El trago de los Escolar
Boca seca en tardes de Tauromaquia de Interior
Boca seca en tardes de Tauromaquia de Interior
Estas escasas tardes de Interior, en las que se disfruta y se sufre con un espectáculo ancestral en el que un hombre joven, un héroe que nos representa, se enfrenta a la Muerte armado con un trapo rojo y un estoque
El trago de los Escolar.
¡Esto es la Fiesta!
José Ramón Márquez
In principio erat Taurus. Hoy, al fin, el Toro en Madrid. Ha sido una larga travesía, pero hoy, según se abrían las puertas de los chiqueros, de la lóbrega oscuridad de su encierro salía el Toro, origen y razón de esta Fiesta. Majito I, Palomito, Confitero, Corredor, Cariñoso IV y Ventolero, toros de lidia de don José Escolar Gil y no de una sociedad anónima, divisa roja y blanca, antigüedad de 1985, procedencia Marqués de Albaserrada.
Ahora les toca mover ficha a los cansinos de siempre, para cargarse la corrida. Ahora vendrá la monserga de los toros jurásicos e ilidiables y demás jeribeques para proteger a las damiselas que engalanan los carteles caros y que ni tienen arrestos ni saben qué hacer si les sale un toro como Dios manda, que hay que ver los palos que se llevó Guardiola por cometer el delito de echar en una Plaza de Toros una corrida de toros, y esos estacazos no serán nada comparados con los que se van a llevar los Escolar. Así está esto, por desgracia.
Hoy, en Madrid, al fin, los toros y su panoplia, el miedo de su presencia en el ruedo, el horror de sus huecas miradas en las que está pintada la palabra ‘muerte’, el terror de sus cabezas, el pavor de sus embestidas. ¿Bravos? No. Encastados, lo que más odian los de oro. Hoy a nadie se le ocurrió ponerse con lo de las lopecinas, lo de las largas cordobesas, las chicuelinas, las zapopinas, las pedresinas, las manoletinas ni las bernardinas, ni con el pestilente circular invertido. Hoy había toros en la Plaza y de tonterías, las justas. Nos hacíamos cruces de pensar en los tres de Aranjuez del día antes, los de la lluvia de orejas y rabos, con esta corrida de toros de don José Escolar. Fantaseábamos con Manzanares frente a Confitero, número 18, matando a recibir, con los Cuvis, estirpe de Idílico, que tendrán apartados para la Beneficencia en comparación a los Escolar; en fin, que si algo ponían netamente sobre el tapete los albaserradas de Escolar era bien a las claras el engaño de casi todas las tardes, el descaste vendido como bravura, la tontuna vendida como bravura, el humo de la mansedumbre vendido como el oro molido de la bravura. Hoy, de bravura, poca, ni falta que hacía, porque se compensaba de sobra con la casta y la listeza de seis toros de lidia que ni venían a colaborar en nada ni tenían ni idea de lo que es el Arte ni de lo que es la Cultura, ni falta que les hacía. Toros de lidia que nunca leyeron a Federico y que jamás soñaron de utreros con verónicas de alhelí, toros de lidia serios y duros como un Catedrático de los de antes, que aprendían rápidamente, que no abrían la boca, que perseguían a los banderilleros, que recordaban quién les había herido y de qué manera, y que estaban atentos lo mismo al cansino paso de un arenero por el callejón en el 6 que a la caída de una banderilla. ¿Bravos? No. Ni falta que hace eso, si está presente la casta, el horror.
Y enfrente tres toreros: López Chaves, catorce corridas el año pasado, Fernando Robleño, catorce corridas el año pasado, y José María Lázaro, seis corridas el año pasado. El toro, como siempre, para los de Interior; porque para los de la Cultura ya está la mona que extasía a los espíritus sensibles. Tres toreros machos frente a una corrida de toros y cada uno tratando de salir del difícil atolladero de la mejor manera posible.
Tarde enorme de Robleño en su primero, tragando lo que no está en los escritos e impresionante inicio de faena a su segundo castigando al Cariñoso IV, número 44, tocándole los costillares y doblándose con él de manera muy eficaz, de torero firme y con conocimiento. Impresionante verdad de José María Lázaro con su segundo, tragando lo que no está en los escritos, con un vibrante inicio de largo hasta que en una tremenda colada el toro se orientó. Decisión de López Chaves al doblarse con torería con su segundo que luego, tras desarmarle, cambió una barbaridad y la cosa no era como para ponerse a hacer experimentos. Dignísimo papel de los tres coletas a los que se les debe el sincero aplauso solamente por el hecho de haber estado frente a esos toros.
¿Y esta corrida cómo habría resultado si se hubiese intentado hacer la suerte de varas con la verdad que se hizo el día anterior? ¿Y si las lidias de los toros hubiesen sido más ordenadas, con menos gente moviéndose y con menos capotazos innecesarios? ¿Y si los matadores, viendo las condiciones de los toros, los hubiesen parado echando el capote abajo, ahormándoles, en vez de intentar las consabidas verónicas? ¿Como habría salido la tarde?
No creo que nadie se haya aburrido hoy en Las Ventas. La emoción que trae el toro, la perenne sensación de peligro para los lidiadores, la incertidumbre sobre el comportamiento de los animales no permitía apartar los ojos de la Plaza ni un momento. ¡Qué triste diferencia con esas abundantes tardes que lánguidamente se despeñan hacia el olvido en las que unos ungulados con la lengua fuera y con una cara de estúpidos que mueve a risa, esperan a que unos pitiminís les tundan a mantazos! Tardes de Cultura, tediosas como un programa de Dragó frente a estas escasas tardes de Interior, en las que se disfruta y se sufre con un espectáculo ancestral en el que un hombre joven, un héroe que nos representa, se enfrenta a la Muerte armado con un trapo rojo y un estoque.
Tenían que haber llevado un Escolar a la Carpa de la Cultura, para que entre tanto pancismo apareciese un poco de disensión.
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