Afición, entrega y perseverancia ante un futuro incierto. Los alumnos de la escuela de José Cubero “El Yiyo” son un ejemplo de eso y mucho más. Ante la ola de frío, cm de nieves, varios alumnos como Carlos Enrique Carmona se desplazaron para seguir trabajando por un sueño.
La intensa nevada, las temperaturas glaciales, o la dificultad para moverse hicieron mella en el compromiso adquirido con el toreo. Luchan por un sueño con una pasión inusitada, aunque no fueron todos, los que sí estuvieron presentes aquel día reafirmaron su predisposición en convertirse algún día en toreros.
Cuanto tendrían que aprender algunos profesionales, lo que es dedicación a la tauromaquia. Vivir por y para la tauromaquia. Tener una afición desmedida, por encima de todas las cosas, aunque la recompensa no sean billetes verdes, naranjas y azules. Sobran intereses, falta afición. Muchos han perdido el norte, prensa, empresarios, toreros, ganaderos, vendidos al mejor postor, el dinero. Olvidando el romanticismo que entraña el mundo taurino, y por supuesto su profesión.
Gracias a estos jóvenes novilleros, nos embarga un atisbo de ilusión que entra por la ventana de la tauromaquia, iluminando un poco el futuro. Todavía quedan locos bohemios, apasionados por una profesión que tal vez no solo de cornadas y disgustos, sino que en ocasiones da la gloria eterna. Gracias jóvenes alumnos por preservar ese atisbo de ilusión, inocencia y constancia.
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