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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 15 de abril de 2018

5ª de feria en Sevilla. Mejor hubiera sido no verla / por J.A. del Moral



El sorprendente petardo de la siempre esperada corrida de Victorino Martín, ganadería prestigiosa donde las haya y este año más esperada que nunca porque la afición continúa lamentando la muerte de Victorino padre, fue tan grande e inapelable que muchos entre los que me cuento hubiéramos deseado no haberla visto

Mejor hubiera sido no verla

J.A. del Moral · 15/04/2018
El sorprendente petardo de la siempre esperada corrida de Victorino Martín, ganadería prestigiosa donde las haya y este año más esperada que nunca porque la afición continúa lamentando la muerte de Victorino padre, fue tan grande e inapelable que muchos entre los que me cuento hubiéramos deseado no haberla visto. Los cuatro primeros toros fueron materialmente ilidiables y los dos algo más potables, quinto y sexto, flojísimos. La plaza llena con el tiempo mejorado respecto al de los últimos días, hacían prever un gran acontecimiento porque, además, la terna de actuantes regresaba a la Maestranza con el marchamo de hazañas conquistadas y con su papel en alza. Antonio Ferrera por sus grandes éxitos gracias a su revitalización artística. Manuel Escribano, bajo el inolvidable triunfo obtenido con el famosísimo “Cobradiezmos” que indultó por su grandioso juego tras una lidia modélica. Y Daniel Luque porque de los tres es el que más y mejor sabe torear por lo clásico. Escribano fue el único digamos triunfador porque su actuación frente al mejor quinto fue un dechado de entrega superando momentos de grandísimo peligro. Pudo dar la única vuelta al ruedo de la tarde, empujado por el público que se agarró al rayito de luz cual naufrago al borde del ahogamiento. En fin, repito que mejor hubiera sido no haberla visto…

Sevilla. Plaza de la Real Maestranza. Sábado, 14 de abril de 2018. Quinta de feria. Tarde todavía fresca que no fría por fin con sol. Lleno o casi lleno en los tendidos.
Seis toros de Victorino Martín, muy bien presentados. Dificilísimos de imposible lucimiento los cuatro primeros. Manejables que muy débiles los dos últimos.
Antonio Ferrera (fuscia y oro): Dos pinchazos y estocada caída, silencio. Estocada, silencio.
Manuel Escribano ( davidoff y oro): Estocada y dos descabellos, saludos. Buena estocada, petición y vuelta al ruedo.
Daniel Luque (carmelita y oro): Tres pinchazos y media estocada, palmas. Pinchazo y estocada, ovación de despedida
En banderillas destacaron por orden de lidia Javier Valdeoro, Juan Contreras, Manuel Montoliú y especialmente Raúl Caricó y Alfredo Cervantes. 


No fue la primera vez que suceden estos desastres ni la de ayer será la última. Los toros son así. También protagonizan desastres. Quizá las corridas de toros sean el espectáculo más impredecible de cuantos existen. Y casi todo depende el siempre incierto juego de los toros, para bien, para mal o para el desastre que fue lo que ocurrió ayer, al menos con las cuatro primeras reses de Victorino Martín. Ni siquiera los dos últimos por bastante más manejables que los anteriores permitieron que las campanas sonaran al vuelo. Por tan carentes de fuerza, no permitieron que la corrida remontara. Y si en el quinto lo pareció fue gracias a la enorme entrega y al donaire de Manuel Escribano que echó toda la carne en el asador. Ya la había echado en el recibo del segundo con una larga cambiada que ya no suele ser a porta gayola sino bastantes metros distanciado de la puerta de chiqueros que en Sevilla, es tan amplia, que permite a los toros, pararse, mirar, ver y hasta alcanzar la presa… teniendo el torero que apartarse y hasta tirarse por completo sobre la arena. En cualquier caso, un lance peligrosímo que, en algunos casos, hasta supone marcar el final de carreras brillantes y ejemplares como fue la lluviosa tarde en la que el inolvidable Paquirri, se colocó donde nunca se hincaba de rodillas para dar la larga cambiado evitando el charco de agua que había delante de las tablas, el toro le cogió de lleno, lo lanzó a varios metros de altura y el torero cayó ya herido aunque, llevado de su raza, volvió a dar otra larga cambiada en el tercio. Sin embargo, esta cogida de Paquirri marcó su decadencia. Ya no fue el mismo desde aquella tarde…


Escribano evitó el posible por terrible trance y continuó con vibrantes lances. Luego hasta banderilleó francamente bien asomándose al balcón. Como luego volvió a entregarse con la muleta en una faena quizá demasiado larga para lo que tenía enfrente consiguiendo alargar un poquito por el lado izquierdo los cortos viajes del burel. La estocada, caída y entera aunque no del todo eficaz – tuvo que descabellar un par de veces – fue habilidosísima. Bien por Escribano. Muy por encima del pésimo animal.



No fue de chocar por ello que el público sumara el gran mérito logrado con el segundo toro a la no menos meritoria actuación de Manuel frente al mejor quinto. Arrollado en su larga cambiada de apertura, hasta dio otras dos en el tercio para seguir con varios lances a la verónica bastante lucidos que remató con dos medias. Este quinto hasta había metido la cara por los dos pitones cual pudimos apreciar en el breve aunque lucido quite de Daniel Luque. Manuel volvió a banderillear en solitario y esta vez cerrando del tercio con un angustioso y por puro milagro no cogido en el tercer par por los adentros que hasta pareció aplastar al matador contra las tablas cuando lo consumó con la gente en asustada y en pie. La ovación fue de gala y luego de medio poder muletear en el arranque de la faena, el animal cantó una lamentabilísima invalidez. Tras varios intentos al natural con la gente muy a favor del diestro, entró a matar consiguiéndolo de un espadazo trasero que fue suficiente. Asomaron muchos pañuelos no mayoritarios y a la presidencia femenina no se le abrió el corazón. El trance quedó en una muy cariñosa vuelta al ruedo. La única de la tarde.

Y aquí paz y después, ¿gloria?. Tampoco porque el sexto toro, aunque también fue manejable, solo permitió ser banderilleado con lucidos pares de Raúl Caricó y el de Cervantes mas un proyecto de faena más que aceptable por cuenta de Daniel Luque al que volvimos a ver tan deseoso de triunfar como en su excesiva faena al pésimo tercero a base de robarle viajes sorteando la terrible guasa de la alimaña hasta resultar casi cogido y libarse de la cornada por puro milagro. También Luque estuvo muy por encima de sus dos oponentes.


Y el desde hace tres años aquí siempre esperado Antonio Ferrera gracias a sus éxitos anteriores en esta misma plaza, la verdad fue que ni siquiera le dejaron sus dos enemigos – nunca mejor empleada la palabra – ejecutar esas martingalas que Antonio convierte últimamente en trances de sentida belleza y sentimiento. Fue con el peor lote de la corrida que ya es decir entre tanta maldad. Los menos gratos y para nada aprovechables. Ferrera, llevado de sus indudables ganas, se pasó de metraje en dos intentos muleteros hasta ponerse pesado.


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