..partidos entre el Barcelona y el Real Madrid ha habido cientos y habrá cientos más en el futuro, pero España solo hay una, y la tenemos que proteger, la tenemos que cuidar, estamos en la obligación moral de defenderla. O lo que es lo mismo, la nación por encima de la selección; la nación por encima de un simple partido de fútbol.
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Yo, como Girauta, también le ruego a mi
Real Madrid que no viaje mañana.
Hoy, en el diario Marca, Ramiro Aldunate se preguntaba a quién, transcurridos 53 días desde la primera suspensión, había beneficiado más la suspensión del Barcelona-Real Madrid. Yo no sé a quién ha beneficiado, sé a quién ha perjudicado más: ha perjudicado más a España, a la imagen que transmitimos fuera de nuestras fronteras, y eso es probablemente lo que buscaban los independentistas con el primer aplazamiento. Hoy he oído y he leído eso de que &no manchen el clásico&, pero es que a mí el clásico me da igual. Y me explico: partidos entre el Barcelona y el Real Madrid ha habido cientos y habrá cientos más en el futuro, pero España solo hay una, y la tenemos que proteger, la tenemos que cuidar, estamos en la obligación moral de defenderla. O lo que es lo mismo, la nación por encima de la selección; la nación por encima de un simple partido de fútbol. Porque el fútbol es un entretenimiento, algo que nos sirve para pasar el rato y divertirnos, un hobby, pero España no es un entretenimiento como tampoco es un hobby Cataluña. Si somos incapaces de comprender eso es que no hemos entendido absolutamente nada.
Yo, por supuesto, siempre quiero que gane el Real Madrid. Desde tiempos inmemoriales al Real Madrid se le ha acusado de hacer política cuando eso no es cierto: los políticos, los de la democracia y los de la dictadura, han utilizado al Real Madrid por la sencilla razón de que es el mejor club deportivo de la historia. El Barcelona sí que lleva 40 años haciendo política, dejándose utilizar, mirando hacia otro lado, consintiendo. Y es cierto que, sobre todo de un tiempo a esta parte, un Barcelona-Real Madrid se ve en muchos sitios como un Cataluña-España o, por mejor decir, como un Separatistas-Constitucionalistas. Del Barcelona sabemos lo que tiene que decir porque lo dice abiertamente y sin ambages. El Barcelona consiente, por ejemplo, que en su campo se diga que España es una dictadura que encarcela a la gente por sus ideas políticas, y del Real Madrid uno esperaría también un posicionamiento, un paso al frente, un guiño, un detalle, algo que nos hiciera ver que ese club no es lo mismo ni representa lo mismo que el Barcelona. Eso no es hacer política, eso es la vida.
En la línea de Juan Carlos Girauta, de quien desconozco su adscripción futbolística si es que la tiene o la ha tenido alguna vez, yo también le rogaría al Real Madrid que mañana no emprendiera viaje a Barcelona aunque eso supusiera que la federación le quitase los tres puntos. De esas, y me refiero a la Liga, el Real Madrid tiene 33, más que nadie. Y es muy probable que en títulos nadie le dé caza jamás, tampoco el Barcelona.
Pero el Real Madrid está en la obligación moral de decir que no, de decir que así no se puede jugar, de decirle al mundo que los independentistas han generado en Cataluña un ambiente irrespirable.
Y, por qué no decirlo, también está en la obligación moral de enviarle un mensaje de apoyo a todos los catalanes y barceloneses, y no estoy pensando por supuesto sólo en los madridistas, que se la juegan colocando banderas de España en sus balcones o simplemente rotulando sus negocios en español. Al Real Madrid, que lleva más de un siglo paseando con orgullo la bandera de España por el mundo, hay que pedirle que dé un paso al frente, que se posicione y que, por una vez, no le ponga una vela a Dios y otra al diablo. O, directamante, las dos al diablo.
Lo reconozco, soy pesimista. Lo soy a propósito de la seguridad del partido, de la que sigo sin estar convencido. Y lo soy también acerca del posicionamiento del Madrid, de mi Madrid, que, como decía ayer, viajará y jugará. Lo hará porque aún no es consciente del trascendental momento histórico por el que está atravesando España, que es más importante que mil partidos entre el Barcelona y el Real Madrid, y de su importancia institucional y de su influencia.
Yo, como Girauta, también le pido a mi equipo, que desconozco si es o no el suyo, que no juegue, y por los mismos motivos: porque es muy peligroso, porque ese partido se va a disputar bajo el chantaje independentista, porque haría saber al mundo que la Cataluña de los golpistas es intratable y porque honraría a quienes, como le pasó al ex político de Ciudadanos, tuvieron que abandonar a la fuerza su tierra. Pero el Real Madrid, que probablemente esté atravesando la segunda mejor etapa deportiva de toda su historia, se ha ido transformando poco a poco en una Oficina de Información Diplomática paralela que, para no hacer daño, renuncia a la cruz de su escudo en Emiratos Árabes y abandona la loca idea de lucir en su camiseta los colores de la bandera de España, como sí hacen, por ejemplo, el Atlético de Madrid o el Sevilla. Un gran hombre, Abraham Lincoln, decimosexto presidente de los Estados Unidos de América, dijo una vez que la probabilidad de perder en la lucha no debía disuadirnos de apoyar una causa que creyéramos justa.
La probabilidad de perder tres puntos no debería disuadir a un gran club como el Real Madrid, para mí el mejor, de apoyar la causa de una España unida y de ciudadanos libres e iguales.
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