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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 29 de diciembre de 2019

El salto de la rana / José Luis Barrachina Susarte


 Manuel Benítez El Cordobés, el autor del salto de la rana.

Como los públicos van asumiendo casi exclusivamente lo que les dicen por la tele, desaparece el espíritu crítico y a nadie se le ocurre exigir la integridad que precisa este espectáculo o que los carteles se monten desde el interés por la competencia entre toreros..

 El salto de la rana

Toros de Lidia / 27 diciembre, 2019|Articulos de opinion
Peter Senge es un ingeniero californiano que en nuestros días se ha convertido un exitoso gurú, quien construyó una parábola válida perfectamente para explicar la situación que actualmente se vive con respecto a los toros, aunque este coach nada tiene que ver con ellos.

Afirmaba Senge que cuando pones una olla a hervir, si al producirse la ebullición colocas una hoja en el agua –a modo de fina colchoneta- y si sobre esta posas una rana, el batracio dará un triple salto mortal con tal de salvar su vida.

Sin embargo, si el experimento lo practicas sobre agua fría y le vas incrementando la temperatura paulatinamente hasta llegar a los mismos 100ºC del agua, el anfibio no advertirá el peligro sino cuando ya sea demasiado tarde y terminará por morir cocido.

Sin entrar en más detalles sobre la crueldad del ejemplo o en lo heterodoxo que resulta el salto de la rana como suerte del toreo, el corolario del ejemplo ilustra con claridad sobre los riesgos que asume quien no sea capaz de apreciarlos.

Desde que estalló la madre de las crisis ya ha transcurrido más de una década que ha supuesto la revolución económica de mayor magnitud en tan corto espacio de tiempo, por lo que cualquier método que se haya empleado con anterioridad para la organización de ferias y corridas, así como para clasificar al público apenas sirve para nada más que el balance de explotación.

En 2007 se alcanzaron unos máximos en los que las corridas de toros y las novilladas con picadores ocupaban unos espacios más o menos coherentes, en torno a seis de estas novilladas por cada diez corridas, con la mitad de novilladas sin picadores. En la actualidad la reducción es a la mitad en términos generales, nada más y nada menos.

Al comienzo de esta misma etapa empezó a llamar la atención aquello que se denominaba el medio toro para las figuras, que no era otra cosa que unas reses de tamaño enorme pero con muy poco fuste en cuanto a fuerza y casta.

Por poner una tercera para al taburete, se recordará que también se inició una negativa de facto entre muchos toreros, evitando competir y de paso no dejar huecos. Inicialmente el agua se echó a la olla completamente en frío, por lo que hicimos caso omiso ante la reducción de festejos porque nos parecía algo lógico habiendo menos dinero.

Sin embargo, hubiera sido un buen momento para analizar el nuevo panorama que se iba planteando, para pensar si era bueno que allá donde siempre se había organizado una novillada de repente se cambiara por una corrida de toros y para que hubieran saltado todas las alarmas ante la pérdida de oportunidades para noveles, porque sin toreros podemos quedarnos sin una feria presente pero sin becerristas y novilleros nos quedaremos sin futuro.

Del medio toro se fue pasando al cuarto de toro, que tiene la misma irreprochable presencia y por eso no nos hemos preocupado al escuchar a los muchos ganaderos que afirman que la bravura ya no se mide en el caballo y que el sentido de una tarde de toros es la durabilidad en la muleta. Esto conlleva que la temperatura del agua va aumentando considerablemente aunque todavía no nos estemos dando cuenta, cómodamente sentados escuchando la letanía oficial de defensa de lo que nos dicen es la nueva tauromaquia.

Como los públicos van asumiendo casi exclusivamente lo que les dicen por la tele, desaparece el espíritu crítico y a nadie se le ocurre exigir la integridad que precisa este espectáculo o que los carteles se monten desde el interés por la competencia entre toreros, claro está que lo que le muestran cada día es a los mismos diestros dándose abrazos antes del paseíllo y cada uno de ellos diciendo desear el triunfo para sus compañeros cuando le ponen el micrófono por delante. Así, lo que único que la gente ha aprendido a exigir es que esa tarde en que ellos están presentes haya muchas orejas y algún que otro indulto.

El agua ha ido subiendo de calor, está hirviendo y nadie en su hoja se quiere dar por enterado.

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