La Fiesta debe estar de enhorabuena de contar con genio como Pablo Aguado. El grandioso torero sevillano que ya llevaba mucho tiempo anunciando que atesoraba el don de la grandeza y había dejado su tarjeta de visita en muchos lugares -en Valencia por Fallas estuvo sensacional- y el 10 de mayo, en su Sevilla del alma protagonizó la tarde más gloriosa de la pasada temporada –junto a la excepcional de Paco Ureña en las corridas generales de Bilbao-
Aguado no es Frasquito
Paco Cañamero
Glorieta Digital.com / 8 diciembre, 2019
Los agoreros llevan meses ninguneando a Pablo Aguado, quitándole méritos y reduciendo su carrera a flor de un día, más aún desde su fracaso en las plazas americanas. De todas formas es algo implícito en este mundillo el destruir genios, ningunear a genios y aplaudir a mediocres. Ocurre en los toros y en la vida. Ya dijo el reconocido filósofo Ortega y Gasset que para conocer el estado del país había que asomarse a una plaza de toros.
La Fiesta debe estar de enhorabuena de contar con genio como Pablo Aguado. El grandioso torero sevillano que ya llevaba mucho tiempo anunciando que atesoraba el don de la grandeza y había dejado su tarjeta de visita en muchos lugares -en Valencia por Fallas estuvo sensacional- y el 10 de mayo, en su Sevilla del alma protagonizó la tarde más gloriosa de la pasada temporada –junto a la excepcional de Paco Ureña en las corridas generales de Bilbao-. Y aquella de Sevilla llegó otra mágica en Madrid, frente a un Montalvo al que pinchó tras un sensacional trasteo y varias más, ejemplo de Huelva donde la gente aún torea por la calle para recordarlo.
Porque Aguado tiene una interpretación que para los relojes, de lo despacio que torea, del arte que atesora y con ese crujió de los elegidos que sale del alma y debe hacerse esperar, porque si lo repite todos los días entonces se vuelve monótono.
Eso sí, aquella corrida de Jandilla en la Feria de Abril quedará en los anales de la historia y dentro de muchos años se continuará hablando de ella, al igual que otras muchas faenas que ha protagonizado este genio. Un torero que la única cruz que se le acecha a su carrera es que, quizás, le han sobrado ocho o diez festejos, porque al romper a figura la gente ha tenido la sensación que se buscaba hacer caja con rapidez. Pero quitando ese lunar es un genio. Y desde luego que es no Frasquito, ni nada parecido.
El novillero toledano Frasquito, en la novillada
de Sevilla que revolucionó el toreo
Y recuerdo a Frasquito por el ninguneo que se ha instalado en contra de Pablo Aguado. Quien que para muchos es algo así como aquel Frasquito que revolucionó su toreó tras un enorme éxito el 17 de abril de 1948 en La Real Maestranza y su estrella se apagó en pocos meses, tras sufrir dos cornadas consecutivas. Aquel toledano llamado Francisco Sánchez y apodado como Frasquito, irrumpió con su estilo amanoletado cuando España aún lloraba la trágica muerte del coloso cordobés. Cuentan de esa tarde que don José Florés Cámara, el apoderado de Manuel Rodríguez Manolete, se encontraba en su casa de Sevilla, sin haber ido a la novillada que se celebraba en Sevilla en señal de luto, cuando al caer la tarde recibió la visita de Pavón, un simpático de mozos de espadas, quien llegaba algo sofocado y bastante emocionado para decirle nada que se acerca a él: “Don Jozé no ze vaya usté a moleztá pol lo que le voy a desí, pué ze lo dirán maz. Hoy ha zalio un zhavar que atorea en la mizma línea que Manolete, pero quisá… ¿cómo le diré? … entoavía mejó".
Entonces Cámara, sentado en un sillón orejero y vestido de luto, se limitó a decirle: “Pavón tú zabez de ezto y supongo que debe habe eztao enolme eze muzhazho pa que estéz azin de emocionao… veremoz zi ez capá de zegui toreando como lo ha hezho hoy y termina toreando como Manué”.
Semanas más tarde y con toda España hablando del fenómeno Frasquito fue anunciado en Córdoba, en la vieja plaza de Los Tejares y allí marchó media Sevilla, el todo Madrid taurino, junto a un montón de aficionados que llenaron el coso, quedándose sin poder entrar mucha gente. Esa tarde, la fatalidad se cruzó con Frasquito que sufrió una gravísima cornada. Pero fue aún la sufrida varias semanas después en Bilbao que lo tuvo al borde de la muerte y varios meses fuera de las plazas. Ahí se acabó Frasquito y marchó a México donde tomó una alternativa, ya sin ningún cartel y se instaló para siempre allí, donde puso en marcha un restaurante en el Distrito Federal que frecuentaban los taurinos españoles y siempre eran recibidos por Frasquito con su generosidad y saber estar. Porque Frasquito siempre fue un hombre muy querido, aunque flor de un día.
Y flor de un día no es Pablo Aguado, quien viene a la Fiesta para seguir dando muchos días de grandeza.
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