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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 15 de enero de 2016

¡¡La última entrevista a Julio Robles!! / por Paco Cañamero




"...La noche está lluviosa y el matador nos espera en la paz de su hogar de la finca de La Glorieta. Sale a recibirnos y le ve contento, animado y feliz; mientras, nos manda acomodar en un salón, cómodo y espacioso, rodeado de estanterías repletas de trofeos, así como numerosos galardones y distinciones que dan fe de su notable actividad profesional..."

Paco Cañamero
Al conmemorarse el XV aniversario de la muerte del maestro Julio Robles os regalo la última entrevista que concedió. Tuve el honor de hacérsela en la Navidad de 2001, un mes antes de su llorada muerte. Se publicó, a cinco páginas, en el suplemento documental del desaparecido diario Tribuna de Salamanca. Aquí os la dejo:


Julio Robles, desde que sufrió la fatídica cogida continúa despertando el interés de todos los aficionados con la misma pasión que en sus tardes gloriosas. Varios años después del percance se añora, cada día más, su brillante pasado por los ruedos como se denota en el tributo y admiración que recibe allá donde acude.

La noche está lluviosa y el matador nos espera en la paz de su hogar de la finca de La Glorieta. Sale a recibirnos y le ve contento, animado y feliz; mientras, nos manda acomodar en un salón, cómodo y espacioso, rodeado de estanterías repletas de trofeos, así como numerosos galardones y distinciones que dan fe de su notable actividad profesional.

– Maestro, ¿qué tal le va la vida?

– Bien, muy bien disfrutando de la ganadería, los amigos, la familia y de aquello que no pude hacer durante los años que me dediqué completamente a torear.

– ¿Sigue pendiente de lo que acontece en la Fiesta?

– Sí, claro. Soy torero y lo seré siempre, hasta que me muera. Soñé con serlo desde que era un niño, tiempos en los que unos jugaban al fútbol, otros a la pelota, pero a mí lo que me gustaba era ir a los mataderos de La Fuente de San Esteban, el pueblo donde vivía, a torear becerras. Desde siempre tuve claro lo que quería ser. 

– ¿Qué le parece el toreo hoy?

– Muy interesante, con una serie de toreros que despiertan la ilusión del público, como Ponce, Caballero, Vicente Barrera y los más jóvenes, caso de José Tomás, que va a más y me encanta; El Juli que tiene mucho arrojo y ambición, también Morante, que es un artista muy completo; Abellán, Eugenio de Mora… Ahora hay una baraja de chavales muy buenos, que se complementan con otros más veteranos casos de Manzanares, Juan Mora o Joselito.

– ¿Cómo han sido sus últimos años?

– Muy positivos, al haber conseguido muchas metas que me propuse desde que sufrí el accidente que me apartó de los ruedos y mermó notablemente mis facultades físicas.

– En 1997 cumplió las bodas de plata como matador de toros. Todo el mundo le homenajeó y aún siguen…

– Sí, he recibido varios homenajes en distintos puntos de España y aún quedan algunos más. También estuve en París con el Club Taurino ‘Claude Popelín’, que tuvo la delicadeza de invitarme con motivo de su cincuenta aniversario. Por otra parte viajé a Londres, gracias a una gentileza del Club Taurino of London, fue un viaje estupendo a esa ciudad tan fascinante y ahora preparo varias cacerías en Sudáfrica.


– Cómo cazador también ha vuelto a ‘reaparecer’, ¿no?

– Sí, la caza siempre ha sido un deporte que me ha entusiasmado. En el campo se recobra la paz perdida y se serena el espíritu. Estos años he seguido acudiendo a monterías y hace poco que me decidí a disparar a raíz de hacer un invento que hicimos aquí en casa, gracias a ello he cobrado varias piezas, algo que me ha hecho muy feliz.

– ¿Qué otras metas ha conseguido?

– Cuando estuve en Toledo me enseñaron a conducir de nuevo, me examiné y logré el carné. Ahora conduzco un coche habilitado. También he vuelto a montar en avión, algo que tardé siete años en poder hacer, pues desde que me trajeron de Francia (después del accidente) a pasar la Navidad a casa, hasta que fui a París no había vuelto a volar y esas cosas siempre gustan.

