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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 8 de agosto de 2016

Toros en El Puerto de Santamaría. Ole, ole y ole para Manzanares que salió a hombros con López Simón / por J.A. del Moral.



"...Manzanares nos complació en el segundo toro y pese al viento que no le permitió cuajar al natural como lo hubiera hecho sin el Levante de por medio, una faena realmente extraordinaria..."


Toros en El Puerto de Santamaría. Ole, ole y ole para Manzanares que salió a hombros con López Simón

J.A. del Moral · 08/08/2016
Como tantas y tantas veces en mi larga vida ejerciendo la crítica, un corto grupo encabezado por varios de mis odiadores habituales, intentan aburrirme con comentarios falaces, insultantes y hasta difamatorios. Pierden el tiempo. En alguno de los medios en los que he trabajado, consiguieron lo que ahora vuelven a intentar. Pero es inútil porque “detorosenlibertad” es mío y, de aquí, no pueden ni podrán quitarme de en medio por mucho que se empeñen.

Dicho esto, me reafirmo en lo que otras tantas veces he dicho respecto a la absoluta fidelidad a mis opiniones que solamente son mías porque yo siempre digo lo que pienso sin dejarme llevar por modas ni por intentos varios que tratan de hacerme cambiar. Repito que es inútil. Y es que, aparte estos pertinaces odiadores, la inmensa mayoría de los que aquí entran, no lo hacen para saber lo que ha pasado en las corridas que veo y comento, sino para saber cuáles son mi opiniones. Y eso irrita a muchos compañeros y a no pocos partidarios acérrimos de toreros que a mí no me gustan. Y no me gustan, porque el gusto es el mío y punto. Por poner el ejemplo más cercano, lo sucedido en la corrida de ayer en El Puerto de Santa María.

Por delante, el incesante viento que allí llaman de Levante que no dejó de molestar a los actuantes. También la en su mayor parte excelente corrida de Juan Pedro Domecq de la que me cabe señalar como mejores toros los que correspondieron a Alberto López Simón que gozó del mejor lote de la tarde. Y, en medio de todo, lo que hicieron los tres matadores que alternaron: Sebastián Castella, José María Manzanares y el ya mencionado López Simón.

Si me dejara llevar por los trofeos que cortaron Manzanares y López Simón, y por el entusiasmo que provocó este en el mucho público asistente, tendría que repartir adjetivos positivos en consonancia con el ambiente que hubo en la Real Plaza. Pero es que, en lo que a mi opinión respecta, no es ni fue el caso por lo que respecta a nuevo diestro madrileño.

Pero hablemos antes de quien encabezó el cartel, Sebastián Castella, que llegó a El Puerto de una tarde apoteósica encerrado en solitario con seis toros en su ciudad natal, Beziers, y si lo que allí hizo fue como lo que me dio a entender en El Puerto, pues bueno…


Castella, tras su estupenda temporada del año pasado, ha vuelto a las andadas en las que la precedieron tras otra campaña sensacional, la de 2006, que fue el primer cenit de su carrera. Y las andadas de Castella este año son que torea todo lo correctamente que puede y puede mucho, pero sin alma, sin sentimiento, sin color ni olor ni sabor… Y, además, ayer, con el mal añadido de lo que hizo y no debió en el arranque de su faena al cuarto toro que, si se vino abajo demasiado pronto tras comportarse excelentemente en los dos primeros tercios, fue por la tantas veces inconveniente manera de empezar con sucesivos y encadenados cambios en los medios. Cambios que no dudo son espectaculares y hasta meritorios. Pero cambios que en muchas ocasiones. ayer fue una de ellas, perjudican mucho a los toros porque les obligan a hacer el ocho varias veces y eso los destronca. Y, claro, ahí se acabó el carbón del toro y se vino completamente abajo la faena.

Por ende, Castella tuvo ayer la mala suerte de que, tras morir sus dos enemigos, actuó un Manzanares totalmente recuperado tras su triste temporada de 2015, como consecuencia de lo mucho que le afectó la muerte de su inolvidable padre. Y Manzanares nos complació en el segundo toro y pese al viento que no le permitió cuajar al natural como lo hubiera hecho sin el Levante de por medio, una faena realmente extraordinaria.



Pero con el Levante y sin el Levante, la faena con este segundo fue de las que yo llamo de Ole, Ole y Ole… Señores, qué manera de torear mecido, qué manera de torear con ritmo, con natural apostura, con aterciopelado temple, con la que tantas veces he dicho sobre lo que solamente cuatro toreros han sido capaces de torear así: Con la dulzura imperial que particularizaron por el siguiente orden, don Antonio Ordóñez Araujo, don José María Dols Abellán, don Enrique Ponce Martínez y ahora también y de qué maravilloso modo don José María Dols Samper. Y bendita sea la madre que te parió, Josemari.


Lo defectuoso del cañonazo con que mató a este segundo toro de la tarde dejó el premio en una sola oreja. Pero logró otra del quinto con el que vimos al Manzanares magistral porque la faena que le hizo fue de las que en México llaman estructuradas. Compuestas paso a paso y pase a pase porque el muy remiso animal no dio para ligar series ni para más. Esta vez la estocada fue monumental. Pues ya he dicho varias veces que el hijo de su padre es uno de los mejores por no decir el mejor matador que he visto en mi vida.

Luego de actuar el del Ole Ole y Ole, llegó el de Ay, Ay, Ay… Alberto López Simón, que como tantas veces a mi no me llenó ni me gustó. Reconociendo, por supuesto, su enorme valor que demuestra tarde a tarde con incondicional quietud, sean los toros como sean, con acendrada cercanía y con la subsiguiente emoción por los muchos riesgos que afronta, sus modales toreros son vulgarísimos y enseguida olvidables. Ayer tuvo, como ya he dicho, el lote de la corrida. Dos toros para cantarlos en latín, en griego y en arameo. Y eso no lo aprovechó el de Barajas que continúa toreando con su no sé si es apoderado, amigo, confesor o qué diablos es ese señor que le sigue y le persigue por el callejón dándole consejos vociferantes que acompaña con gestos de carretero de bueyes. Y esto es, señores, inadmisible para quien ya va de figura del toreo. Cortó tres orejas y no cortó cuatro de puro milagro.


Por mí, como si le hubieran dado los dos rabos… O sea…

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