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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 27 de diciembre de 2019

Especial matadores (4). Roca Rey: memoria de un año truncado / por José Antonio del Moral


El astro peruano ya navega a todo trapo en la temporada americana. La lesión sufrida en la pasada Feria de San Isidro acabó costándole el grueso de la campaña europea

Roca Rey: Memoria de un año truncado

La historia es conocida y pertenece al argumento de la propia feria de San Isidro: fue el 22 de mayo, en una tarde de máxima expectación. Andrés Roca Rey había hecho el paseíllo en la plaza de Las Ventas acompañado de El Cid y López Simón para estoquear la anunciada corrida de Parladé. El paladín peruano había logrado reventar las taquillas. No cabía un alfiler. Roca tuvo que pechar con un sobrero del Conde de Mayalde, el que hizo tercero, que le acabó propinando una fortísima voltereta de consecuencias que entonces no podían ser más insospechadas. Aquella tarde fue una de las cúspides de la breve temporada del peruano, que acabó abriendo la puerta grande después de desorejar al sexto, al que cuajó una grandiosa faena. Se lo llevaron a hombros camino de la calle de Alcalá. Entonces no se podía atisbar pero el torero estaba roto…

De Illescas a Pamplona

La temporada, que acabaría quedándose en 17 festejos en ruedos españoles y franceses, no había podido comenzar mejor. El paladín limeño había abierto fuego abriendo las puertas grandes de Illescas, Olivenza, Valencia por Fallas –cortó tres orejas que le convirtieron en triunfador del ciclo-, Castellón en la Magdalena y Cehegín. Después de esta apabullante obertura llegó su primer compromiso en la plaza de la Maestranza, en el lujoso cartel –compartido con El Juli y Manzanares- del Domingo de Resurrección. Sin cortar orejas ni demasiada suerte en el lote, Roca consiguió que la gente saliera hablando de él a pesar de que el único trofeo lo había lucrado Manzanares y el toreo de mayor quilates había salido de las manos de El Juli. En la crónica publicada en este periódico señalábamos que el astro limeño “se jugó el tipo sin cuento en un largo, angustioso y sincero arrimón final en el que acabó haciéndose dueño de la escena”. Tocaba esperar.

El lío gordo llegaría en su segunda tarde sevillana, después de la habitual excursión al ruedo mexicano de Aguascalientes. Roca cuajó una faena apabullante exprimiendo a un toro de Núñez del Cuvillo del que le llegaron a pedir el rabo. Había escalado una cumbre que en ese momento parecía inalcanzable. Parecía que los mayores titulares de la Feria ya habían sido dictados en espera del tercer pase del propio Roca, el Viernes de Farolillos y acartelado con Morante de la Puebla y un torero emergente llamado Pablo Aguado

Y fue Aguado el que se llevó el gato al agua aquel 10 de mayo cuajando la faena de la feria y de muchas ferias. El sevillano puso el agua a hervir al peruano que después de hacer un esfuerzo infructuoso abandonó la plaza haciéndose demasiadas preguntas. Entre unas cosas y otras no volverían a verse en un patio de cuadrillas. Roca salió de Sevilla enrabietado, volviendo a salir a hombros en Jerez y en ese primer compromiso isidril que se saldó con puerta grande y la mentada voltereta que sentenciaría su campaña.

Andrés, que había aceptado rodar en el famoso bombo de Simón Casas, volvería a repetir en Las Ventas con la corrida de Adolfo Martín, callando a los más exigentes y dando una gran dimensión con el sexto. Era un reto lleno de riesgos que el joven matador limeño solventó con autoridad de gran figura del toreo. Algunos –los de siempre- le esperaban con las lanzas preparadas. Logró callar todas las bocas. A partir de ese momento no cabían dudas pero la lesión seguía mermando sus facultades… Y en se punto la campaña entró en un tramo más tibio, incluyendo un tercer pase por el Foro. El torero se había anunciado con los toros de Victoriano del Río en la llamada Corrida de la Cultura, y tuvo que contemplar la salida a hombros de Paco Ureña –a la postre el triunfador de la campaña- mientras él se marchaba a pie. La espalda seguía sin dar tregua. A su temporada le quedaban poco más de tres semanas.

Apenas había pasado un mes del percance: Roca Rey cruzó el charco para torear dos corridas en Chota, en su Perú natal. Pero el breve periplo andino acabó alentando el culebrón más abracadante de este proceso. Algunos rumores de barra, aireados por la inmediata difusión de un audio que salió del ámbito privado en el que se había grabado, quisieron colocar el origen de los males de Andrés Roca Rey en una pelea posterior a su salida como monosabio en una de las corridas de Chota en las que no estaba anunciado. Actuaba en ese momento su compatriota Joaquín Galdós que, siempre según la versión del famoso audio, afeó a su colega ese pintoresco empeño. La famosa grabación corrió por todas las esquinas de ‘whatsapp’ narrando que el asunto acabó resolviéndose a castañazos. El torero, se afirmaba en el cacareado y desmentido audio, se había llevado la peor parte en la refriega.

Las evidencias eran otras. Para entonces ya eran evidentes las secuelas de la fortísima voltereta madrileña. En un vídeo se pueden ver los gestos de dolor del torero en el coso peruano. Fue grabado en una corrida previa a su salida como monosabio y, evidentemente, a la presunta pelea de fábula. Pero en esos momentos nadie podía aventurar que a la temporada del joven diestro limeño le quedaba un suspiro. Después de Chota –toreó el 25 y el 27 de junio- llegó el primer corte. Roca tuvo que renunciar a torear en las plazas de Teruel, Burgos y Soria y forzó la máquina para estar en San Fermín, el día 10 de julio. El calvario fue evidente y no pudo cumplir el segundo compromiso. Se barajaron fechas, se ampliaron plazos y hasta se marcó un punto de no retorno en la Goyesca de Ronda. No pudo ser. Se había acabado su año.

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