(Un halo de felicidad alumbra los ojos de Julio Robles al ver que todas las metas se van cumpliendo, aunque en su fueron interno seguro que piensa en una…).

– ¿Qué espera para el futuro?

– Muchas cosas, una de ellas es que no he descartado es volver a caminar. La medicina realiza grandes avances y a lo mejor algún día… Luego, seguir siendo feliz, desear que los toros respeten a mis compañeros, que haya paz en el mundo y se entierre definitivamente a esa lacra que es el terrorismo que tanto daño hace a los españoles.

– ¿Le gusta el fútbol?

– Sí, claro, me encanta. Mira, ahora cuando habéis llegado estaba viendo el partido del Barcelona. Me gustan los partidos internacionales, que son como los grandes carteles de las ferias. Respecto a los equipos, soy seguidor del Atlético de Madrid, colores con los que siento identificado; además, dentro de poco voy a ir a ver un partido al Calderón, puorque resulta que Jesús Gil se ha enterado que soy colchonero y me ha enviado una carta diciéndome que el día que quiera lo llame y vaya. Un detalle que le agradezco. Ahora también valoro mucho a mi paisano Vicente del Bosque en el Madrid, que me parece un gran tipo y que trae mucha normalidad a ese mundo. Soy muy seguidor de Del Bosque.

– ¿Qué futbolistas ha seguido con más interés?

– A todos los genios del balón. Cuando era niño a Di stéfano y a Gento, recuerdo que vivíamos en La Fuente y yo empezaba a trabajar de camarero en un café de la Plaza que regentaba un señor llamado Abilio, al que quería mucho y del que aprendí bastante, pero si había fútbol me echaba alguna bronca porque andaba despistado y no atendía a los clientes. Lo que te he nombrado fueron unos futbolistas sensacionales. También a los que han destacado, como Juan Gómez ‘Juanito’, que era muy aficionado a los toros, buen amigo y un hombre de mucha casta, al igual que José Antonio Camacho. Luego, ya cuando era torero tuve amistad con los jugadores de la Unión Deportiva Salamanca, equipo del soy muy seguidor, especialmente con D’Alessandro que era un porterazo y además un gran tipo. En los últimos tiempos sigo de cerca el juego de Raúl, que me fascina, y al igual que ocurre con Enrique Ponce, por su edad aún no ha tocado techo.

– Acaba de recordar su infancia, ¿fue muy bonita?

– Sí, mucho. La pasé en La Fuente de San Esteban, el pueblo al que destinaron a mi padre como secretario del Juzgado. Es un pueblo rodeado de ganaderías y con mucho ambiente taurino durante todo el año. Mis padres querían que estudiase al igual que hizo mi hermano Florindo, pero pronto me di cuenta que aquello no era para mí, así que me puse a trabajar de camarero. En La Fuente, en invierno era frecuente ver a muchos toreros. Recuerdo a Antoñete, Julio Aparicio, los hermanos Girón, José Fuentes, Camino…, además de Curro Vázquez, que por entonces empezaba y fíjate luego lo que hemos toreado juntos y la amistad que tenemos. Pero te decía que allí había un torero que se llamaba Paco Pallarés que fue quien me ayudó en mis principios, además sus padres eran amigos de los míos. Luego, al hablar de la Fuente no me puedo olvidar de Jumillano, que estaba siempre allí al tener la finca muy cerca; de él admiraba mucho su porte y me impresionaba verlo con su Cadillac y la leyenda de figura que tenía, después estuvimos muy unidos.

– Y también Juan José, ¿verdad?

– Sí, te iba a hablar de él ahora. Juan José, un gran torero y entrañable amigo con quien fui a la escuela y además somos quintos. Toreamos varias corrida juntos y muchos festivales, pero las carreras de ambos fueron muy diferentes, él tuvo un arranque prodigioso y con diecisiete años toma la alternativa, pero un accidente de carretera lo frena mucho. Ahora es el director de la Escuela de Salamanca, un exquisito profesional, de los mejores que he conocido y un hombre bondadoso y con mucha personalidad. También había en La Fuente un banderillero llamado Pepe ‘El Huevero’ que estaba colocado en la cuadrilla de Paco Pallarés, del que siempre estábamos pendiente cuando se marchaba al bar, entonces nos metíamos en su cochera y toreábamos con sus capotes, recuerdo que yo me ponía sus botos camperos y de esa manera anda que no di capotazos allí.

