer el toreo más bello del mundo te sale en una plaza de pueblo. ¿Qué hacer? Eso, lo que hizo Curro Díaz, darse el placer de torear a gusto, como él solo sabe hacerlo cuando un toro se lo permite.
Pero nadie me negará que, para que de una santa vez todo el mundo esté de acuerdo con la magnitud de este diestro, algún día podía salirle un toro de Fuente Ymbro en Madrid, como le ocurriera Diego Urdiales en su momento que, tras aquella catarsis de torería nunca nadie puso en duda la clase torera del diestro de Arnedo. Y no es que Curro Díaz no haya cuajado toros en plazas de relevancia, ahí tenemos el claro ejemplo sus salidas en hombros de Madrid y, sin ir mucho más lejos, la faena del 2019 al toro de Baltasar Ibán que le cortó la oreja en Las Ventas, pero se trató de una labor poderosísima en la que todo lo tuvo que hacer el diestro porque el toro, en toda la faena, embistió a regañadientes y de tal modo es casi imposible la rotundidad del triunfo. En aquella tarde, la épica y el arte se dieron la mano para que Curro Díaz cortara una oreja con clamor.
**En la foto de nuestro compañero Iván de Andrés, contemplamos un bello natural de Curro Díaz.
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