Del romance entre el Toro de Creta (un bello toro blanco que tenía que haber sido sacrificado según la promesa de Minos a Poseidón) y Pasífae (esposa de Minos) había nacido el Minotauro, un ser mitad hombre, mitad animal que solo se alimentaba de carne humana. Fue encerrado en un laberinto realizado por Dédalo: a medida que crecía, más salvaje se volvía. Nadie que entrara allí volvería a salir, pues era devorado por aquella bestia, con la que el rey Minos aterrorizaba a su pueblo: o les pagaba un tributo o acababan en la boca del Minotauro.
Pero sucedería algo que el rey Minos no imaginaba: su hijo Andrógeno fue asesinado tras ganar unas olimpiadas y el padre declaró la guerra a Atenas. Tras la furia desatada, se rindió a cambio de algo: entregar siete efebos y siete doncellas como sacrificio para el Minotauro. Y así lo hizo el rey de Atenas, Egeo.
Cansado de tales injusticia y barbarie, su hijo Teseo zarpó junto a otros trece jóvenes para Creta para deshacerse del Minotauro. Su padre le hizo una petición: si conseguía su objetivo, debía desplegar una vela blanca en su embarcación; de lo contrario, la vela sería de color negro.
Aunque son muchas las versiones -alguna dice que el propio Minos exigió el sacrificio de Teseo-, según se relata en «Mitos griegos» (Anaya), el príncipe de Atenas dio un paso al frente y se ofreció el primero para adentrarse en el laberinto. Aquello era un túnel oscuro. Imposible decidir qué senda tomar. Cada paso conducía a una muerte segura.
El valeroso príncipe recibió la ayuda de Ariadna, la hija del rey Minos, enamorada del joven. Le dio un ovillo de hilo para saber por dónde regresar en caso de acabar con el Minotauro. «Teseo avanzó a tientas en la oscuridad -relata "Mitos Griegos"-. Era cierto: sin la cuerda, no habría tardado en perderse sin remedio en aquel laberinto de pasadizos sinuosos. De pronto, sus dedos rozaron una mata de pelo áspero y cálido, después la curvatura huesuda de un cuerno. El Minotauro rugió junto a su oído y derribó a Teseo de un empujón. Lo pisoteó con sus pezuñas afiladas. Le propinó un golpe que le obligó a soltar la cuerda. Pelearon completamente a oscuras. El monstruo, mitad hombre, mitad toro, le estrujó entre sus brazos peludos y le azotó con su cola. Pero Teseo le agarró por los cuernos y los giró primero hacia un lado, después hace el otro. Le pateó, le embistió, forcejeó con él, y finalmente la bestia profirió un balbuceo y cayó muerta».
Son muchas las versiones sobre cómo acabó con la vida del Minotauro: unos dicen que Teseo lo mató a puñetazos, otros que le clavó su propio cuerno y algunos que llevaba una espada entregada por Ariadna.
La cuestión es que el valiente Teseo pudo salir sano y salvo de aquel laberinto. Ariadna se marchó con él. Pero no hubo un final feliz de cuento. Según explica Carlos García Gual en «Diccionario de Mitos», «Dionisio, enamorado de Ariadna, la raptó y se la llevó a Lemnos, donde yació con ella y engeendró a Toante, Estáfilo, Enopión y Parapeto». Y a Teseo se le olvidó cambiar la vela azabache por la blanca, por lo que su padre, al ver desde la Acrópolis la tela negra, pensó que su hijo había sido devorado por el Minotauro y se arrojó al vacío, que ya está escrito. Cuenta la leyenda que de ahí el bautismo del Mar Egeo.
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