Me adhiero a lo escrito por el Doctor Comino, no puedo comprender porqué en una época de buenos toreros, pero también de muchos pegapases, las empresas tienen en el más ominoso de los olvidos al Fino.
Los esclavos del siglo XXI
Me adhiero, como todo buen aficionado, a lo escrito por el doctor Comino Delgado sobre esa especie de veto, olvido o malos mengues que tienen a un gran torero con Finito de Córdoba en el dique seco. No puedo comprender porqué en una época de buenos toreros, pero también de muchos pegapases que no dicen nada vestidos de luces en las ferias del verano taurino, a un torero de la categoría de Juan Serrano Pineda, las empresas lo tienen en el más ominoso de los olvidos. O quizás lo comprendo demasiado.
Comprendo que para los empresarios que organizan corridas con simple ánimo recaudatorio, igual que se dedicarían al cultivo del champiñón si les resultara rentable, lo importante es disponer de una cuadra de gladiadores que van y vienen por el país de plaza en plaza sin decir esta boca es mía ni exigir nada. Para esos negociantes el Fino podría resultar incómodo, porque su alma torera y su sensibilidad humana no le permiten ser un instrumento en manos de esos “amasaeuros” sin respeto a la Fiesta, ni a los hombres vestidos de luces que la mantienen jugándose su juventud, y a veces su integridad física.
Aquí solo hay dos maneras de estar en el toreo; con un apoderado independiente con el que es difícil funcionar, porque los grandes empresarios no les dan cancha preocupados con sus cambios de cromos, o entrando en una “casa” con la que se torea mucho pero que a final de temporada al torero no le queda ni para pipas. Porque aquí, salvo excepciones que pueden imponer su ley, a los demás toreros se los echan a los leones como a los esclavos del circo romano. Esa es la cruda realidad.
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