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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 29 de diciembre de 2024

Buena voluntad/ por Paco Delgado

 


La Navidad, cada año, vuelve a tratar de marcar una tregua en la contienda diaria. El mensaje lanzado hace ya 20 siglos sigue vivo y vigente en buena parte del mundo actual que, aunque luego no lo tenga en cuenta para nada, estos días parece tomar un respiro en su enloquecida vorágine cotidiana.

Buena voluntad

Paco Delgado
Un burro, un toro -siempre el toro presente en la historia del hombre- un pesebre y el nacimiento de un personaje que sería clave para la humanidad son el símbolo que sigue haciendo que algo en nuestro interior se remueva y nos conmueve. Sin que haya visos de realidad en que éstas sean las fechas -y no son pocos los datos e indicios que hacen sospechar que no…- en las que sucedió realmente y poco a poco el hombre haya ido distorsionando su sentido hasta convertir esta festividad en una orgía consumista muy alejada de lo que verdaderamente representa, hay algo, un rescoldo, una vocecita interior, que recuerda aquel espíritu que alienta las celebraciones de estos días, tenidos por muchos como los más importantes del calendario, y un sentimiento especial nos inunda.

Pese a que la Iglesia mantiene el rito y la devoción, creo que hay que convenir que fue Dickens, de quien muchos dicen que “inventó” la Navidad, el que con más tino y talento plasmó el modelo que desde mediados del siglo XIX nos sirve de guía y refuerzo de ese ánimo especial que nos hace distintos y, pensamos, mejores:

 “esos días que hacen que nos acordemos de las ilusiones de nuestra infancia, le recuerde al abuelo las alegrías de su juventud, y transporten al viajero a su chimenea y a su dulce hogar”. 

La Navidad es la estación para encender el fuego de la hospitalidad en el salón, la llama genial de la caridad en el corazón, que dijo Irving, Whasington, no confundir con John, mucho mas liviano e intranscendente y muy alejado, por ejemplo, de lo que pensaba otro clásico, Walter Scott: “No importa el viento, no importa el frío, porque aún podemos celebrar una feliz Navidad”.

Y en eso anda mucha gente, tratando de hacer un poco, sólo un poco -es imposible que sea de otra manera ante la magnitud de la tragedia- mejor estos días a tantísimas personas que se han quedado sin nada a causa de un desastre que bien pudo evitarse y que, lo peor, no parece que nadie ahora, visto lo visto, trate de buscar soluciones para un futuro que nunca sabemos cuando llegará.

La Escuela taurina de Ubrique lleva muebles a vecinos de la ciudad valenciana de Sedaví, una de las más perjudicadas por el agua; los ganaderos regalan juguetes a los niños de Algemesí, otra de las poblaciones más seriamente dañadas por la dana y sus consecuencias y que casi nadie ha contado. Villaseca de la Sagra, una población de apenas 2.000 habitantes monta un festival en el que se recaudan 50.000 euros para los damnificados por esta catástrofe. La Comunidad de Madrid hizo lo propio en el Palacio Vistalegre. Y en Alba de Tormes. Y El Soro no para de inventar y ya tiene los carteles en la calle para los que dará en Requena y Utiel y prepara los que piensa organizar en otra media docena de plazas valencianas.

La empresa de Albacete ya tiene el suyo listo para febrero (y la de Valencia no dice ni media sobre el que se comprometió a montar) y muchas personas relacionados con los toros no han parado de ayudar en todo y en lo que sea, de forma anónima y sin buscar publicidad gratis o facil.

La comisión taurina de Azpeitia y La Maestranza han donado parte de lo recaudado en sus ferias para ayudar en lo posible a quien ahora más lo necesita, algo que entienden y ponen en práctica empresarios modelo como Juan Roig y Amancio Ortega -¡Puerta Grande para ellos!-, dando dinero -millones- a fondo perdido para tratar de paliar unos daños en muchos casos irreparables y haciendo lo que otros, que sí están obligados, ni hacen ni piensan hacer: ayudar, resolver, reparar, echar una mano…

También en esta casa sabemos de la buena voluntad de muchos: lectores, aficionados, gente que nos sigue, amigos, sobre todo, que han tratado, y tratan, de ayudar en lo que pueden y procurar que los efectos de esta desgracia sean reparados en la medida de lo posible. Nunca podremos agradecer suficientemente y como merece lo que tantos están haciendo por nosotros.

La buena voluntad aflora siempre en la gente de bien.

28 Dcbre. 2024

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