– ¿Hasta qué años fue a la escuela?

– Hasta los catorce años que me puse a trabajar, pero con la idea de torear. En la escuela tuve un maestro que se llamaba don Julio y era un gran hombre, con él aprendí mucho. No veas el primer día que hice novillos y me fui con Juan José y otros amigos a una tienta a Campo Cerrado en la que toreaban Antoñete y Camino. Al llegar nos llamó a los dos y antes de tirarnos de las orejas nos dijo: “Venid acá, que ahora va a empezar la corrida y vamos a torear los tres”. Luego, cuando coincidí con don Julio siempre lo saludé de manera entrañable y con mucha gratitud.

– Y Paco Pallarés fue su primer maestro en el toreo, ¿no?

– Sí, Paco Pallarés había sido novillero figura en la época que lo apodera El Pipo e hizo concebir muchas ilusiones. Él fue quien me invitó a un tentadero a Casasola, una finca cercana a La Fuente después de que su hermano Pedro le dijera que yo ‘quería’. A partir de entonces empieza a enseñarme la técnica, a andar en torero, a torear de salón. Fue mi primer maestro y también quien más tarde habló con Paco Gil, que lo apoderaba a él, para que también se hiciese cargo de mí.

– Y con Paco Gil arranca podíamos decir que en profesional, ¿no?

– Sí, de la mano de Paco Pallarés toreé varios festejos en los pueblos de la provincia desde que mato el primero novillo en La Fuente de San Esteban, en las fiestas del Corpus; luego, en Villavieja, donde me vestí de luces por primera vez y más sitios como Lumbrales, Sobradillo… Ya con Paco Gil adquirimos compromisos más importantes, organizó magníficamente mi lanzamiento y el debut con caballos, que fue en Lérida, toda la trayectoria de novillero, la alternativa y dos años de matador.


– ¿Por esos días sigue residiendo en La Fuente de San Esteban?

– No, un poco antes, mi padre se jubila y entonces, la familia se marcha para Ahigal de los Aceiteros; pero yo, como ya no quería hacer otra cosa que torear, seguí un tiempo allí, viviendo en casa de Pallarés. Luego, al apoderarme Paco Gil, durante la temporada marcho a Salamanca y luego, los inviernos los paso en el pueblo, en Ahigal, donde estoy muy feliz, junto a mis queridos padres y además puedo disfrutar de mi gran pasión por la caza.

– Es entonces, en la época de novillero, cuando comienza la rivalidad con El Niño de la Capea, ¿fue muy dura?

– Ahora que lo observas desde la distancia sientes nostalgia de aquella lucha, de intentar estar siempre por encima del otro torero charro, porque además, ¿sabes una cosa?, cuando toreaba con Capea me motivaba mucho, casi desde que lo hicimos por primera vez como novilleros sin caballos. Luego, fue a raíz de la primera vez que compartimos un cartel en la feria de Salamanca, todavía de novilleros, cuando la gente empezó a decantarse, unos a un lado, otros al otro; después toreamos muchas más veces juntos, pero fue en Madrid, donde por entonces, poco antes de que tomáramos la alternativa pusimos en dos tardes el cartel de ‘no hay billetes’ y el público ya definitivamente comenzó a dividirse.


– Luego, hubo años en los que casi ‘corre la sangre’.

– Tanto no, pero lo cierto es que nuestra competencia fue muy buena para Salamanca, porque la feria pasó de tener tres o cuatro corridas a alcanzar las diez, como ocurre el último año que toreamos juntos y aquella pasión entre la gente fue muy positiva para la Fiesta. Yo no puedo ocultar que cuando alternaba con Pedro me motivaba y me venía mucho más arriba; no sé, quizás porque quería ser el primero de Salamanca y él toreaba más y triunfaba de manera más constante. Pero aparte de Salamanca, también compartimos muchos carteles en otras plazas, es más con Pedro ha sido con quien más he toreado.

– Y manteniendo tanta rivalidad, ¿eran amigos?

