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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 22 de diciembre de 2024

Esperando la Navidad: el 'Magnificat' y 'El canto de la Sibila' / por Andrés Amorós

La 'Visitación', por Giotto di Bondone

Es ésta una muestra más de las variadísimas tradiciones con las que, en toda España, se celebra el misterio de la Navidad

Esperando la Navidad: el 'Magnificat' 
y 'El canto de la Sibila'

Andrés Amorós
El Debate/Madrid, 21.12.2024
La sabia liturgia de la Iglesia nos enseña que estamos ahora en tiempo de Adviento: de preparación, para celebrar el nacimiento de Jesús. Es una etapa de arrepentimiento, meditación y esperanza. De ese tiempo forman parte dos poemas que la lamentable educación actual no enseña, por lo que tantos jóvenes actuales los ignoran: el Magnificat y el Canto de la Sibila.

Cuenta san Lucas, en el capítulo primero de su Evangelio, que, cuando el ángel Gabriel anunció a la Virgen María que daría a luz al Hijo de Dios, le dijo también que su pariente Isabel estaba embarazada de seis meses, a pesar de su vejez y de que todos la consideraban estéril, «porque para Dios nada es imposible».

María fue a visitar a Isabel, casada con Zacarías, que estaba embarazada de Juan Bautista. Este es el episodio de la llamada Visitación, que ha inspirado a muchísimos artistas: Giotto, Dirk Bouts, Guirlandajo, Rafael… Habitualmente, presentan el encuentro de una mujer mayor, con toca, y otra joven, sin ella.

Cuando llegó María, el niño empezó a dar saltos en el seno de Isabel, su madre, que, llena del Espíritu Santo, exclamó a grandes voces:

«Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre… Dichosa tú que has creído porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».

Contestó entonces María con un precioso himno, el Magnificat, que encadena una serie de citas del Antiguo Testamento, de los libros de Samuel, Habacuc, Job y los Salmos. Ha servido de inspiración a muchos músicos: Vivaldi, Pergolese, Morales, Tomás Luis de Victoria… Destaca sobre todos el Magnificat de Juan Sebastián Bach, estrenado en Leipzig, en vísperas de la Navidad de 1723: un himno triunfal de una impresionante belleza. Traduzco el texto inicial:

Mi alma alaba al Señor

y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador,

porque ha puesto los ojos en la humildad de su sierva.

Por eso, desde ahora, me llamarán bienaventurada todas las generaciones

porque ha hecho en mí maravillas el Poderoso Señor.
Su nombre es santo,

siempre es misericordioso con los que le honran.
Desplegó la fuerza de su brazo

y derribó a los que tienen un corazón soberbio.
Derribó de sus tronos a los poderosos y exaltó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos

y despidió, sin darles nada, a los ricos.

Acogió con misericordia a Israel, su siervo,

como había prometido a nuestros padres, para siempre.

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Otro muy atractivo rito litúrgico de Navidad es el llamado Canto de la Sibila. Su origen es pagano. Las Sibilas eran sacerdotisas vírgenes, a las que Apolo había concedido el don de la profecía. Vivían cerca de las grutas y de las corrientes de aguas. Fueron especialmente famosas la Délfica, la Eritrea, la Cumana, la Pérsica, la Líbica… En el Libro IV de las Bucólicas de Virgilio, la Sibila Cumana profetiza el fin del mundo.

Desde san Agustín, esta tradición se cristianizó. Lo que predice la Sibila se convierte en el final del mundo antiguo, por la doble venida de Jesús: en Belén y en el Juicio Final. Lo recoge así Alfonso X el Sabio, en una de sus Cantigas. Dice Boccaccio que la Sibila es «la que lleva a Dios en mente».

