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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 20 de marzo de 2025

La tormenta perfecta / por Horacio Reiba “Alcalino”


"..La cancelación de las corridas de toros en la CDMX, consumada por el Congreso capitalino el pasado martes 18 de marzo de 2025, aparentemente es el tsunami con el que culmina la tormenta perfecta arriba comentada. “La fiesta más culta del mundo” –García Lorca dixit— reducida a mascarada mediante un ejercicio que agravia a la democracia,.."

 La tormenta perfecta

Horacio Reiba “Alcalino”
México capital no es ya aquella ciudad en la que los niños crecían pensando que la céntrica calle de Balderas se llamaba así en homenaje a un torero famoso, muerto por un toro en el viejo Toreo de la Condesa. O donde un mariachi de paga no abandonaba el salón de fiestas sin haber interpretado, alternando con piezas selectas del repertorio de José Alfredo, Cuco Sánchez y Tomás Méndez, los pasodobles de Lara “Fermín” y “Silverio”, solicitados a coro por los presentes. Tampoco podría ocurrir en un Metrobús de los actuales una apasionada discusión del tipo de las que, a bordo de un tranvía, comprometían a dos desconocidos, discutiendo sobre si Paco Camino mereció o no el rabo de “Novato”. Y si Luis Buñuel viviera y tuviera que filmar Los Olvidados en pleno siglo XXI, de ninguna manera hubiera podido incluir como escena inicial de semejante obra maestra el simulacro de una corrida de toros por la panda de vagos sin horizonte en el arrabal donde transcurre su trágica historia: en el mejor de los casos registraría una animada cascarita futbolera; en el peor, un encuentro de tochito que los golfillos imaginarían edición barriobajera del tan publicitado Super Bowl.

Alguna vez máxima pasión nacional, la tauromaquia se mueve hoy en nuestro país con la parsimonia ausente de los sonámbulos. Si la Plaza México fue clausurada por un fallo absurdo de la judicatura --lo más corrupto de un sistema corrompido hasta la médula—, a la empresa de la Plaza México, si aún sobrevive, no le han bastado los nueve meses transcurridos desde entonces para esbozar no digamos una reacción coherente y enérgica, sino al menos para ofrecer la mínima información que el público merece.

El golpe globalizador. Al margen de tales omisiones, está cada vez más claro que el ataque orquestado y sin tregua contra las corridas de toros llegó con la globalización. 

Tema controversial durante siglos, mito grecolatino construido en torno al tótem-toro, la tauromaquia, en sus diversas manifestaciones, ha sabido sobrevivir gracias al fervor de sus adeptos y a la fuerza telúrica del desafío ancestral del hombre a las potencias de la naturaleza. 

Hablamos, para ser más específicos, de cierta casta de hombres cuya entereza sólo es equiparable a la del toro de lidia mismo, un doble misterio sin el cual sería imposible explicar la persistencia del rito sacrificial al que ambos dan lugar bajo la luz del sol, a contrapelo con las asépticas costumbres urbanas y el avance irrefrenable de la tecnología, detrás de lo cual –y en esto consiste la esencia de la globalización-- acecha la sombra de una irremediable desnaturalización de todo lo que sea propio de cada cultura, con vistas a su eliminación en favor del mercado único y la conversión de las diversas cosmovisiones que pueblan y enriquecen a la humanidad en una sola, sumisa y consumista, controlada por mano anglosajona a conveniencia de sus bancos y empresas trasnacionales.

Recurrente descuido. Durante las últimas décadas, observadores y críticos honestos nos dimos a la tarea de señalar como causa principal de la caída en picada de nuestra tauromaquia a empresarios irresponsables, insensibles y logreros, enseñoreados de un medio dominado por vivales y sembrado de corruptelas. Al reducir nuestro campo visual al puro horizonte taurino no estábamos siendo injustos pero sí ingenuos. No supimos percibir a tiempo el poder que tiene la evolución de las costumbres, con sus modas caprichosas y sus incesantes cambios de mentalidades y formas de vida. Mientras tanto, los responsables de subvertir la tauromaquia y sus valores hasta arrastrarla a la insignificancia y al caos exhibían su ciega soberbia invitando a sus críticos a alejarse de las plazas y dejarlos con su fiesta en paz. Invitación que acabaría por atender masivamente el público que tanto amó a dicha fiesta y entronizó a sus ídolos más icónicos, mientras la globalización aprovechaba la coyuntura para desatar sobre los toros la tormenta perfecta.