– Bueno, a lo mejor hubo años, más a menos por 1.985, que había más tensión y menos compadreo lejos de la plaza. Pero luego, a base de tanto torear juntos y rivalizar llegamos a querernos. Para mí Pedro es casi un hermano, un hombre íntegro, cabal y muy de verdad al que quiero mucho y con el que estoy unido en todo, además me ayudó enormemente a ser ganadero.

– Rivalizaron en medio de una generación muy bonita como fue la suya, se sentirá orgulloso de formar parte de ella, ¿no?

– Sí, nosotros recogimos el testigo de toreros tan grandes como Puerta, Camino, El Viti, Ostos, Andrés Vázquez, El Cordobés… Y llegamos en un momento muy difícil con el final del franquismo ya presente y con el personal muy alborotado ante el incierto futuro que se avecinaba. A pesar de que para la mayoría fueron muy complicados los comienzos hubo otros compañeros que pronto se situaron arriba como Capea y Manzanares. Nosotros además toreamos mucho con Paquirri, Palomo, Ángel Teruel…, que eran figuras y a pesar de tener unos años más de antigüedad podían considerarse de nuestra época. Pero fue un tiempo de recuerdo inolvidable con nombres tan entrañables como Paco Ruiz Miguel, José Luis Parada, Manolo Cortés, Juan José, Dámaso González, Antonio José Galán, José Luis Galloso, José Antonio Campuzano, Ortega Cano, Curro Vázquez, Roberto Domínguez, Raúl Aranda, Miguel Márquez, Paco Alcalde, Esplá…, los mencionados Capea y Manzanares… Fuimos gente que aportamos mucho al toreo y a los que, afortunadamente, cada vez nos están dando el sitio que, a mi entender, nos merecemos. Por otra parte no creo que haya habido otra generación más unida que la nuestra, donde todos somos muy amigos en la calle y estamos muy vinculados unos con otros.

– A varios de ustedes. Es su propio caso, el de Curro Vázquez, el de Roberto Domínguez y el de Ortega Cano, a pesar de ser tan buenos toreros les costó mucho ser figuras, ¿qué ocurrió?

– Circunstancias. En mi caso, el primer año de matador funcioné muy bien; pero enseguida llegó una cornada en Valladolid y nada más recuperarme otra en Valencia que me frenaron mucho, además no sé porqué fallaba en sitios clave, aunque en otros de menos importancia estuviera muy bien. Pero fue en 1.978, con el toro de Lázaro Soria que cuajé en San Isidro, el que dio nuevas alas a mi carrera. A partir de entonces todo fue a más y cada temporada sumaba mayor número de corridas.


– Junto a Domínguez, con quien arranca a la par, al principio, según tengo entendido fue muy amigo e incluso sus correrías juveniles dieron que hablar, luego parece que menos, ¿y ahora?

– Muy bien, pero desde que éramos novilleros sin caballos estábamos todo el día juntos, yo iba mucho a su casa de Cubillas de Santa María, él venía a la mía, pues las trayectorias de ambos, en aquellos años, fueron paralelas; luego, cada uno se centró en lo suyo y ya nos veíamos menos. Pero hemos compartido decenas de carteles y mantenemos buena relación. No se pueden olvidar las anécdotas que hemos tenido, tanto en España como América.

– En su larga andadura de profesional gozó del fervor de los públicos, ¿pero con cuáles se sintió más identificado?

– Siempre me gustó estar a la altura de las circunstancias y estar a todas, aunque eso es muy difícil, porque un día te pueden fallar los toros; otras, el viento; luego, en ocasiones el ánimo no ser el adecuado. Pero si me tengo que quedar con las plazas que más me quitan el sueño son Madrid, Salamanca y Valladolid, aunque Logroño, Almería y Bilbao también.

– Precisamente los lugares en lo que mayores éxitos cosechó, ¿verdad?

– Bueno, precisamente las plazas que he nombrado siempre gozaron de mi preferencia, pero hay muchas más que también eran muy especiales, como Málaga, El Puerto…

– ¿Por qué le costó tanto entrar en Sevilla?

– Me costó bastante porque siempre hubo algo que la puso cuesta arriba y fíjate que de novillero cuando me presenté corté una oreja, pero después de matador las veces que acudí las cosas no salieron. Luego, por unas circunstancias o por otras, muchos años quedé fuera de los carteles, pero al final (a Dios gracias) acabé entrando y ahora me hace mucha ilusión cuando los aficionados me recuerdan esas faenas o cuando voy a Sevilla y la gente se para a hablar conmigo y salen a relucir las faenas a los toros de Manolo González.

