"...Las cartas que, por primera vez, estamos recibiendo los periodistas de las empresas que han contratado este año a José Tomás en las que, para acreditarnos, nos exigen que para la corrida en la que actúa el de Galapagar hay que firmar y también con sello y firma del medio donde se publica la crónica, un documento subrepticio que, a su vez, autorizará o no el representante de José Tomás a su libre albedrio. Lo que pienso va en contra del derecho que nos asiste a la libertad de expresión. La repanocha, vamos..."
Los millonariamente rentables aunque toreramente irreales “milagros” del tomasismo
Todo el entramado que sostiene el asombroso fenómeno de José Tomás funciona en pos de ganar dinerales como sea y a costa de lo que sea bajo, eso sí, la ley del mínimo esfuerzo.
Se lo llevan de lo mucho que cobran por torear lo menos posible frente a un ganado lo menos agresivo posible; de la reventa que manejan a su antojo; y hasta de lo que en cada pueblo o ciudad donde comparecen intentan cobrar o cobran en los sitios que pueden o se dejan manejar las organizaciones que engloban la hostelería, la restauración y hasta los bares. Un tanto por ciento de cada consumición y de cada habitación ocupada por aquello de que “con José presente en una corrida, donde se celebra se pone el no hay billetes en todas partes..”. Sin embargo, tanto negocio adjunto, no siempre funciona a tope porque los establecimientos multiplican los precios exageradamente y no todos los posibles clientes pican. Esto ocurrió ayer en Huelva en donde se puso el “no hay billetes” muy a última hora. No se habían vendido tantos abonos como la empresa de La Merced creyó que iba a suceder…
No obstante estos fallitos puntuales y ante tamañas evidencias, se comprende que a las empresas taurinas que les toca la “lotería”, se rindan incondicionalmente. “Lo que usted quiera y como quiera”…
Las cartas que, por primera vez, estamos recibiendo los periodistas de las empresas que han contratado este año a José Tomás en las que, para acreditarnos, nos exigen que para la corrida en la que actúa el de Galapagar hay que firmar y también con sello y firma del medio donde se publica la crónica, un documento subrepticio que, a su vez, autorizará o no el representante de José Tomás a su libre albedrio. Lo que pienso va en contra del derecho que nos asiste a la libertad de expresión. La repanocha, vamos.
Así viene ocurrió en su última actuación de ayer en Huelva, acompañado de dos toreros irrelevantes y, por tanto, baratísimos. Pero esta pobreza del cartel no importó para nada a los que abarrotaron la plaza de la Merced. Algunos pagando barbaridades. Como tampoco importó que el mito estuviera como estuviese para que triunfara apoteósicamente. En este todo le vale a J T, da lo mismo como sean los toros y como los toree.
Veremos a ver qué pasará en su corrida de San Sebastián, alternando con Pablo Hermoso de Mendoza y El Juli. Por lo visto, ambos tragan con la negativa a dejarse televisar y admiten que los periodistas tengamos que firmar el famoso documento que también nos ha enviado la empresa Chopera para acreditarnos en la Semana Grande. Cosa que nunca ha ocurrido hasta este año. Pero sigamos con lo de la prensa amordazada.
José Tomás y el director general de la presidencia de Telefónica, Luis Abril, en la entrega de un Premio "Paquiro" patrocinado por la Compañía
No hay más que leer y oír a la mayoría de los críticos, tanto de los medios impresos como digitales. Sobre todo desde que José Tomás volvió a los ruedos tras seis años retirado y bajo el paraguas protector nada menos de Telefónica, de la mano de uno de sus más altos cargos, el aficionado e incondicional tomasista, Luís Abril, encargado de repartir la publicidad de la gran Compañía a todos los medios de difusión. Gracias a ello, tal fue el poder del tomasismo de esos años que podemos afirmar que José Tomás fue y quizá aún es más intocable que el mismísimo Rey de España.
Repentinamente hubo y todavía hay ilustres tribunas en las que, tras haber tratado a Tomás con equitativa justicia, se trocaron en incondicionales a su favor. Y esto fue realmente escandaloso aunque casi nadie salvo quien esto firma lo denunció. Cómo sería y sigue siendo este digamos camaleonismo, que la mayor victima de tal dislate ha sido y sigue siendo nada menos que Enrique Ponce. Y eso ¿por qué? Pues porque es a quien Tomás más odia y teme. Fueron muchos, tanto críticos como aficionados de relieve – me acuerdo sobre todo de mi amigo Ignacio Aguirre, que en paz descanse, los que afirmaron varias veces cuando salió a escena José Tomás y me dijo en un almuerzo de los que organizaba en Madrid Antonio Ordóñez con sus más íntimos amigos que este sí que sería quien acabara con el valenciano. Por eso Tomás no quiere ver ni en pintura al de Chiva. Porque no pudo ni podrá con él. Y ahí está lo que acaba de ocurrir en Valladolid…
En las plazas de toros, sucede con José Tomás algo parecido a esos “milagros” que de cuando en cuando surgen en España y en otros países dados a la cuestión milagrera. Se corre la voz de que en un cerro o en una colina cercana a determinados lugares ciudadanos se aparecen vírgenes o santos. Las gentes acuden al lugar masiva y posesamente y, cuando “ven” lo que no puede verse en realidad, pregonan por doquier las apariciones logrando que el número de asistentes aumente sin cesar. Todo es una gran mentira. Un espejismo. La mayoría de las faenas del último José Tomás son tal cual las llevan a cabo la inmensa mayoría de los toreros y casi siempre sucias por faltas de temple, defecto que siempre tuvo José Tomás, incluso en sus mejores tiempos. Le basta acertar con la espada a la primera o a la segunda quede donde quede la estocada para que se le concedan trofeos en medio del delirio que, por supuesto, contagia a los presidentes. Y así salen más que satisfechos los fieles y llegan a sus casas presumiendo de que acaban de ver lo más grande que se haya visto jamás…
Pues bien, esta sumisa posesión tomasista se extiende por doquier y llega hasta la mismísima prensa que, debidamente encargada de aumentar los méritos del torero hasta grados inimaginables, cantan lo sucedido, rozando el ridículo cuando no cayendo en él.
En tal propósito, la “organización” suele invitar a todo lujo para que asistan a las corridas de Tomás a distintos e importantes columnistas de la prensa y a personas de gran relieve en el mundo intelectual, abducidos a la causa tomasiana como, por ejemplo, son los casos de Fernando Sánchez Dragó y quien lo fue aunque ya no lo es, Albert Boadella. No hay más que leer lo que han escrito y escriben en cada ocasión para comprobar a donde llega la propaganda a favor de Tomás por parte de quienes se permiten el lujo de escribir sobre lo divino del personaje aunque sea a base de decir toda clase de inventos subliminales y teorías tan extravagantes como absurdas en su mayoría incomprensibles…
La bola de la propaganda tomasista arrolla todo lo que se le ponga por delante. Pero nadie y, repito, nadie salvo un servidor, osa oponerse al grandísimo tinglado.
Solo cabe esperar a que, con el paso del tiempo que a nadie perdona en el toreo salvo a Enrique Ponce aunque también le llegará la hora como a todo el mundo, termine este curioso e insólito capítulo de la historia del toreo.
Vivir para ver…
No hay comentarios:
Publicar un comentario