...el auténtico espectáculo taurino es aquel del que los espectadores salen satisfechos, contentos de haber pagado una entrada y con ganas de volver. El que ofrecen seis toros bravos y encastados, fuertes y sin claudicaciones -con todas sus dificultades-, y tres toreros capaces de poderles y someterlos al imperio de su valor y conocimientos.
Injusticia distributiva
Si algo está quedando claro en esta Feria de Abril de Sevilla es lo que muchos sabemos hace tiempo; que el auténtico espectáculo taurino es aquel del que los espectadores salen satisfechos, contentos de haber pagado una entrada y con ganas de volver. El que ofrecen seis toros bravos y encastados, fuertes y sin claudicaciones -con todas sus dificultades-, y tres toreros capaces de poderles y someterlos al imperio de su valor y conocimientos.
Esto ni es nuevo ni se ha dejado de decir y escribir, desde que existe el toreo y la crítica taurina como género periodístico. Los empresarios deberían tomar buena nota, si no quieren contribuir a que un espectáculo multisecular se derrumbe llevándose por delante sus posibilidades de negocio. Para salvar la realidad de la Tauromaquia, esos empresarios deben comenzar ya mismo a poner en valor a los toreros que se fajan, sin hacerles ascos, con los “victorinos” y los “miuras”, pongamos como ejemplo, pero hay más. Ahí están también los de Fuente Ymbro, los de Alcurrucén, los de Cuadri y los de Adolfo ante los que las figuras escurren el bulto.
Está meridianamente claro que el bisonte manso con cornamenta de ciervo y más de seiscientos kilos, que camufla entre sebo y carpintería la mansedumbre, es el toro preferido por los que encabezan el escalafón, porque con cuatro arrumacos se lo quitan de encima sin problemas, y sobre todo sin sudar el chispeante. ¿Que cómo se acaba con tamaña granujería? Pues muy sencillo; valorando económicamente las empresas a los toreros que pechan con los hierros bravos y encastados, por encima de las figuras que no los quieren ver ni en fotografía.
Verán que pronto exigen los “primus inter pares” integrarse en la autenticidad de la Fiesta. Y si no lo hacen, peor para ellos. Porque es muy triste que se lleven el mogollón de euros los que la mayoría de las tardes frustran las ilusiones de aficionados y espectadores, mientras los que los divierten se llevan a su casa cuatro perras y el cansancio, la tensión y el esfuerzo de una tarde dura y difícil. Eso se llama injusticia distributiva. O así me lo parece…
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