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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 28 de marzo de 2025

¿Resignificar la Cruz? Resignificar la X / por Javier Martínez

Si van a resignificar la Cruz, nosotros debemos resignificar la X como un castigo hacia esa jerarquía que década tras década vende nuestro patrimonio por una casilla en el IRPF. Ya está bien de agachar la cabeza. Es hora de despertar.

 '..Traición tras traición, connivencia con el poder terrenal tras connivencia con el poder terrenal, han actualizado de forma local y con la inflación de los siglos el precio de las 30 monedas..'

¿Resignificar la Cruz? Resignificar la X

Javier Martínez
Tras las presiones del Gobierno y de algún que otro agente más en esa siniestra liturgia que rodea la resignificación o, mejor dicho, asedio del Valle de los Caídos, la semana pasada conocimos que el prior de la comunidad benedictina del Valle de los Caídos, Santiago Cantera, fue apartado de su cargo. Ha sido un doloroso proceso con una dudosa estrategia que Jürgen explicaba muy gráficamente.

Nos han contado que fue un relevo natural al haber agotado los tres trienios como prior administrador. Muchos lo creímos así. Sin embargo, consultando la regla de san Benito, en el capítulo 65, no aparece por ninguna parte un período máximo de estancia en el cargo de prior. De hecho, parece que esto ha sido desmentido por Infovaticana. Desconozco si la Congregación de Solesmes, a la que está adscrita la comunidad benedictina del Valle, en sus constituciones internas sí tiene un límite temporal, pero parece que no.

Extrañaba en cualquier caso la confianza que presentaba el ministro Bolaños al apuntarse el tanto de apartar al prior que «no comulgaba con los valores democráticos». Eso, que fue aplaudido inmediatamente por esos otros agentes de los que hablaba al principio, es precisamente la mejor medalla que se puede otorgar a un católico ejemplar como lo es el padre Cantera. Y esa medalla que brilla con luz propia e ilumina su fructífera labor, es la misma que señala y acusa a la jerarquía eclesial española.

Con bastante asiduidad vemos en redes discusiones —más o menos acaloradas— cuando se utiliza el término «Iglesia» para referirse al sujeto que protagoniza una vez tras otra estas traiciones religiosas a las que los católicos españoles estamos ya tan tristemente acostumbrados. 

Pero no es la «Iglesia Católica» la que traiciona a los «católicos», sino su jerarquía, pues la Iglesia no es más —¡ni menos!— que Dios con los hombres. Es a esa jerarquía a la que desde aquí señalo y acuso.

La gente de mi generación ha podido vivir muchas de esas traiciones, aunque quizá, las más claras en mi memoria, fueron a las que fuimos sometidos cuando, en tiempos de Zapatero, ingentes masas de católicos eran movilizadas para protestar por las modificaciones en la ley del aborto, la ley del matrimonio homosexual y, en menor medida, por las referidas al divorcio exprés. Cientos de miles de católicos enardecidos en la defensa de unos principios absolutos y ajenos a lo que unos cuantos corruptos deciden en asamblea, a los que unos cuantos deshechos cacarean como comunión democrática.

Todos recordamos cómo, cuando se consiguió el esperado turnismo en el gobierno, el nuevo presidente Rajoy no atajó ninguno de esos desmanes. Y todos recordamos que, entonces, ninguna masa de católicos fue movilizada como protesta. Cabe preguntarse qué intereses ocultos convergieron para ello. Y, si consultamos la memoria de los más mayores, veremos que este patrón se repite machaconamente desde mediados del siglo XX, de manera que el destino de la Iglesia en España ha sido dirigido por su jerarquía siempre en una dirección lejana a la libertad, atándola cada vez más al poder terrenal del Estado. En 1987, dos años después de la despenalización del aborto, se introdujo la X en el IRPF como medida para financiar a la Iglesia Católica. Y ya con Zapatero en el poder, se elevó la asignación de un 0,52% al 0,7%. Con estos datos podríamos llegar a cifrar aproximadamente las traiciones.

El vicepresidente Cobo (i.) El presidente Argüello (c.),  y el secretario Magán (d.)

Traición tras traición, connivencia con el poder terrenal tras connivencia con el poder terrenal, han actualizado de forma local y con la inflación de los siglos el precio de las 30 monedas. Y sólo así se entienden contradicciones tan patentes como que la propia Conferencia Episcopal Española, órgano superior en la pirámide jerárquica, posea y financie con el dinero obtenido por los católicos de buena voluntad a una cadena de televisión (13TV), a la que destina, se calcula para este año, alrededor de entre ocho y 10 millones de euros, en donde no se defiende la vida, y que sistemáticamente se pone de perfil a la hora de defender las enseñanzas católicas que nos definen. O la contradicción de poseer el 51% de una cadena de radio (COPE) a la que tapa los agujeros económicos cuando hace falta, donde cada «referente» informativo que uno encuentra en su plantilla sea más sangrantemente anticristiano que al anterior. O la de financiar, a través de publicidad de instituciones que le pertenecen, a portales dedicados a atacar a la Iglesia y a sus principios, tradición, dogmas y a los buenos obispos que aún quedan, siendo precisamente los responsables de estos sitios web los acólitos perfectos de esa siniestra liturgia de la que hablaba al principio, y que, para sorpresa de nadie, vemos cómo son los primeros en tener la información sobre los tejemanejes entre el gobierno socialista y el Vaticano.

Ya es Bastante. Esto debe parar. El Valle de los Caídos es patrimonio histórico y cultural de todos los españoles, erigido, tal y como contó Terra Ignota, como símbolo de reconciliación y advertencia de que no podemos volver a tener otra Guerra Civil. La cruz que lo corona —la más alta del mundo— y la basílica, a sus pies, son patrimonio religioso de la Iglesia Católica Española, y su jerarquía no tiene derecho a pactar ninguna resignificación con nadie.

Ha llegado el momento de que los católicos españoles, es decir, la Iglesia española, ya sean católicos de a pie, sacerdotes u obispos, se libere de una vez de las cadenas que la someten al poder del Estado. 

La solución, cada vez más clara, supone cumplir con el Quinto Mandamiento de la Santa Madre Iglesia, esto es, ayudar a la Iglesia en sus necesidades, pero de otra forma: sosteniendo los fieles, en la medida de sus posibilidades, a sus sacerdotes y parroquias, para poder así exigirles una atención adecuada, en una relación más personal que limite el poder de la jerarquía a su punto justo. Cabría decir que sería una medida sinodal, a la que en este papado hemos sido todos llamados.

Si van a resignificar la Cruz, nosotros debemos resignificar la X como un castigo hacia esa jerarquía que década tras década vende nuestro patrimonio por una casilla en el IRPF. Ya está bien de agachar la cabeza. Es hora de despertar.

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