– En una ocasión se ‘cayó’ voluntariamente y lo pagó muy caro, ¿qué ocurrió ese día?

– Cambiaron la corrida y avisaron casi sin tiempo. Yo firmé un contrato para matar otra. Pero creo que la condena fue mucho mayor que el ‘delito’, si es que se puede llamar así.

– Pero la Feria de Abril de 1.989, con los toros de Manolo González no se puede olvidar tan fácil, ¡cómo estuvo ese día!

– Aquella fue la temporada más redonda de mi carrera, además tenía la obligación de triunfar en Sevilla, que era mi asignatura pendiente en el toreo y los años antes había triunfado en toda Andalucía. Luego, todo salió en la medida esperada y resultó perfecto. Guardo el recuerdo de ese día como uno de los más bellos de mi carrera, al cumplirse uno de los grandes objetivos que perseguía como torero.

– Aunque le ‘robaran’ la Puerta del Príncipe. Le daría mucha rabia no salir por ella, ¿no?

– Bueno, pero dejé la tarjeta de visita, si fuera en estos días creo que el resultado final hubiera sido otro, pero aquella tarde el presidente no quiso. Aquello ya está olvidado. Queda la satisfacción y el orgullo de lo bien que me sentí en ese marco tan mágico y así me lo reconoció la afición de Sevilla.


– En Madrid también le privaron de varias puertas grandes, recuerdo el toro de Raboso con el que le obligaron a dar tres vueltas al ruedo, la tarde de los quites de Felipe Bartolomé, al día siguiente de la polémica suspensión por el agua… ¿no es doloroso poder sumar siete u ocho puertas grandes y contar con sólo tres de matador?

– Al principio te fastidia mucho, sobre todo no compensa el esfuerzo tan grande que haces; pero luego, a la larga, al ver el reconocimiento de la gente y la admiración que te dispensa y que te hablan de esas faenas no, porque el reconocimiento quedó escrito para siempre. Y eso nadie, ningún presidente lo puede borrar.

– ¿Cuál era para usted la plaza más difícil?

– Bilbao. Siempre que toreaba allí no dormía.

– En su carrera, al igual que a Paco Camino le gustaba ser anunciado con toros de Santa Coloma, ¿a qué se debía?

– Es un toro muy pronto, que acude rápido a los engaños, al que hay que hacerle las cosas muy bien. Uno de Santa Coloma bueno es el ideal para hacer el toreo de la manera que lo siento.

– Entre las cosas que le quedaron por hacer hay una que llama la atención, ¿por qué no confirmó en México la alternativa?

– De hecho lo intentamos y cuando me apoderaba Ángel Luis Bienvenida viajamos a México con ese interés, pero pasaban las semanas y el doctor Gaona, el empresario además de no anunciarnos ni se dignó en recibirnos. Así que un día decidimos hacer las maletas y volver a España. Luego tuve varias ofertas, pero tanto Victoriano como yo estimamos que no se adaptaban a nuestras peticiones. Posteriormente, en la última temporada se habló más en serio y mis amigos Curro Rivera y Miguel Espinosa ‘Armillita Chico’ estaban todo el día con la idea de que fuera a confirmar a La México, pero al final el destino no lo quiso. Y ahora fíjate la amistad que tengo con el actual empresario, el doctor Herrerías, que hasta fuimos socios, cuando Victoriano Valencia se presentó para empresario de Las Ventas y estábamos en su misma candidatura.

– Pero en otros puntos de América goza de reconocido cartel, ¿verdad?

– Sí, hasta en el propio México, pero sobre todo en Colombia donde toreé con frecuencia y triunfé muchas veces; también en Lima y en Venezuela. Ya te digo que con la excepción de La México, en América siempre me fue muy bien, además allí tengo grandes amigos y partidarios. Y si no toreé más fue por las circunstancias y el mal momento social que empezaban a atravesar esos países, aunque no tan negativo como los actuales, pues es una pena.

– ¿En qué otra plaza te hubiera gustado torear?

