Falsamente ciegos, cómodamente sordos y convenientemente mudos, gobiernan la Nación como los señoritos de pan pringao, de cuello duro y bragueta floja, regentaban los latifundios que la Desamortización de Mendizábal les metió en la cartera y en el patrimonio familiar por tres reales, sin esfuerzo y sin más desvelo que el de la resaca. Aquéllos señoritos perdis estaban legitimados por sus blasones, estos golfos de hogaño están blasonados por las flatulencias de las urnas de una democracia plebeyizada hasta la oclocracia, esa forma de gobierno nacida de la endogamia de la chusma: la chusma que vota a la chusma para que legisle la chusma y gobierne la chusma...para que todo sea chusma degradante, chusma abyecta, decadente chusma. La España enferma, postrada y sucia de los socialcomunistas y de los separatistas, arrodillada ante el tótem de la oclocracia como los aztecas se ponían de hinojos ante el dios de la lluvia, que solo dejó de anegar la tierra para fertilizar Méjico cuando llegó Hernán Cortés. No le esperéis, su estirpe también se extinguió en la endogamia de la chusma.
Pandemia, paro y pobreza. Vacunas sólo en los Telediarios, que repiten hasta el hartazgo las mismas imágenes de los mismos ancianos y de las mismas enfermeras inoculándose el supuesto antídoto. La gélida parálisis provocada por Filomena. Los contagios cantando la tabla de multiplicar. Los españoles enclaustrados con las despensas vacías y los bolsillos con telarañas. La Ruleta Rusa del trabajo con el tambor lleno de tiros de gracia. Los tanatorios llenos de muertos sin lágrimas, sin adioses ni responsos. Los hospitales colmados de morituri te salutan y de médicos reventados por la fatiga, que sacian su heroísmo hipocrático en los abrevaderos de los corceles de guerra. Las colas del hambre dándole la vuelta, dos, tres, cuatro, infinitas veces, al decoro y a la dignidad de las clases medias. La marabunta de inmigración ilegal, de la patera al hotel de cuatro estrellas bailando salsa con las go-go girls de la Cruz Roja, rebañando lo poco que queda en los pucheros de la Asistencia Social... pero ellos, los que se adornan con los arreos y las marcas del Poder, no se sienten responsables de nada, y ante el eco fresco del donde-dije-digo-digo-Diego, que debería conducirles al harakiri, responden con el silencio del cinismo que gotea de sus bocas como fluye la diarrea en los pantalones de los cobardes. Esas bocazas suyas que destilan mentiras, halitosis y consignas como el licor ponzoñoso de la Ley Seca.
Son el Gobierno. Nuestro Gobierno. El Gobierno de España. Los golfos de la oclocracia, regurgitados por las urnas de la endogamia de la chusma socialcomunista y separatista. Nos merecemos la sentencia de Breno, “Vae victis” (¡Ay de los vencidos!).
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