Urdiales: Pureza, así se tituló el reportaje que, como explico, es una obra bella por parte de la televisión que, con muy acertado criterio filmaron a dicho diestro, tanto en su parte íntima como hombre y en su faceta de torero. Insisto que, el trabajo me pareció hermoso y, como prueba de lo que digo no me canso de verlo y, como escribo, pondero un trabajo de altísimo nivel.
El más puro del toreo
Urdiales: Pureza, así se tituló el reportaje que, como explico, es una obra bella por parte de la televisión que, con muy acertado criterio filmaron a dicho diestro, tanto en su parte íntima como hombre y en su faceta de torero. Insisto que, el trabajo me pareció hermoso y, como prueba de lo que digo no me canso de verlo y, como escribo, pondero un trabajo de altísimo nivel.
Claro que, lo que sí me llamó la atención, tanto por parte de los colaboradores habituales de Movistar en lo que a retrasmisiones se refiere como en los invitados para opinar sobre tan carismático diestro, ello no fue otra cosa que todos, sin distinción, le regalaron los epítetos o calificativos más bellos; es decir, tras escuchar a dichos periodistas, cualquiera comprende que Diego Urdiales es el mejor torero del mundo y, no les falta razón. Y si no es el mejor, el más puro, con toda seguridad.
Nada que objetar ante tan suculentas opiniones que, en honor a la verdad, Diego Urdiales, con su arte, nos lo pone a todos muy sencillo. Digamos que, ponderar los valores de este diestro no es otra cosa que un acto de justicia. Muy desalmado habría que ser como para minusvalorar la grandeza de este torero admirable.
Cierto y verdad es que, como dijo uno de los comentaristas, Urdiales es el torero más puro de los últimos cien años, algo que me atrevo a suscribir pero, la pregunta salta a la vista. Si Urdiales es el más puro del último siglo, ¿cómo es posible que les demos a las figuras del toreo el mismo tratamiento artístico que le entregamos al riojano? Aquí viene el quid de la cuestión. En el reportaje aludido todos se sintieron muy cómodos para hablar de un grandioso torero pero, en honor a la verdad, esos mismos comentaristas ensalzan al medio toro y propagan la grandeza de los mediocres que, algunos, convertidos en figuras reciben los mismos plácemes que el torero más puro del escalafón.
Convengamos, a modo de recordatorio, que los grandes triunfos de Diego Urdiales, todos han venido de la mano del toro bravo y encastado, sin ir más lejos, aquella corrida de Fuente Ymbro en Madrid en la feria de otoño en que, el diestro aludido cortó tres orejas, se jugó la vida, extasió a los aficionados con su arte y allí quedó su obra inmortalizada para siempre. ¿Qué quiero decir con esto? Está clarísimo. Si somos capaces de ponderar o alabar la grandeza de Urdiales frente al toro auténtico, ¿cómo pueda ser posible que más tarde digamos lo mismo de todos aquellos que matan el burro adormilado y sin aparente peligro? Ahí es donde fallamos y por donde duele la herida.
Nos queda, en este caso para los informadores de dicha cadena, la asignatura pendiente de saber discernir entre la verdad y la mentira. Digamos que, suena calamitoso ver que le dan el mismo tratamiento a Enrique Ponce ante un toro bobalicón, o a El Juli con sus toritos que se trae en la “furgoneta” para uso y disfrute de sus correligionarios que, de toros saben lo que yo de astronomía. Lo que decimos es más serio de lo que parece. Si metemos a todos en el mismo saco, llegado el caso de un reportaje como el que le dedicaron a Urdiales, algo nos hace sospechar que mintieron antes o lo hicieron en dicho acto.
Las palabras, para bien o para mal, tienen mucho peso específico y lo que decimos o escribimos, ahí queda para siempre. Cuidado que, es el mismo Diego Urdiales en que en un momento dado puede sentirse herido en su arte cuando se le compara a los demás de igual modo que se ha hecho con él. Algunos tienen el tratamiento de figura que, sus razones tendrán por haberlo logrado, pero lo que suele lidiar Diego Urdiales tiene muy poco que ver con la parodia se lleva a cabo en las corridas de las llamadas figuras. Si repasamos la trayectoria del diestro riojano muy pronto llegamos a la conclusión de que, su arte, para su dicha, está rociado de la más auténtica verdad, la que certifica el toro bravo y encastado al que se enfrenta nuestro artista.
Insisto en lo que decía al principio, el reportaje es un lujo para el toreo, para el arte, para el propio diestro que, con dicha filmación se ha hecho justicia a un torero importantísimo pero, cuidado, más tarde no caigamos en la falacia de comparar a los demás con este artista único en su género que, de la pureza ha hecho un monumento al arte.
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