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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 25 de marzo de 2025

La corrida incruenta y el toro vegano / por Oscar Méndez

Una corrida en la plaza de toros de Ciudad de México, el domingo 12 de diciembre de 2021. Getty Images

'..Si han decidido matarla, mírenla a los ojos. No la reduzcan a una parodia grotesca, a un simulacro anodino donde el torero ya no torea y el toro no embiste porque teme infringir una nueva normativa. No la vistan con trajes de mimo y la presenten como el mismo arte de siempre, solo que sin su razón de ser..'

La corrida incruenta y el toro vegano
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--Un análisis profundamente serio de la modernidad más absurda

Por Oscar Méndez

Contexto del artículo: el gobierno de México está introduciendo una nueva normativa para las corridas de toros, prohibiendo la muerte del toro en la plaza.

***
(…)

Pero si al menos la decencia no ha sido abolida con la misma diligencia con que han querido abolir el valor, la tradición y la belleza, tengan la cortesía de llamarle a esto por su nombre. No le llamen corrida, porque no es una corrida. No le llamen fiesta, porque no es una fiesta. Y por piedad, no se atrevan a llamarlo arte, porque el arte es verdad y ustedes han erigido un monumento a la mentira.

La tauromaquia es lucha, es danza, es sacrificio. Es la terrible solemnidad del destino en la arena, el instante en que el hombre y la bestia se encuentran y, en un solo acto, confirman la gloria y la fragilidad de la existencia. 

La tauromaquia es el último bastión de la tragedia griega en un mundo que la ha cambiado por telenovelas y sensibilidades sintéticas. Quieren quitarle su muerte, porque hace mucho que le quitaron su vida a todo lo demás.

Si han decidido matarla, mírenla a los ojos. No la reduzcan a una parodia grotesca, a un simulacro anodino donde el torero ya no torea y el toro no embiste porque teme infringir una nueva normativa. No la vistan con trajes de mimo y la presenten como el mismo arte de siempre, solo que sin su razón de ser. Si han de acabar con ella, si han de sepultarla bajo la farsa de su modernidad, háganlo con la dignidad con la que se entierra a un rey. Respeten su mortaja.

Y cuando la última plaza se cierre, cuando el último toro bravo se extinga porque su razón de existir fue prohibida por decreto, cuando no quede rastro de lo que alguna vez fue una de las más profundas expresiones del espíritu humano, ¿qué habrán logrado? ¿Que el mundo sea más compasivo? No. Habrá menos toros, menos arte, menos verdad. Pero habrá más hipocresía, más cobardía, más rendición ante el sentimentalismo insustancial que llama crueldad al sacrificio pero no tiene reparos en entregar la vida entera a la insípida tiranía del confort.

Sancho Panza tenía razón cuando advertía que en este mundo los necios son legión y los hombres de temple, apenas unos cuantos. Pero Santo Tomás, que miraba más alto, nos enseñó que la verdad es inmutable, y que aunque la combatan mil veces, mil veces volverá a levantarse.


Así que entiérrenla si quieren. Vístanla de modernidad y déjenla desangrarse en la arena de la indiferencia. La fiesta brava ha conocido la muerte muchas veces y, sin embargo, aquí sigue. Porque mientras haya un hombre que comprenda el peso de la vida, el honor del riesgo y la belleza del sacrificio, la tauromaquia vivirá. Y la ironía suprema es esta: que en su intento por matarla, le han dado más razón de ser que nunca.

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