Ese rito justificó, en su día, su construcción y en ello no se anduvieron por las ramas y la hicieron bonita de verdad. De estilo neomudéjar y ladrillo visto es un imponente edificio que impresiona a cuantos por allí se acercan.
Su espectacular fachada, esa a la que los aficionados llaman Puerta Grande, es lo primero con lo que tus ojos se encuentran al salir del metro o llegar andando por la calle Alcalá. A partir de ese momento cualquiera siente la necesidad de conocerla más de cerca, por dentro.
Existe un tour turístico al que se apuntan multitud de visitantes, extranjeros y españoles de cualquier rincón. Casi nadie que visita Madrid quiere perderse este museo histórico que representa este magnífico inmueble. Hoy, y aquí, no es el día de ponerle pegas a su conservación actual.
Pero además del interés del visitante por los monumentos y en este caso la Monumental, existen otras personas que acuden a ella para estar presentes en el rito que allí, en su arena, se celebra. Éstos la visitan muchas veces al año y ya no se paran en contemplar sus arcos y sus dependencias, lo que quieren presenciar es el doble milagro de la bravura de un toro y el arte de un torero.
No todos los días suceden esos milagros que citamos, pero allí se encuentran toros y toreros en el afán de conseguirlo. Lo que hacen todos los presentes es no perderse el acontecimiento si logra darse. Con esa ilusión se acude cada día que hay festejo y que, durante la feria de San Isidro, alcanzan los 30 días seguidos.
Por ello hemos de felicitarnos de la asistencia del pasado domingo a la primera corrida del año. Se ve que había ganas, y necesidad, de estar atentos a ese encuentro de los dos milagros. No se llegó a ello, pero ese era el motivo de encontrarse allí reunida tanta gente, a pesar del frío que hacía.
Bastó con anunciar una ganadería que pide el carné, que hicieran el paseíllo gente con ganas y con hambre, a salvo uno que llegó ‘empachado’, y a esa llamada se apuntaron multitud de aficionados, ávidos de tener donde ir los domingos por la tarde.
La tarde se saldó con poco, véase la crónica de Jean-Charles, pero aún así hubo suficiente como para que se justificase un torero, se derramara la sangre que demanda el rito y, se supone, que la empresa tomará nota de que se puede ver la plaza casi llena y no casi vacía, si se programan corridas con interés.
Las Ventas, ese lugar de reunión… para turistas de paso o para aficionados con ganas de mantener su afición.
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