Muchos lectores recordarán, sin duda, las monumentales Sibilas que alternan con los Profetas, en las bóvedas de la Capilla Sixtina, de Miguel Ángel. También las pintan Perugino, Rafael, Ribera… En el Prado, un hermoso retrato de Velázquez se ha identificado como una Sibila y también como un retrato de su mujer, Juana Pacheco (las dos cosas no son incompatibles: ella pudo servirle de modelo para ese tema). También puede ser una Sibila con una tábula rasa otro Velázquez, más suelto de factura, en el Museo Meadows. Y aparecen varias Sibilas en el deslumbrante pavimento de mármol de la catedral de Siena.

Desaparecido el gran teatro griego y latino, renace el teatro, en la Edad Media europea, en las iglesias: son ligeras dramatizaciones de la liturgia, referidas al Nacimiento, la adoración de los Reyes Magos, la Pasión, la Asunción de la Virgen, el Juicio final… (En España, por ejemplo, el Auto de los Reyes Magos y el Misterio de Elche). Intentan ofrecer a los fieles la enseñanza religiosa de una forma más atractiva.

A ese contexto cultural pertenece el Canto de la Sibila, que enlaza el Nacimiento, en Belén, con el Juicio Final. Su música tiene la solemne gravedad del canto gregoriano. En la representación, podía intervenir un sacerdote o algún niño o niña. Es una tradición litúrgica que tuvo especial arraigo en Baleares; también, en Valencia, Cataluña, Toledo y Córdoba. A pesar del rechazo del Concilio de Trento, se mantuvo en algunos pueblos españoles del Mediterráneo.

Como tantas tradiciones, últimamente, ha experimentado un cierto resurgimiento. La Unesco la reconoció en 2010 como Patrimonio de la Humanidad. Forma parte en algunos lugares de la liturgia previa a la Navidad. También se interpreta como obra musical, en concierto: la han grabado grupos especializados en este tipo de música, como Jordi Savall con Montserrat Figueras y la Capella des Ministrers; con un tono más popular, la conocida cantante María del Mar Bonet.

Hoy en día, el Canto de la Sibila se interpreta el 24 de diciembre por la noche, en la Misa del Gallo, en algunas iglesias de Mallorca y de Alguer (Cerdeña). Suelen interpretarla niños o niñas con túnicas, velas encendidas, coronas y una espada; cantan a capella o acompañados por el órgano. Como es propio de la poesía tradicional, los textos varían bastante, pero su sentido está claro: ante los temibles signos que anunciarán el Juicio Final, debemos pedir ayuda a la Virgen.

Ésta es la traducción de uno de los textos:

Dios sacará a la luz, para los buenos, lo más escondido de su pecho.

Habrá llantos y crujir de dientes,

como señal del Juicio.

Se oscurecerá el sol, se apagará el coro de las estrellas,

se revolverá el cielo, la luna perderá su esplendor,

como señal del Juicio.

Se abatirán las colinas y se elevarán los valles.

No habrá en las cosas humanas nada sublime ni elevado,

como señal del Juicio.

Se igualarán los montes con las llanuras.

Cesará el mar, desaparecerá la tierra,

como señal del Juicio.

Se secarán las fuentes y los ríos por el fuego.

Se igualarán los montes con los llanos.

La trompeta sonará tristemente desde lo alto

como señal del Juicio.

El mundo gemirá

y la tierra mostrará su profundo caos,

como señal del juicio.

Delante del Señor, se sentarán los reyes.

Caerán del cielo fuego y azufre,

como señal del juicio.
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¿Qué tiene que ver esta visión apocalíptica con la alegría de la Navidad? Nos lo aclara el estribillo de la Cantiga de Alfonso X: «Madre de Dios, ruega por nosotros ante tu Hijo, en esta hora».

Es ésta una muestra más de las variadísimas tradiciones con las que, en toda España, se celebra el misterio de la Navidad. Aunque algunos políticos ignorantes se empeñen en negarlo, el Cristianismo es indiscutiblemente uno de los elementos básicos de la cultura española.

¡Feliz Navidad para todos!

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