"Al salir de la Plaza me acordé del magnífico libro de D. Gregorio Corrochano, "¿Qué es torear?". Si usted estuvo en la novillada de ayer, querido y admirado Gregorio, se daría a sí mismo respuesta a esa pregunta que da título a su libro. ¿Qué es torear? Pues… lo que hizo con Carpeto".
Curro Meloja
El próximo 6 de julio se cumplen sesenta años de la histórica faena del madrileño ante un novillo de Palha en Las Ventas
AplausoS, Lunes 02 de julio de 2018
Domingo, 6 de julio de 1958. Victoriano Cuevas Roger, Victoriano Valencia en los carteles, trenza el paseíllo en Las Ventas embutido en un terno caña y oro. Torero de dinastía, quinto de la saga de los Valencia, luce un brazalete negro en memoria de su padre, fallecido exactamente un mes antes de aquella tarde que, por otra parte, se antojaba crucial en su carrera.
Se trataba del quinto y último paseíllo de su vida novilleril en la Monumental madrileña. Victoriano, nacido en el barrio de Chamberí de la capital, pero criado desde su niñez en Barcelona, donde había ido ganando cartel triunfo a triunfo, se había presentado el 1 de julio de 1956, con novillos de Escudero Calvo -hoy, victorinos- junto a Fermín Murillo y José Luis Serrano. Pero en aquella trascendental jornada del verano del 58, en la que alternaba con Luis Parra "Parrita" y Andrés Hernando, que se presentaba en Madrid, buscaba un éxito incontestable que le permitiera llegar con el máximo ambiente a la alternativa.
La plaza luce llena, rebosante. En chiqueros aguardan seis novillos de Palha, que en aquel entonces se anunciaban en los carteles a nombre de Francisco y Carlos Van-Zeller Palha. La vacada lusa no lidiaba en Madrid desde 1941, hacía casi veinte años. El regreso genera la lógica expectación. Luego, el encierro no defraudó ni en presentación ni en juego.
Vestido de caña y oro, con un brazalete negro por la reciente muerte de su padre, Victoriano Valencia cruzaba el ruedo de Las Ventas con un claro objetivo: triunfar para llegar con el máximo ambiente posible al doctorado
Victoriano lidió por delante a Carvacho, número 3, negro, segundo de la tarde, con el que anduvo porfión. Pero fue con el quinto, Carpeto, número 35, bravo y noble, con el que realizaría una faena para el recuerdo. Según expuso Santiago Córdoba en El Ruedo, Carpeto era biznieto de la madre del célebre toro Ratón, de Pinto Barreiros, con el que Manolete logró uno de sus grandes éxitos en Madrid, precisamente, en otro día 6 de julio, pero de 1944.
A Carpeto lo lanceó Victoriano por verónicas antes de quitar por chicuelinas, terminando arrodillado, montera en mano, frente a los pitones del novillo "en un desplante muy torero", según escribió el crítico de ABC. Cambiada la lidia al último tercio, Victoriano se dobló de primeras rodilla en tierra y, luego, "ejecutó una faena meritísima a base de ayudados por alto, naturales con mucha hondura y redondos casi circulares, todo ello entre el alboroto de la multitud", añade el cronista del citado diario.
Casi todo el trasteo fue ejecutado cerca del burladero del tendido 1. Según contó Suárez-Guanes años después, antes de entrar a matar, Pepe Valencia -tío de Victoriano y asesor de la presidencia- comentó: "¡Es faena de rabo!". Y el comentario no debió ser ninguna exageración a tenor de lo publicado por otros críticos de reconocido prestigio.
Curro Meloja, por ejemplo, dejó escrito: "Al salir de la Plaza me acordé del magnífico libro de D. Gregorio Corrochano, "¿Qué es torear?". Si usted estuvo en la novillada de ayer, querido y admirado Gregorio, se daría a sí mismo respuesta a esa pregunta que da título a su libro. ¿Qué es torear? Pues… lo que hizo con Carpeto".
Manuel Casanova, director de El Ruedo: "El toro de Palha había encontrado un torero, y del encuentro surgió la creación de uno de los espectáculos más bellos que nos ha sido dado presenciar"
El genealogista de ganaderías Alberto Vera "Areva" diría también sin ambages: "Es la mejor faena que se ha hecho en las Ventas"; mientras que Manuel Casanova, director de El Ruedo, escribió: "El toro de Palha había encontrado un torero, y del encuentro surgió la creación de uno de los espectáculos más bellos que nos ha sido dado presenciar", añadiendo: "La faena de muleta del muchacho madrileño y todo su toreo fue, indudablemente, la obra artística de un elegido". Asimismo, el propio Casanova subraya: "El público, que probablemente no lo esperaba, se quedó absorto. ¿De dónde salía aquel torero que bordaba los pases, que llevaba y traía suavemente, elegantemente, valientemente, a uno de los toros más bravos, de mejor temple que hemos visto en la Plaza de las Ventas en lo que va de temporada?".