– La verdad que toreé en todas, pero donde nunca hice el paseíllo fue en Lisboa, lo que fue una pena por muchas razones. Campo Pequeño es un marco precioso, con mucha solera y sus noches taurinas tiene algo mágico, porque he visto muchas corridas en esa plaza. Además, Lisboa es una de las capitales que más me gustan y donde tengo muchos amigos, porque desde siempre he estado muy ligado con todos los toreros de Portugal. Pero especialmente con José Falcón, que en paz descanse, al igual que con Amadeo dos Anjos y más tarde con Rui Bento Vasques, dada la vinculación de los tres a Salamanca.

– Volviendo a su persona, no hace mucho fue noticia debido as reaparición en un tentadero, ¿fue muy emocionante?

– Sí, fue en la fiesta del fin de temporada que todos los años celebra Enrique Ponce, en su finca. Por la tarde habíamos estado en la plaza de Jaén, donde estuvo sensacional y cortó cuatro orejas y un rabo. Después, en su casa, junto a José Fuentes, Miguel ‘El Litri’ y varios amigos más, entre ellos el banderillero El Gitano Rubio encerraron unas becerras y lo pasamos muy bien; además Palomita Cuevas se subió al caballo para picar las becerras; entonces, yo vi que podía torear, no sé, pero me sentí con fuerzas. Ya lo había intentado el año pasado en casa de Alipio, pero hasta ese momento no me vi, pues era la ocasión ideal. Lo dije e intentaron convencerme para que desistiera de la idea. Seguí insistiendo hasta que se dieron cuenta de la ilusión que me hacia y lo necesario que era para mí dar aquel paso. Entonces me bajaron a la plaza y me vi de nuevo haciendo el paseíllo, luego, al citar a la becerra me enganchó el primer muletazo, el segundo se lo di a mi gusto, así como el pase de pecho. Sentí una felicidad inenarrable.

– Y sus compañeros le sacaron a hombros, como tantas tardes…

– Sí, fue un momento inolvidable que recordaré siempre. Tenía todos lo vellos en punta, no pude evitar las lágrimas y la emoción.

– Cambiando de asunto, ¿sigue la actualidad política?

– Si, claro, con mucho interés, como cualquier ciudadano. Me preocupan todos los problemas que afectan a la sociedad, como el paro, la droga, la inmigración ilegal, la inseguridad ciudadana. Además, me impresionó mucho la manifestación celebrada en Bilbao, durante los días que siguieron al asesinato de Miguel Ángel Blanco. Recuerdo algo similar en 1981, a raíz del golpe de Estado que protagonizó Tejero, pero aquella la viví desde la lejanía al encontrarme en América, donde todos los toreros españoles pasamos unas horas angustiosas ante aquel golpe, que para nosotros significaba un retroceso histórico de cuarenta años en un país que empezaba a vivir en Democracia.

– Además protagonizó una incursión en política al ser alcalde electo del pueblo de sus padres, de Ahigal de los Aceiteros, ¿qué recuerdos guarda de esa aventura?

– Muy positivos. Fue en tiempos de UCD y surgió después de que me liaran unos amigos políticos. Permanecí una legislatura en el cargo e hice todo con mucha ilusión y no poco esfuerzo, para que Ahigal, un pueblo lejano y abandonado tuviera menos pobreza y más bienestar. Pero entonces, los medios eran pocos y las necesidades muchas.

– En este salón en el que nos encontramos está presente el legado de su vida profesional y así lo demuestran los numerosos trofeos que adornan sus vitrinas, ¿de qué galardón siente una motivación especial?

– Todos significan mucho, está desde el primer trofeo que conseguí de novillero hasta el último que he recibido. Aquí hay varios trofeos de San Pedro Regalado, de Valladolid; de todas las ferias de América, de San Isidro, en fin, de España entera. Pero hay dos que tienen un significado especial; uno, esa cabeza, que es de un toro de Lázaro Soria que maté en 1978, en Madrid. Le corté una oreja y fue el toro que me encumbró. El otro es ese rabo colgado en la pared, que fue el de mi presentación en Salamanca ante una corrida de Dionisio. Fue una tarde de gran triunfo que abrió muchas puertas y, sobre todo, sirvió para que mucha gente siguiera confiando en mí.

