Cartel oficial
'..Tres corridas de toros, una novillada con caballos y un festival, entre 26 y 30 de diciembre. Continuadas por cinco corridas, novillada y festival en Manizales entre 5 y 11 de enero. Con estos doce ritos, en plazas de primera, entonará la fiesta su canto del cisne, tras más de quinientos años de tradición aquí..'
Toro vive
Jorge Arturo Díaz Reyes
CrónicaToro/Cali, 23 XII 2024
El jueves próximo abrirá Cali la empequeñecida temporada grande colombiana 2024-2025. Lo que queda de ella. Lo que ha sobrevivido a una larga persecución, signada por la exclusión, la injuria, la calumnia, la asonada, la bomba, el anatema, la rabulería, el boicot, la politiquería… sobre una incierta y vulnerable conducción.
Será el principio del fin, tras la culminante prohibición legislativa “No más ole”, que concede tres años de gracia para la “reinserción” de los creyentes a la legalidad. Figura jurídica ya muy ensayada con otros grupos parias de alta peligrosidad (delincuentes comunes, políticos y de opinión). Luego, para los que no se conviertan y persistan en su culto hereje, todo el peso de la ley, la purificadora hoguera.
Tres corridas de toros, una novillada con caballos y un festival, entre 26 y 30 de diciembre. Continuadas por cinco corridas, novillada y festival en Manizales entre 5 y 11 de enero. Con estos doce ritos, en plazas de primera, entonará la fiesta su canto del cisne, tras más de quinientos años de tradición aquí.
Canto que incluirá dos adioses tristes, todos lo son, estos más por la circunstancia. Uno, el de Cali a Luís Bolívar el último gran torero que crió la ciudad. Dedicándole entera su feria taurina 68, (un año mayor que la otra, la parrandera, la disoluta, la desmadrada que nació de ella y hoy la reniega). En honor al paisano se le ha prestado la gestión de la plaza y dos de sus más significativas tardes, la inaugural y la del cumpleaños, ambas con alternantes y ganaderías de postín.
El otro adiós, el de la resistente Manizales, en la clausura de su septuagésima feria, que significará también la despedida del país a uno de sus más longevos y caudalosos hierofantes, Enrique Ponce.
La Plaza de toros de Cañaveralejo, a la que, más desde adentro que desde afuera, le han quitado la mitad de sus terrenos, la categoría de patrimonio cultural inviolable, y hasta el nombre, porque ahora la llaman “Arena”, volverá por solo cinco días de su tejadillo las banderas a colgar. Y la sufrida feligresía, que la hay, y el público general que como en todo el mundo congrega el ancestral culto, (eso no se borra por decreto), ocuparán los tendidos para la liturgia oficiada por 17 lidiadores ornamentados, de Colombia, España, Francia, México, Venezuela…, y 35 bravos de cinco hierros nacionales: Ernesto Gutiérrez, Paispamba, Salento, Las Ventas y Campo Real (debutante)…
En Colombia, el toro vive aún. Y sus devotos concurrentes mostrarán una vez más qué el viejo culto, como dijera de la civilización romana el historiador francés André Piganiol, no muere de muerte natural sino asesinado…, por propios y extraños.
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