Esgrimen el peligro de contagio que encierra la afluencia de espectadores a las plazas de toros e imponen porcentajes que hacen imposible la defensa económica del espectáculo. No atienden los derechos de los trabajadores del toreo pero tampoco piensan, ni por un momento, en dejar de ingresar el correspondiente IVA y el paquete de leoninos impuestos con que gravan la Fiesta. Nos bombardean diariamente con un racimo de mentiras, con el único propósito de continuar en el poder, que no en el Gobierno. Que de gobernar no tienen ni noción…
Se ha dicho en un programa de televisión que, al ritmo que llevamos en nuestro país, para alcanzar la vacunación plena de todo el censo vacunable hacen falta al menos treintaidós meses (32), tiempo en el que el toreo habrá dejado de ser un problema para la exquisita sensibilidad de los Sánchez, Iglesias, Otegui y demás hierbas y matojos difíciles de catalogar. Sencillamente, porque, como decía el tonto del chiste, en ese tiempo “o se ha muerto padre, o se ha muerto el burro o me he muerto yo”. Porque dígaseme, con esa perspectiva; ¿qué ganadero puede continuar criando camadas de toros sabiendo que no va existir la posibilidad de lidiar sus productos en tan largo tiempo? Lo mismo cabe pensar de los toreros que no están ricos, que son la inmensa mayoría, y que decir tiene; ¿qué banderillero, picador, mozo de espadas o trabajador del campo bravo tiene capacidad económica de aguante para esperar cerca de tres años de brazos cruzados a la espera de que se normalice el espectáculo del cual simplemente sobrevive, como los peones de cualquier otro gremio?
¿Treintaidós meses para alcanzar la vacunación plena? ¿Qué ganadero, torero que no esté rico, banderillero, picador, mozo de espadas o trabajador del campo bravo tiene capacidad para esperar cerca de tres años a que se normalice el espectáculo del cual, simplemente, sobrevive?
Está claro que, si eso ocurre, con la Fiesta de los Toros no habrá terminado la pandemia de Covid-19 sino el “tifus” político, que está haciendo de este país un auténtico e improductivo solar, en el que solo quedarán en pie los que viven del cordero. Porque el escándalo que significa enterarnos cada día de que hay concejales, alcaldes y demás cargos públicos que se están vacunando de sobaquillo sin respetar las normas establecidas, que dan preferencia a la población de riesgo, ofrece una idea de lo que cabe esperar de semejantes botarates. Si tales prójimos no crecieran como la mala hierba, con peligro de ser mayoría la población que vive de la “teta” que la que se gana el pan con el sudor de su frente, podríamos pensar que se trata de cuatro golfantes, pero… Si tenemos en cuenta el Gobierno de la nación con sus correspondientes ministerios y la profusión de organismos que dimanan de ellos, los Gobiernos Autonómicos y la pelagra que originan, y a todo eso sumamos Ayuntamientos y Diputaciones y lo que les colea chupando del presupuesto, el resultado es un censo superior o similar a los que tienen que formar cada día en el tajo para ganarse las habichuelas.
Y hay motivos para pensar que los golfantes son más de cuatro… Hasta algún militar ha sido cesado por pasarse de listo en su prisa vacunativa. ¡Ese sí! Y es que la porquería, cuando se desborda, llega hasta el último rincón. Por todo eso y más que me callo, a la hora de las urnas, estimado compatriota, no caigas en la tentación de volverles a votar: ¡Vota a Gundisalvo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario