'..Allí no faltaba nadie y todos tratando de dar un empujón para paliar los inmensos daños causados que han dejado un total de 53 poblaciones asoladas y 227 fallecidos. Por eso no era motivo, ni de mostrar su carácter reivindicativo que podría haber sacado en otras muchas ocasiones para exigir cosas que deben mejorarse; pero claro, a Castella, de eso otro no le gusta hablar porque va muy bien en esa burra de una sistema que tanto daño está haciendo al futuro de la Fiesta..'
El mal ejemplo de Castella
Paco Cañamero
Colea el asunto de las declaraciones del torero francés Sebastián Castella a los micrófonos de One Toro denunciando presuntos impagos del canal taurino. Lo hizo de manera trasnochada, sin venir a cuento y cuando la solidaridad debía ser la bandera de esa tarde de emociones en la que brotaron tantas lágrimas desde el momento de abrir las puertas del Palacio de Vistalegre. Nudo en el corazón cuando el gran Francisco, ahora reconvertido a tenor, interpretó los sones de ¡Valencia!, la mítica canción símbolo y unión de esa tierra; la que antes había sonado por la trompeta de Vicente Ruiz El Soro, símbolo de la querida Valencia, de la huerta y la barraca que fue aplaudido en todo el mundo con un par de banderillas en sus manos. Ya a todos nos había acongojado las lágrimas de Manzanares, mientas fijábamos la mirada en Ponce, otra víctima de la riada (DANA que llaman ahora) después de que sus padres sufrieran grandes destrozos en su casa de Chiva, perdiéndose incluso infinidad de recuerdos del grandioso torero.
Se había llenado la plaza de Carabanchel mostrando una vez más la cara solidaria que es otra identidad del toreo. Allí no faltaba nadie y todos tratando de dar un empujón para paliar los inmensos daños causados que han dejado un total de 53 poblaciones asoladas y 227 fallecidos. Por eso no era motivo, ni de mostrar su carácter reivindicativo que podría haber sacado en otras muchas ocasiones para exigir cosas que deben mejorarse; pero claro, a Castella, de eso otro no le gusta hablar porque va muy bien en esa burra de una sistema que tanto daño está haciendo al futuro de la Fiesta; de ahí que su actitud estuviera marcada por el egoísmo y más en una jornada tan especial.
En toda regla fue una metedura de pata y es que las reivindicaciones hay que saber hacerlas en su momento. Y ojo, no es la primera vez que se lleva a cabo una medida así. Ya ha habido más y algunas provocaron que corrieran auténticos ríos de tinta. Una de ella la protagonizada por Jaime Ostros a Lozano Sevilla, quien además de comentarista de TVE era el taquígrafo personal de Franco. Fue en 1968, en una corrida que se celebraba en Marbella cuando en el momento de brindar su primer toro se dirigió al comentarista con las cámaras en directo, para estupefacción de los espectadores tras escuchar estas palabras:
Tengo el gusto de brindar la muerte de este toro a don Manuel Lozano Sevilla, que es el trincón más grande y más sinvergüenza que ha habido en la crítica taurina. Si quieres el dinero de los toreros póngase el vestido de torear y deje de robarnos.
Se armó una inmensa polvareda y todos los compañeros elogiaron la valentía de Jaime Ostos. Días más tarde y a petición de Manuel Fraga, entonces ministro de Información y Turismo, Lozano Sevilla fuera apartado de ese puesto, aunque no de su cargo de jefe de prensa de Franco que desempeñó hasta la muerte del general. Después, en TVE hubo varios personas al cargo de comentar los festejos taurinos, desde Antonio García-Ramos, pasando por Matías Prat… hasta que en 1972 llega Pepe Alameda del exilio mexicano para convertirse en una auténtica revolución del medio… pero el gran Pepe se encontró con las envidias y zancadillas de los prebostes de la crítica española, quienes le hicieron la vida tan imposible que, al año siguiente, se vio obligado a regresar a las tierras aztecas. Pero dejó claro que estaba muy por encima de los grandes de España y ninguno le hacía sombra.
Volviendo al brindis de Ostos y las consecuencias que tuvo, otra inmediata polémica estalló en la entrega de los premios Mayte, entonces los más prestigiosos del planeta taurino. Fue al siguiente año, finalizado San Isidro y en ellos presente el ministro Manuel Fraga, además de otra autoridades y Emilio Romero, director del diario Pueblo, que además era el periodista más poderoso del momento. Todo ocurrió en el momento de tomar la palabra Paco Camino tras recibir su premio y denunciar directamente a Gonzalo Carvajal, crítico taurino del diario Pueblo por cobrar también el sobre a los toreros. Fue un escándalo y Emilio Romero esa misma noche tomó cartas en el asunto y decidió prescindir en la sección taurina de Gonzalo Carvajal para poner en su lugar a Alfonso Navalón, que destacaba en Informaciones haciendo caso a la sugerencia de don Eduardo de Rojas, quien ostentaba el título de conde de Montarco, persona muy poderosa, cercano a Emilio Romero y a Alfonso Navalón por la vinculación del aristócrata con Ciudad Rodrigo.
Gonzalo Carvajal, uno de los mejores periodistas de su época, en sus tiempos jóvenes.
Con Navalón al frente de Pueblo, quien además había firmado un buen contrato laboral se acabó el sobre –en la manera literal que se conocía hasta entonces- y junto a Vicente Zabala, la pronta llegada de Joaquín Vidal, Carlos de Rojas –hijo del conde de Montarco que accedió al cargo que Navalón dejó en Informaciones-, Carlos Ilián, Manuel Moles, Mariví Romero… es el inicio de una nueva época de la crítica marcada por la dureza, cruel en ocasiones, pero con la credibilidad del aficionado.
Y por cierto, como era de prever, porque era un grandioso periodista, Gonzalo Carvajal desempeñó un brillantísimo trabajo en América. Nadie mejor que él plasmó todos los movimientos producidos en el Nuevo Mundo desde la muerte del Che Guevara, el movimiento Sandino, el terrorismo de Sendero Luminoso, la gran mentira de la política de Fidel Castro que empobreció al pueblo cubano, la guerrilla colombiana, la corrupción política… en reportajes que se pudieron disfrutar en las páginas de Pueblo y de TVE.
Por lo explicado no son nuevas esas denuncias, aunque la de Sebastián Castella, en el festival por los damnificados de Valencia no venía a cuento al estar marcada por el egoísmo. Aunque eso sí, en ese instante, que no es nada fácil, me encantó la forma de actuar de Víctor Soria para sujetar las riendas en el momento que lo entrevistaba, todo ello con una enorme profesionalidad y poso. Y es que para saber estar ahí y guardar la compostura hay que ser muy grande. Como lo es Víctor Soria.
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