Entendamos que toro grande y chico es una forma de expresar que unos están íntegros y rematados por todos los lados y otros tienen caritas de novillos, cuando no abecerrados, con independencia del juego que después den en el ruedo unos y otros.
Es curiosa la paradoja del cómo unos defienden que prefieren el chico, lo llaman ‘en tipo’, mientras censuran al toro auténtico, con el trapío que debe tener, propio de un toro de lidia. No estamos hablando de kilos, pues ahí existe otra clara divergencia, pues se puede ser gordo y tener cara de ‘niño’, como se puede ser flaco y dar miedo como cualquier toro de Miura.
Como todos saben, existen plazas de primera, de segunda, de tercera y de cuarta. En esas plazas las exigencias del tipo de toro son diferentes, con independencia de que sus aficiones sean más o menos exigentes con su presentación. Es decir, los toros son de primera cuando la afición así lo exige y cuando no lo hace aparecen ciertos intereses, no declarados, para que el toro pueda llegar a ser una ‘mona’. En conclusión, si el público se deja, le cuelan el toro chico.
Siempre argumenté que determinadas plazas permiten a los ganaderos lidiar los toros que les han salido grandes o muy grandes y otras que les valen para los que les han salido chicos. Ejemplo: ¿Si no existieran Madrid, Bilbao y Pamplona dónde iban a lidiar los toros que les han salido enormes? Esa situación ha permitido que tengan mercado los que se les han salido de tipo, haciendo creer que son exigencias de las aficiones de esas plazas. Lo que en resumen quiere decir que de no existir esas plazas los tendrían que echar a las calles o al matadero.
No son honestos los taurinos con este debate, en el que también se meten en charcos de los que luego ‘no saben, no contestan’. Abogan constantemente por que el exceso de kilos no es bueno, pero se callan cuando los toros ‘más gordos’ les tapan la boca con su mejor comportamiento en el ruedo. El último caso ha sucedido en Valencia con la corrida de Juan Pedro, donde el de más peso fue el único que sirvió para torear. Ni lo resaltaron, faltaría más, ni lo aplaudirán jamás.
Es una forma partidista, hipócrita y cínica, de actuar con este tema, despreciando además las condiciones propias de quienes tienen más kilos. Conozco amigos gordos mucho mejores en todo que amigos flacos. Y es que los kilos, de más o de menos, no garantizan ni la nobleza ni el buen hacer.
Cuando Esplá se despidió de Madrid, el toro Beato, pesó más de 600 kilos. Y cuando Juan Mora nos enamoró a todos en la feria de otoño de 2010 con el toro Retaco, ese también llegaba a ese peso. Será curioso o casualidad, pero eso debería impedir que haya tantos que se pronuncien siempre ‘desinteresadamente’ en beneficio del toro chico. Tantas veces les han tapado la boca que tenían que haber aprendido la lección, pero se lo impide su sectarismo. Cada categoría en el boxeo tiene un peso, pero a nadie se le ocurriría denostar a Mohamed Alí porque pesaba más que José Legrá.
El toro puede ser grande o chico, con más o menos kilos, lo más importante es que sea toro íntegro y bravo y que la casta sea la que sustente su razón de pelear para exigirle al torero lo mejor de sí mismo. Entonces sí, aparecerá el toreo auténtico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario