Se comportaron todos conforme a lo esperado. Lidia bronca, caras por las nubes, flojedad, en definitiva toros no aptos para triunfar a la manera tradicional de la edulcorada tauromaquia de hoy.
Aplaudimos a Manuel Escribano. Es torero que no se esconde ni esquiva dificultades. Sangre le ha costado y mucha. Hoy se acartela con miuras a sabiendas de las enormes dificultades que ello conlleva. Puso toda la voluntad del mundo, pero los toros presentaron problemas que sus recursos y su técnica no pudieron solventar. Estos miuras, aunque su morfología no mostraba el pavor de otras épocas, si es cierto que todos menos el quinto llevaban la cara por las nubes y al salir de los engaños derrote va y viene.
Escribano lo intentaba. Quería torear en clásico, pero era tarea imposible. ¿Podía haber bajado la muleta y obligar así al toro?. Tal vez, pero es que no lo intentó. No podemos saber cual hubiera sido el resultado. ¿Podía haber lidiado en vez de intentar el toreo en redondo?. Tal vez, pero es que tampoco lo intentó. Puso mucha voluntad, estuvo bullidor y no pudo con los problemas.
Sale el quinto. El más menos malo. Sus embestidas fueron más aprovechables y Escribano al menos intentaba más que conseguía pegar pases medio estimables. Había mucho paisanaje en los tendidos. Mató de estocada caída y ese paisanaje pide oreja con fuerza que el dubitativo presidente concede, aunque resiste bien la petición del segundo apéndice. Resultado final: mucha voluntad, mucha entrega, pocos recursos y una oreja.
Reseñar y aplaudir a Escribano que pusiera los toros de largo en la suerte de varas. Solo lo hizo él en esta feria sin suerte de varas.
Escribano debe mejorar en banderillas o dejar a la cuadrilla que las ponga.
El picador Manuel Jesús Ruíz “Espartaco” picó muy bien, como también lo hicieron en banderillas José Chacón y Fernando Sánchez.
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