Con otro tipo de toro, no Domecq, los toreros alcanzan triunfos más cercanos a los que suponen y reportan los triunfos de Madrid. Sevilla tiene, y necesita, un toro especial… sencillamente el toro. Tomen nota.
SEVILLA TIENE UN TORO ESPECIAL…
Pónganle la música y seguro que se pueden entretener
cantando la letra de este estribillo de tanto éxito.
La Maestranza ha abierto sus puertas y ya huele a toros, a feria de abril, a farolillos, a manzanilla, a pescaito frito, a vueltas al ruedo, orejas… y a indultos si es menester. Pero no solo a la vera del Guadalquivir, también huele a lo ancho del mundo taurino, ya que las cámaras de ‘canal toros’ lo expandirán a todos los sillones de los aficionados del mundo.
Está acuñado que Sevilla tiene un toro especial, el toro de Sevilla se suele decir, un toro ideal. Ese toro coincide con aquél al que se le pueden hacer faenas vistosas y estéticas por los más afamados artistas de la torería. Un toro, principalmente de sangre Domecq, que tenga bonita presencia, sin excesos por ningún lado, sin excederse tampoco en la casta… que es la que suele molestar más a los toreros.
Sin embargo, y es lo más curioso, es el toro encastado el que ha puesto en valor lo sucedido en las ferias precedentes. Recuerden que Manuel Escribano está circulando por las ferias gracias a matar una corrida de Miura y triunfar con ella. No era un Domecq el que ha lanzado la carrera profesional del sevillano.
Después se cruzó en su camino ‘Cobradiezmos’, la verdadera imagen de lo que supone el toro de lidia, el toro bravo por antonomasia, y ese tampoco era de Domecq, era de Victorino Martín. Las hechuras del toro de Sevilla no fueron las de esos triunfos.
Otro ejemplo reciente, y que en esta feria tiene mucho peso, han sido las actuaciones de Antonio Ferrera, las que le han supuesto ser estrella de este 2018. No es casualidad, o sí, pero fueron los toros de Victorino Martín los que le hacen ocupar ese puesto de privilegio ahora.
Convengamos entonces que Sevilla debe tener su toro, pero lo cierto y verdad es que es el toro, el auténtico, alejado de ese toro que proclaman, el que hace vivir sensaciones, el que hace vibrar y triunfar con consecuencias directas sobre las trayectorias de los toreros. Los triunfos con la ‘saga Domecq’, por previsibles y ayunos de la auténtica emoción, no alcanzan a levantar pasiones más allá de los partidarios de quienes los consiguen.
Las pruebas son evidentes. Con otro tipo de toro, no Domecq, los toreros alcanzan triunfos más cercanos a los que suponen y reportan los triunfos de Madrid. Sevilla tiene, y necesita, un toro especial… sencillamente el toro. Tomen nota.
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