Enrique Callejas. Nombre que a los taurinos y aficionados de hoy les sonará a música celestial, pero que tuvo su importancia en los años 50, 60 y 70. Sencillamente porque fue el hombre, carnicero de profesión, que lanzó a Manuel Jiménez “Chicuelo II” a la fama y la fortuna.
¡Qué tiempos aquellos!
Paco Mora
He leído en el diario La Tribuna de Albacete un reportaje sobre la larga vida (105 años) de una hermana de Enrique Callejas, que ha disparado mis recuerdos. Nombre que a los taurinos y aficionados de hoy les sonará a música celestial, pero que tuvo su importancia en los años 50, 60 y 70. Sencillamente porque fue el hombre, carnicero de profesión, que lanzó a Manuel Jiménez “Chicuelo II” a la fama y la fortuna. Chicuelo, con cuya amistad de honré desde muy jóvenes los dos, y con el salté las tapias de las corraletas del matadero municipal de Albacete, para darles trapazos a vacas mansas a media noche junto con Pedrés, un zagalón bueno, valiente y noble que trabajaba en Almacenes Lorenzo, y con Juan Ortiz “Pinturas”, la bondad personificada y al que no pasa un día que no recuerde como el mejor amigo que he tenido en mi vida.
Chicuelo II a cuyo lado, en cuestión de valor, el león de la Metro era un gato maula y que murió en el aeropuerto de Bahía Montego de Jamaica, estrellado con el avión que le llevaba a México, el mismo día que nacía Encarnación mi segunda hija. Manolillo toreó cuanto quiso y con el caché que le dio la gana, y pese a que en principio las empresas quisieron minusvalorarlo al final tuvieron que pasar por el tubo, sencillamente porque llenaba las plazas y se hartaba de cortar orejas y rabos y alguna que otra pata. Y una tarde hasta los testículos de un toro con la multa gubernativa correspondiente. Eran otros tiempos y la pasión en los tendidos era arrolladora.
Enrique Callejas apoderó también al mexicano Antonio del Olivar, torero fino y con talento al que acompañaba Ricardo, el hermano de Enrique, que cumplió condena al acabar la incivil guerra acusado de comunista y como persona era auténtico pan candeal. Tiempos locos y rabiosos aquellos. Por cierto que un hermano de Del Olivar, que era coronel del Ejército mexicano, llego a Barcelona como jefe de protocolo del presidente López Portillo y cuando leyó mi nombre en la solicitud de entrevistas para el mandatario de México, salió a la antesala del despacho del político y me pregunto: “¿Usted es Francisco Mora, de Albacete? Como le dijera que sí, me espetó: “El presidente solo concederá una entrevista en Barcelona y esa la hará usted”. Y así fue. Parece que su hermano le había encargado que si se encontraba conmigo en su viaje a España, recordara que había sido su mejor amigo mientras estuvo toreando en los ruedos españoles, que fueron varias temporadas.
Enrique apoderó también a José Gómez Cabañero, a Juan Cuéllar y finalmente a Ortega Cano. Él fue quien saco al cartagenero del puesto de melones. Y su hermana pequeña con 105 años... Y quien esto firma en trance de ser arrastrado al desolladero...
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