'..Mi nacionalismo español se queda en nada porque lo ha vencido el panettone. Esto me causa vergüenza (que trato de superar con este textillo), me siento como un don Julián de los dulces porque no solo consumo panettone, es que también regalo panettones, me voy presentando en las casas con un panetone..'
No es que prefiera el panetone al roscón de reyes, debate superado ya, es que empiezo a preferirlo al turrón, al mantecado y al polvorón, aunque aun resiste arriba el mazapán y el pan de Cádiz.
¿Qué catetez subyuga el panetone en mí? Es una masa brioche, para mí, ignorante en yantares, más fina que la del roscón, con pasas, o chocolate, o frutas escarchadas y un suave aroma de cualidad vinosa. Pero, por rico que esté, ¿es normal que haya desplazado así a los dulces patrios que tanto me gustaban?
Mi nacionalismo español se queda en nada porque lo ha vencido el panettone. Esto me causa vergüenza (que trato de superar con este textillo), me siento como un don Julián de los dulces porque no solo consumo panettone, es que también regalo panettones, me voy presentando en las casas con un panetone. Cuando no sé que llevar, o me parece poco ir conmigo mismo, compro un panetone (los hay de varios tamaños, y entonces a lo mejor digo: os traigo un panetonino, arriesgándome a la agresión). No solo como panettones sino que soy El Tonto del Panetone. Hago proselitismo del panetone como si yo lo acabara de importar y nadie lo conociera; como si estuviéramos, no sé, en 2005. «¿De verdad que no lo has probado? ¿No prefieres un panettone? ¿Vas a rechazar un poco de panettone?».
Cuando lo consumo en compañía, procedo a su corte geométrico con pulcra matemática. Qué cosa tienen los italianos con los grados, las porciones… ¡Cuánta sabiduría! El corte del panettone es el corte de la pizza y al ir a seccionar la pizza, ¿no está dentro siempre el hombre de Leonardo da Vinci? ¿No aprenden con ello a mejor repartir? ¿No entienden así lo común como algo comprobable y matemático? El otro día le dije a una sobrina: ¿verdad que con el panettone puedes aprenderte los triángulos? (este es mi nivel actual).
Pero esa armonía de circunferencia es solo impostura en mí, porque lo que prefiero, con lo que sueño es con comerme el panetone yo solo a pellizcos, lo que ahora mismo constituye mi mayor deseo en la vida. Lo de Bridget Jones con el helado, lo haría yo con el panetone.
Incluso pienso en el panetone como concepto, en cómo mejorarlo, convencido de que hay una «cultura del panetone». ¿Por qué no llenarlo, preñarlo? Ya existe. Hay panetone de cosas (las posibilidades del panetone son enormes). Pero ¿y si se dejara una cavidad abierta, como un pasadizo, para que, desde fuera, y con una cánula, a lo mejor de chocolate, uno lo llenara a capricho con lo que quisiera?
Este texto se perpetra en la más rabiosa Navidad y ya puedo decir que me he presentado con uno debajo del brazo. He hecho la escena de El Almendro, pero con esta cúpula de dulzura en la que yo proyecto (por qué no) la misma cúpula de San Pedro. Ahora la bandeja de turrones de rigor ya me parece triste, yerta de pedruscos, llena de un iberismo desolador, y entonces, como lo traigo puesto, ofrezco la alternativa italiana.
Si Petrarca enriqueció la literatura española, ¿por qué no va a hacerlo el panettone, soneto del dulce?
De verdad me siento un poco lombardo. No tanto italiano como norteitaliano. Creo que, en cierto modo, estilizo el comer, como si me presentara con un mejor abrigo, como si me lo trajera desde la mismísima galería Vittorio Emanuele. Porque el panetone, que escribo españolizado, para sentirme menos mal, siempre me parece que está recién traído de Italia. Es un producto cuya importación me parece selecta, distinta. Todo panettone es, para mí, primicia de la bella Italia.
Así estamos esta Navidad, o como diría Moreno Bonilla (sangre andalusí también por mis venas donjulianescas) asín estamos. El tonto del panettone le desea, querido lector, feliz Navidad.
La Gaceta Iberosfera25 de diciembre de 2024
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