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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 19 de diciembre de 2019

¿A qué esperamos? / por Antolín Castro



A las autoridades hemos de decirles que a qué esperan para poner coto a tantos ataques, individuales y colectivos, contra la fiesta de los toros. Somos legales y queremos estar protegidos como es debido, en su totalidad, empezando por el respeto a las leyes que protegen la Tauromaquia y siguiendo por preservar, además, sus valores.

¿A qué esperamos?

Es posible que nos hagamos esta pregunta, incluso con frecuencia, pero más ahora cuando está tan cerca el cambio de año.

En lo referente a lo taurino esa pregunta hay que hacérsela en muchas direcciones y por distintos colectivos.

Se la pueden hacer los profesionales, los toreros, para afianzar su posición en el escalafón, para escalar la cima, para cambiar de apoderado… siempre es posible que se hagan la pregunta dado que las inquietudes nunca dejan de sentirse, sea cual sea la posición que ocupen.

Claro que lo más importante, seguramente, es que los aficionados les exijan que se hagan la pregunta y sobre todo a las figuras. Sería bueno que se lo plantearan, pues el tiempo vuela y están dejando pasar la oportunidad de hacer frente a los muchos cambios que deberían operarse para que se produzca el renacimiento del interés por aquello que hacen.

¿O es que no deberían preguntarse a qué esperan sin enfrentarse a todos los encastes, o creen que con vivir en la comodidad que viven va a mejorar la fiesta? Toreando solo aquél ganado que les garantice el éxito, evitan al mismo tiempo que eso fortalezca la propia vida de una fiesta íntegra y abierta. Sin hacerse ni siquiera la pregunta, hacen irresponsable dejación de una obligación para con la afición y con la propia Fiesta.

A qué esperan los empresarios para abrir definitivamente los carteles, dejar que surjan -como ha sucedido recientemente- toreros con valía que puedan ocupar el sitio que las figuras creen tener en propiedad. Otros cambios también son posibles y por ahí apunta la empresa de Madrid queriendo cambiar algo en el abono isidril, si bien con cambiar una fecha no arreglarán lo sustancial, que no es otra cosa que repartir justicia y ganaderías con quienes quieran anunciarse en las ferias y fundamentalmente en Madrid.

También los ganaderos deberían hacerse la pregunta y no esperar más para ser autónomos, vivir en ganadero sin interferencias de los mandones del toreo. Ser ganadero es consagrarse a un encaste, potenciar las características del mismo y evitar seleccionar en la única dirección que lo hacen. Si siguen esperando para salir de ese círculo vicioso, rindiendo culto al torero, dejan de hacer lo que deben, que es rendir culto al toro y a su labor como ganaderos.

A las autoridades hemos de decirles que a qué esperan para poner coto a tantos ataques, individuales y colectivos, contra la fiesta de los toros. Somos legales y queremos estar protegidos como es debido, en su totalidad, empezando por el respeto a las leyes que protegen la Tauromaquia y siguiendo por preservar, además, sus valores.

Por supuesto que esa misma pregunta han de hacérsela los aficionados. No es posible que se siga valorando más lo que menos mérito tiene, los sucedáneos de toreo, y no hacerlo con esos toreros y ganaderos que luchan por mantener viva una fiesta íntegra. Al tiempo, se hace imprescindible no esperar más para exigir una fiesta en plenitud.

Los aficionados son una parte tan importante o más que los otros actores citados. Los aficionados tienen en su mano discernir sobre todo aquello que les ofrecen los toreros, los ganaderos y los empresarios. Saber elegir y equilibrar los méritos, de unos y otros, es básico si queremos que nuestra querida fiesta tenga continuidad a través de la autenticidad.

¿A qué esperamos para hacer lo que es obligación de todos? Cruzarse de brazos y mirar para otro lado no es la solución y quienes así obren solo pueden hacerlo en su propio beneficio. A quienes no tengan la Tauromaquia como un negocio privado, les repito ¿A qué esperamos?

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