– Salamanca y Robles han sido un binomio inolvidable fundido en pasión, ¿verdad?

– Sí. Me he sentido muy querido y arropado en mi tierra. Además, las temporadas que no llegaba a las cincuenta corridas, esta plaza me servía para volver a recuperar mi crédito ante las empresas. La plaza de Salamanca ha sido decisiva en mi carrera y en la que más a gusto he toreado, junto a la de Madrid, Valladolid y Logroño.


– ¿Sueña con un cartel?

– Juan Belmonte, Manolete, El Viti y Julio Robles.

(Precisamente en el palco de la plaza de tientas de su finca, en un lugar preferente, hay tres grandes fotografías de Manolete, El Viti y Julio Robles, el cartel que le hubiera gustado compartir –junto a Belmonte-).

– ¿Qué significa para usted la palabra amor?

– Cuando un ser humano descubre los encantes de otro, se enamora y comparten mutuamente sus encantos.

– ¿Está enamorado ahora?

– Siempre se está enamorado, pero si es la pregunta que tú me haces te diré que sí, que desde hace varios meses estoy enamorado.

– ¿De quién?

– De una mujer maravillosa.

– En su vida has tenido días muy felices y otros menos, ¿cuáles han sido los peores?

– Mira, el día que murió mi madre fue de intenso dolor. La quería mucho, estaba muy unido a ella y me pareció injusto que una persona tan buena nos abandonada tan joven. Ese día y el de la muerte de mi sobrino Juan Pablo, que era el hijo mayor de mi hermana Candelas y murió ahogado con nueve años fueron los peores y de más triste recuerdo.

– ¿Y el accidente?

– Son otras circunstancias. En este caso después de salvar la vida llega la lucha y el sacrificio por superar la invalidez.

– ¿Guarda rencor a ‘Timador’?

– No, un torero cuando sale a la plaza es consciente que puede perder la vida. Así le sucedió a mis amigos Paquirri y El Yiyo. Yo, al menos continúo aquí, luchando y con las metas que me he marcado para tratar de recuperarme. No le guardo rencor, él cumplió con su obligación y en esa ocasión ganó, que aunque duela decirlo ahí estriba mucha de la grandeza de la Fiesta.

– ¿Antes de su percance sufrió muchas cornadas?

– Un total de ocho, pero todas en mi primera época, hacía años que los toros no me cogían y hubo temporadas enteras en las que ni siquiera me levantaron los pies del suelo.

– Tras Paco Gil tuvo varios apoderados, caso de Ángel Luis Bienvenida, la casa Camará, el dúo Patiño y Berrocal hasta que llega Victoriano Valencia, con el que permaneció más de una década. ¿Qué le aportó Victoriano Valencia?

– Tranquilidad, sosiego, afán de superación y mentalizarme para ser la máxima figura del toreo. La llegada de Victoriano fue decisiva en mi carrera. Él supo negociar carteles dignos de mi toreo, como toros con los que pusiera brillar y defendió muy bien el dinero que debía cobrar. Prueba de la gratitud y amistad que me une a él es que nuestro trato es familiar, tanto con él, como con su mujer e hijos. Además, desde el accidente, cuando ya no pude volver a torear yo lo sigo llamando apoderado y no hago nada, por poca importancia que tenga, sin consultárselo a él. Victoriano Valencia, para mí es mucho más que un apoderado.


– Julio, ¿teme a la muerte?

– No, en la vida hay que ser valiente y consciente de todo lo que no acecha. No se puede olvidar que todo ser que nace, también muere. Si hubiera temido a la muerte no hubiera toreado. Ahora sí me lo preguntas por la razón de si me quiero morir, pues ahora mismo no quiero que me llegue.

– Volviendo a su toreo, recuerdo que sus primeros años de matador de toros trajo nuevos aires con su capote, muy prolífico en los más variados quites, luego fue olvidando el repertorio, ¿a qué se debió?

– Los toreros jóvenes tienen que poner un toque de atención y por esa razón yo lucía mucho con el capote, lo que me ayudó mucho al principio. Pero también, en ocasiones abusé tanto que luego, en la faena de muleta, se me quedaban parados, los había exprimido, por eso me centré más en el toreo fundamental de lancear como a mi me gustaba echando el capote adelante y ganando terreno en cada lance para rematar en la boca de riego.