La acometida antitaurina no ha perdonado nación ni continente, concentrada su ofensiva allí donde aún se dan corridas, por más que la orden de exterminarlas y el dinero necesario para lograrlo proceda de otras latitudes. En cada uno de estos países el taurinismo local ha reaccionado, de acuerdo con su propia circunstancia y echando mano de los recursos disponibles con mayor o menor eficacia. La excepción ha sido México, sorprendido a contrapié y presa del aturdimiento y el pasmo. Desde luego, existen expresiones de justa indignación por parte de minoritarios grupos de aficionados, pero han sido respuestas desarticuladas y de alcance limitado, porque lo que impera es la inhibición de las autoridades y la indiferencia de los medios de comunicación, cuando no su explícito apoyo a las manifestaciones de los antis. Como si en el pasado esos mismos medios no se hubieran beneficiado con el auge de la tauromaquia. Y como si las autoridades no tuvieran un compromiso implícito –y explícito, vía reglamentos-- con la gente común y sus tradiciones más identitarias.

TIC´s y milenials. Si las tecnologías de información y comunicación (TIC´c) han posibilitado la existencia de portales taurinos donde conviven información y opinión, mucho más numerosa y de mayores alcances es la ofensiva brutal contra la tauromaquia que las propias TIC´s facilitan y promueven. Y es que mientras lo relacionado con el toro queda reducido al consumo interno de los taurinos, los ataques a la fiesta prosperan sin tregua, captando adeptos a diestra y siniestra con su ristra de tremendismos y falacias, potenciadas por una generación impresionable y acrítica, permanentemente prendida a las redes sociales.

Tradicionalmente, las crónicas de toros, fuente de un tipo muy particular de escritura, oscilante entre la venalidad desembozada y la buena literatura, se expandieron desde diarios y revistas a la radio primero y más tarde a la televisión, ampliando así su penetración y cobertura, con lo que la fiesta resultó beneficiada. Mientras su difusión por estos medios se dio sin restricciones, miel sobre hojuelas.

 Mas cuando la transmisión de corridas en vivo empezó a restringirse hasta desaparecer por completo de la televisión abierta, empezó la cuenta regresiva que terminaría en el callejón sin salida del consumo elitista. 

Más pronto que tarde, las restricciones del pago por evento pasaron a reflejarse en las taquillas de los cosos, con lo que un espectáculo cuyo mayor lustre y popularidad se debió a la democrática participación de todos los estratos sociales ha quedado condenado a esporádica afición de ricos y famosos, marginando al pueblo que no puede pagarlo. La ruta ideal para trocar una tradición entrañable en mero escenario de exhibicionismos, visto con soberana indiferencia por las nuevas generaciones, cuando no resistido y combatido por ellas: los milenials ni saben ni quieren saber nada de algo tan mal visto y calumniado en las dichosas redes que con obediente masificación frecuentan.

Televisión, cada vez menos. Para las cadenas mexicanas la tauromaquia no existe más. A partir de 2022 se suprimieron los únicos dos programas supervivientes (Toros, sol y sombra en el canal 11, del estado, y México Bravo en el 40, canal privado). No coincidió su cancelación con la pandemia sino con el cierre de la Plaza México. Para que cada quien lo interprete de acuerdo a su criterio.

¿Y en España? Pues en España, el canal internacional PlazaTorosTV dejó de transmitir corridas y tomó el relevo una empresa germanoamericana (OneToro), que empezó por elevar las cómodas cuotas de su antecesora, se supone que para satisfacer las exigencias de las empresas de toros contratantes y los derechos de imagen de los toreros. Todo ello, claro está, a costillas de los aficionados que puedan y quieran pagar la inflación de la tarifa correspondiente. Es la cereza en el pastel, que decimos en México. O, en lenguaje taurino, la puntilla, luego de los innumerables sartenazos, metisacas y bajonazos estoicamente soportados por nuestra bienamada fiesta. (En la actualidad OneToro está virtualmente desaparecida y hemos tenido que hacer malabares para que no siga tomando nuestro dinero de las tarjetas de crédito o débito comprometidas)

Adición última: La cancelación de las corridas de toros en la CDMX, consumada por el Congreso capitalino el pasado martes 18 de marzo de 2025, aparentemente es el tsunami con el que culmina la tormenta perfecta arriba comentada. “La fiesta más culta del mundo” –García Lorca dixit— reducida a mascarada mediante un ejercicio que agravia a la democracia, además de evidenciar una obediencia acrítica y ciega a los imperativos del mercado único y lo políticamente correcto.

También exhibe las desviaciones y omisiones del estamento taurino en todos sus niveles.

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