Antes de entrar de entrar a matar afloraron pañuelos en los tendidos solicitando trofeos para el matador. Luego, lamentablemente falló con el acero y la obra quedó sin premios. En realidad sólo sin los tangibles, pues el mayor de todos, el de entrar en la historia, acababa de conseguirlo. A Carpeto le dieron la vuelta al ruedo en el arrastre y a Victoriano le invitaron a recorrer el anillo hasta en dos ocasiones bajo atronadoras ovaciones.
No serían, ni mucho menos, las últimas que escucharía en Las Ventas, donde llegaron a conocerle como "el torero de las faenas memorables", pues tras Carpeto cuajó, ya como matador de alternativa, a Talaverano, de Samuel Flores, en 1960; a Malvaloco, de Fermín Bohórquez, en el San Isidro del 61; a Arábica, de Conde de la Corte, en la festividad del Corpus del 65… Y todas permanecen en el recuerdo. Lo bueno nunca se olvida.
"Se aproximó mucho a la faena soñada"
En una entrevista con Santiago Córdoba publicada en El Ruedo poco después de la faena a Carpeto, Victoriano Valencia exponía: "Para mí el toreo es el único y verdadero de todas las épocas: el clásico y puro; que es de antes, de ahora y de siempre. Por eso me siento tan satisfecho, puesto que sin necesidad de "inas" ni de modernismos, el toreo que hice a Carpeto llegó con la misma intensidad al aficionado que a la galería".
Victoriano Valencia: "Sin necesidad de "inas" ni de modernismos, el toreo que hice a Carpeto llegó con la misma intensidad al aficionado que a la galería"
Sesenta años después corrobora aquellas declaraciones y rememora para los lectores de APLAUSOS la trascendencia de aquella tarde en Madrid: "Faenas así no se olvidan nunca", apunta. "Era mi despedida como novillero en Madrid y era importante cerrar aquella etapa con un éxito. Y lo logré". ¡Vaya si lo logró! "Hubo unanimidad en la crítica, en los aficionados… todos coincidieron en denominar como memorable la faena a Carpeto. Hice el toreo perfecto, al menos eso mismo dijo, por ejemplo, el padre de los Bienvenida, el famoso Papa Negro".
-Sin embargo, ustedes los toreros siempre dicen que la faena perfecta nunca llega.
-Aquella se aproximó mucho a la faena soñada. Es cierto que lo soñado nunca llega a materializarse, pero aquella estuvo cerca de lograrlo.
"Hice el toreo perfecto, al menos eso mismo dijo, por ejemplo, el padre de los Bienvenida, el famoso Papa Negro"
Para Victoriano, el pasaje que más grabado tiene a fuego en su mente y su corazón es "el doble circular" que dio a Carpeto: "Hasta entonces se daban los circulares poniéndose el torero de espaldas al toro y cogiéndole ya con el muletazo medio hecho, pero yo conseguí unir un circular con la derecha con un circular con la izquierda. Ese fue uno de los momentos cumbres de la faena, pero hubo pases de pecho muy profundos, trincherazos, rodillazos… le hice todo lo que pude porque, además, el animal lo merecía".
Victoriano no conserva la cabeza del novillo -"con la emoción, cuando quisimos darnos cuenta ya le habían partido los pitones en el desolladero", recuerda- pero sí guarda como una joya el vestido caña y oro con el que inmortalizó a Carpeto.
"Hay quien me dice "le cortaste el rabo", pero no le corté ni una oreja porque con la espada siempre fui muy malo y mi costumbre era pinchar… -ríe-, pero la prueba de la trascendencia que tuvo la faena es precisamente esa: que aun sin orejas, sesenta años después sigue recordándose".
RUMBO A LA ALTERNATIVA
El triunfo ante Carpeto le franqueó el paso a la alternativa, que se produjo pocos días después, el 27 de julio de 1958, en Las Arenas de Barcelona, con Antonio Bienvenida de padrino y Antonio Ordóñez de testigo. Los toros fueron de Eusebia Galache y el de la ceremonia atendió por Galonero, negro y marcado con el número 27.
Victoriano, como en Madrid, portó un brazalete de luto en recuerdo de su padre; y entró con buen pie en el nuevo escalafón. "Victoriano ha hecho algo más que tomar la alternativa y estar en torero: ha estado en figura del toreo", escribió el crítico de El Ruedo, G. de Córdoba.
Aquel doctorado lo confirmó al año siguiente, 14 de mayo de 1959, en la primera de las corridas de San Isidro, con toros de Atanasio, acompañado por Julio Aparicio y de nuevo Ordóñez como testigo. La historia seguía escribiéndose...
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