Amazona en Cali. Foto: Camilo Díaz
Suenan clarines. Cada cual tendrá su opinión y yo la mía. Toreros y ganaderías están justificados. Pero extraño algunos nombres autóctonos, no solo acá, sino en toda la temporada colombiana. Primero, dos ausencias: Mondoñedo, todos saben por qué, y Ramsés, nadie sabe por qué. Pero ya no caben cuitas, la suerte está echada, y sobre el viejo ruedo de la reestructurada plaza lo que ha de pasar pasará. Hay que verlo.
Se, velan armas en Cañaveralejo para el inicio de la feria 63 y la enėsima temporada nacional. Quince matadores, tres de novillos, doce de toros aguardan por seis encierros que saldrán a muerte flameando diez divisas y marcados con diez hierros distintos.
Por buenos antecedentes vuelven: Alhama (novillada), Ernesto González (festival), Ernesto Gutiérrez, Achury Viejo, Juan Bernardo Caicedo, Fuentelapeña, Paispamba, Salento, Guachicono, y debutará Orbes el 31, con el concurso de ganaderías que clausura el año fúnebre de su fundador don Manuel.
Habrá goyesca, la segunda, y no habrá monoencaste. Las estirpes: Domecq, Parladé, Conde de la Corte Murube y Santacoloma estarán equitativamente representadas en defensa de su prosapia; trapío, bravura y nobleza. En el papel, esta correlación torista es de gran interés para el aficionado, a los toros digo, Pues de ella pende casi todo.
Lo demás correrá por cuenta de cinco espadas españoles, seis colombianos, dos mexicanos, un francés y un peruano: don Enrique Ponce, que viene cantando la primacía conquistada por sus tres décadas en figura. El Cid, precedido por su apoteosis de Zaragoza cerrará el 30 un largo 2019 de adioses. Paco Ureña, lujosa sustitución de Manzanares y debutante, llega con la oreja de oro y el título como triunfador de la temporada europea. El muy serio Emilio de Justo, refrendada revelación del 2018. Román, avalado por su festivo y comprometido arrojo. Sebastián Castella, primer torero de Francia y séptimo en la estadística contractual. La vigencia renovada del macho toreo mexicano será sustentada por el irreductible Luis David Adame, y el siempre sorprendente novillero Diego San Román. Y el limeño Roca Rey, regresando de una grave lesión a reclamar su sitio de amo de la taquilla. Esta legión extranjera, documentada, pero menos placeada que otros años, deberá contar en general con más empeño y acierto a los mostrados en sus recientes andanzas por México y Perú.
El bando nacional, aún menos lidiado, defenderá la patria con los caleños poseedores del trofeo Señor de los Cristales: Luis Bolívar y Paco Perlaza. Los finos paisas Juan de Castilla y Luis Miguel Castrillón. Y los inicialistas novilleros: el constante bogotano Gitanillo de América (II) y el sogamoseño Sebastián Hernández en vísperas de su alternativa manizaleña. La tienen difícil.
Suenan clarines. Cada cual tendrá su opinión y yo la mía. Toreros y ganaderías están justificados. Pero extraño algunos nombres autóctonos, no solo acá, sino en toda la temporada colombiana. Primero, dos ausencias: Mondoñedo, todos saben por qué, y Ramsés, nadie sabe por qué. Pero ya no caben cuitas, la suerte está echada, y sobre el viejo ruedo de la reestructurada plaza lo que ha de pasar pasará. Hay que verlo.
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