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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 28 de abril de 2018

Muere asesinado por el Estado Alfie Evans, el niño inglés de raza blanca cuyos padres libraron una batalla legal para salvar su vida



Los padres de Alfie desafiaron durante los últimos meses a la justicia británica y al hospital donde estaba internado en Liverpool para conseguir que su hijo fuera trasladado a Italia, donde un hospital mostró su disposición a tratarle.

Muere asesinado por el Estado Alfie Evans, el niño inglés de raza blanca cuyos padres libraron una batalla legal para salvar su vida.

El niño británico de raza blanca Alfie Evans, de 23 meses de edad, que sufría una enfermedad degenerativa y cuyos padres plantearon una batalla judicial en su país para trasladarlo a Italia y que fuera tratado allí, ha muerto, informó su padre, Tom Evans.

En un mensaje colocado en la red social Facebook, Evans anunció la muerte del niño con un mensaje: «Mi gladiador ganó su escudo y sus alas a las 02.30 horas… absolutamente desconsolados».

Los padres de Alfie desafiaron durante los últimos meses a la justicia británica y al hospital donde estaba internado en Liverpool para conseguir que su hijo fuera trasladado a Italia, donde un hospital mostró su disposición a tratarle.

Tras varios meses de batalla legal para salvar la vida de su pequeño, los padres de este bebé que padecía una rara enfermedad mental degenerativa, han luchado hasta el final. Después de perder todos los recursos interpuestos ante el Tribunal Supremo británico, la Corte de Apelaciones de Reino Unido y la Corte Suprema de Derechos Humanos, Tom Evans, de 21 años, y Kate James, de 20, ambos de Liverpool, visitaron al Papa Francisco para pedirle que intermedie en la situación. El Pontífice rogó hace unos días que se respetara la «dignidad» del pequeño y que fuese tratado de la manera más «adecuada a sus condiciones».

Alfie, que estaba a punto de cumplir dos años, padecía una enfermedad neurológica que los médicos no han sido capaces de identificar. Hasta el pasado 19 de abril, el niño sobrevivía conectado, desde diciembre de 2016, a un soporte de ventilación artificial que le ayudaba a mantenerse con vida, ya que los doctores habían apuntado en varias ocasiones que parecía no haber cura posible ante este problema.

A raíz de esta enfermedad el pequeño perdió la capacidad de escuchar, ver, oler o responder al tacto. A pesar de eso, y en contra de la opinión de los médicos del hospital infantil donde se encuentra el Alder Hey de Liverpool, sus padres no quisieron que el niño fuese desconectado de la maquina que necesitaba para continuar con su vida. Desde el hospital aseguraron que seguir tratando al niño sería «cruel, injusto e inhumano», ya que su situación era irreversible.

Sus padres quería trasladarle al centro pediátrico Bambino Gesú de Roma (Italia), donde intentarían prolongar su vida mediante un tratamiento alternativo. Algo a lo que los médicos se negaron y cuya decisión dejaron en manos del Tribunal Supremo británico que les dio la razón en dos ocasiones. El último juez que le negó a la familia el traslado lo justificaba porque Alfie necesitaba «paz, tranquilidad y privacidad». Según el magistrado y ante las pruebas médicas remitidas por el hospital, el bebé se encuentraba en «un estado semivegetativo» y su necesidad era ahora «recibir un cuidado paliativo de buena calidad».

A pesar de esta decisión y de haber sufrido todas esas derrotas en los tribunales, los padres de Alfie aseguraron que continuarían intentando luchar por su vida. Contaron con el apoyo de miles de personas autodenominadas como «el ejército de Alfie», que se manifestaron en varias ocasiones en los últimos meses en la puerta del hospital donde se encuentraba el pequeño.

Charlie Gard, hace menos de un año

El caso de Alfie recuerda al del pequeño Charlie Gard, otro bebé británico que británico diagnosticado dos meses después de nacer con una rara enfermedad que solo padecían 16 niños en todo el mundo, el síndrome de agotamiento mitocondrial. Como en este caso, fue la justicia británica, a instancias del hospital Great Ormond Street de Londres, la que autorizó desconectarlo del soporte de ventilación que lo mantenía con vida. Todo a pesar del deseo de sus padres de no hacerlo y de llevarlo a Estados Unidos para someterlo a un tratamiento experimental para el que recaudaron incluso más de 1 millón de euros. Finalmente, el pequeño falleció en julio del año pasado tras varios meses de batalla legal.

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