– Eso actualmente casi no se ve.

– Muy poco y es una pena. El toreo de capa es así, además de la importancia que tiene, porque ahí es donde realmente se debe enseñar a embestir al toro.

– ¿Quién le enseñó a torear de capa?

–Pallarés, mi primer maestro. Luego, la constancia y superación, también me corrigió algunos defectos Manolo Escudero, que ha sido uno de los que mejor han toreado de capa de todos los tiempos.

– Hablando de los quites, hubo algunos muy celebrados, como la media de rodillas que interpretó una histórica tarde en Las Ventas, ¿háblenos de ella?

– La observé en una foto de Marcial Lalanda que me llamó mucho la atención y después de ensayarla en el campo, un buen día sentí la necesidad de llevarla a la plaza. Cuando lo hice fue un alboroto, recuerdo que hasta me hice publicidad de ella y sucedió una curiosa anécdota

– ¿Cuál?

– En una comida estábamos el picador El Rubio; Peña, el mozo de espadas y yo tratando de buscar una frase para la foto. No se nos ocurría ninguna. Entonces Peñita creyó conveniente que debía decir: “Se busca otra igual”. Y nos gustó tanto que no hubo más que pensar.


– Dicen que es alegre, juerguista y jaranero, ¿es cierto?

– Hay que matizar. Si lo dicen para definirme así es mentira. Pero si es para juzgar a algún día, pues a lo mejor. Un torero es una persona joven, con vitalidad y en invierno le gusta divertirse, lo que sucede es que si una noche te ven de copas con los amigos enseguida llega alguno que dice, “anoche estaba Robles de copas” y se empieza a exagerar. A mí me gusta¡ salir, cuando no tenía responsabilidad, pero en temporada me entrenaba varias horas al día y me tiraba semanas enteras sin salir, pues es incompatible una cosa con la otra. Además, yo cuando salía era natural y nunca me tapaba, ni me escondía.

– Ahora es ganadero, ¿qué origen tiene su ganadería?

– Lo que tengo proviene de regalos que en su día me hicieron mis compañeros, para que yo siguiera en contacto con lo que más me ha gustado en la vida, que es el toro. Es mi vida, lo mantengo y lo cuido, como una afición, no como negocio, sino para divertirme y que vengan mis amigos a tentar. Ver el ganado en el campo y tratar de criar un tipo de toro que sirva para que mis compañeros disfruten. Por eso quiero dejar muy claro, y siempre lo digo, “si los novillos no salen como a mí me gustaría el palo es solo para mi, si por el contrario sirven para el triunfo, el éxito es de mis compañeros”.

– ¿Las sensaciones de torero son diferentes a las de ganadero?

– Sí, siento mucha más preocupación como ganadero que como torero. Ten en cuenta que el torero cuando se enfrenta a un compromiso sabe cómo se encuentra de ánimo y de preparación, por lo que buena parte del éxito está en su mano. Como ganadero pones toda la ilusión en criar al animal, seleccionar, cuidar, elegir lo que tú crees que es lo adecuado, pero dejas al factor suerte un porcentaje muy alto del resultado final. Fíjate en cualquier feria, Madrid por ejemplo. ¿Tu crees que los ganaderos no han elegido con ilusión lo que van a lidiar? y sin embargo fíjate qué pocos toros han dado buen juego.

– ¿Para cuándo veremos toros de su propia selección?

– Este año ya quería tentar un eral o dos, que serían los primeros. Luego, depende del resultado que den ya veremos el camino que se toma; así que todavía no tengo fecha prevista. Pero vamos, que como ya he dicho, esto lo tengo para disfrutar, como afición y gusto personal.

– Mañana será otro día, ¿qué hará en la jornada venidera?

– Me levanto a la doce, leo la prensa y después nos marchamos a Vecinos, donde hemos quedado con Curro Vázquez. Luego, por la tarde iremos a Matilla, a casa de Alipio a disfrutar de un tentadero. Y después ya se verá, el día lo puedes programar, pero a la hora de la verdad, al menos en mi caso, surgen muchas cosas inesperadas.

– Maestro, que pronto alcance los objetivos marcados.

– Muchas gracias, Paquito. Y tú que lo veas.


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