Tiene, don Paco, una edad biológica que no oculta, pues, sin ir más lejos, la confesó hace pocos días, en la Revolera titulada, “Pedrés en el recuerdo”, una preciosidad, escrita con su habitual maestría, y regada con la sensibilidad propia de una persona de muchísima calidad humana y cariño de amigo del alma, de amigo de toda la vida. En un artículo corto, o billete, como él suele decir, nos pintó múltiples cuadros vividos en años mozos por dos amigos que con una misma afición siguieron caminos diferentes, -y los dos triunfaron en sus respectivas carreras- con una prosa tan bonita, tan perfecta, tan entrañable, que solo pueden hacerlo así unos cuantos elegidos, y don Paco es un elegido. Sí, lo es, pues como decía, ya tiene una edad importante, pero su mente, su alma, su intelecto está nuevo, nuevecito, en plenitud de facultades. Solo así puede entenderse que sea capaz de escribir como escribe y tanto como escribe.
Paco Mora tiene una edad importante, pero su mente, su alma, su intelecto está nuevo, nuevecito, en plenitud de facultades. Solo así puede entenderse que sea capaz de escribir como escribe y tanto como escribe
Hace pocos días hablé con él, y le dije lo que me había gustado esa Revolera, y ayer nos deleitó con otra, “Filomena, a mi pesar”, que puede incluso superar a la anterior; otro tema, otra preciosidad, otra joya.
Hasta ahora nos hemos referido a temas taurinos, pero en cualquier tema que toque es una verdadera enciclopedia, un manantial inagotable de sabiduría que, como todo gran conversador, te lo va narrando con precisión histórica, de forma amena y hasta con su gracejo habitual, que es el condimento para que el episodio resulte atractivo, sabroso, perfecto.
Aunque hablo telefónicamente con él con frecuencia, me gustaría hacerlo mucho más, y sobre todo directamente, en persona, pero vivimos separados por muchos centenares de kilómetros, pues hablando con don Paco siempre se aprende, sea el tema que sea, porque además de gran periodista es “catedrático de la vida”, por lo mucho que ha vivido y lo intensamente que lo ha hecho, pero sobre todo se aprende caballerosidad, señorío.
Como no puede ser, me refiero a hablar personalmente con él con mayor frecuencia, me contento con hacerlo por teléfono, leerle, y me siento privilegiado al contar con su amistad.
¡Amigo, que Dios te de larga y feliz vida, para que sigas sentando cátedra con tus artículos, y transmitiéndonos parte de tu inmensa sabiduría!
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